Centroamérica: Para afrontar con éxito la globalización del siglo XXI |
Esta
publicación se realizó gracias al apoyo financiero de la Oficina de Desarrollo
Regional y Sostenible, América Latina y el Caribe (LAC) de la Agencia para el
Desarrollo Internacional de los Estados Unidos según Disposición No.
LAG-G-00-98-00048-00 y de la Unión Europea. El trabajo refleja exclusivamente
las opiniones del autor/ de la autora y por tanto no representa en ningún caso
la opinión de las instituciones involucradas.
CA 2020: Documento de trabajo #
1
Pablo
Rodas-Martini
Centroamérica:
para afrontar con éxito
la GLOBALIZACIÓN del siglo xxi
Pablo
Rodas-Martini
Centroamérica: Para afrontar con éxito la globalización del siglo XXI
Hamburg: Institut für
Iberoamerika-Kunde 2000
(CA 2020: Documento de trabajo # 1)
ISBN 3-926446-73-0
Pablo
Rodas-Martini; tiene un
doctorado y una maestría en Economía por la Universidad de Londres. Actualmente
se dedica a la consultoría independiente. Ha participado en la elaboración de
los Informes Mundiales de Desarrollo Humano de 1999 y del 2000. También ha
llevado a cabo consultorías para el International Development Research Centre
(IDRC), el Social Science Research Council (SSRC), la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO), entre otros. Tiene publicaciones sobre coyuntura
macroeconómica y en particular política fiscal, sobre globalización y en
particular comercio internacional, y sobre inequidad y desarrollo humano. Es
columnista de El Periódico de Guatemala.
Resumen ejecutivo 1
Executive summary 8
Introducción 16
1. Para reinventar la integración 21
1.1.
La
unión económica es necesaria pero no suficiente 21
1.2.
La moneda única se vuelve inevitable 23
1.3.
Los
clusters: ¿Asume el sector privado el
reto de la integración? 28
2. Flujos
que sostienen la relación de Centroamérica con el Norte 31
2.1.
El
comercio con el Norte responde a la dotación de factores 31
2.2.
Turismo:
De industria inexistente a motor del crecimiento 35
2.3.
Migración: El lazo humano con
Norteamérica 38
2.4.
Inversión extranjera: Una región con hambre de capital externo 40
2.5. ¿Se encuentra Centroamérica lejos o cerca de Norteamérica? 43
3. Las
políticas del Norte hacia Centroamérica 47
3.1.
El reto: Aminorar las incoherencias del Norte hacia Centroamérica 47
3.2.
El narcotráfico: Una inserción pecaminosa con el Norte 52
4. Condicionantes de la economía global para el
siglo XXI 55
4.1.
El
comercio y los estándares laborales cada vez se vinculan más 55
4.2.
Centroamérica ante la ronda del milenio 58
5. Impactos de la globalización 62
5.1.
La
globalización amaga con adelgazar las billeteras de los gobiernos 62
5.2.
¿Hacia
una mayor o menor inequidad a causa de la globalización? 65
Comentarios finales 67
Bibliografía 72
Centroamérica puntea mal ante los ojos del mundo. Cuatro países en
particular - Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador - presentan un pobre
rendimiento, sea que se les mida por PIB per cápita, desarrollo humano,
credibilidad de las instituciones públicas, solvencia financiera, o riesgos
ambientales. Costa Rica y Panamá se distancian de sus vecinos, con mejores
calificaciones en casi todos estos rubros, pero quedándose aún a la zaga
respecto a un país como Chile, que representa la vanguardia en Latinoamérica.
La creciente globalización ciertamente le
resta importancia a las fronteras. Eso, sin embargo, no indica que la
geografía deje de ser relevante. Los países centroamericanos no son islas que
se encuentren a miles de kilómetros de distancia unas de otras. Si bien es casi
imposible que las relaciones intra-centroamericanas lleguen a ser la determinante
primaria del crecimiento de la región, no se debe juzgar al mercado único como
irrelevante.
En Centroamérica no debería existir ninguna barrera
arancelaria o no arancelaria al comercio intra-regional. La movilidad de
capital y de mano de obra también es considerablemente alta, con lo que casi se
podría hablar que Centroamérica se consolidará en la primera década del siglo
XXI como un Mercado Común. A eso hay que añadir numerosos esfuerzos
integracionistas que están teniendo lugar en otros frentes: en el ambiental, el
corredor centroamericano; en el turístico, la Ruta Maya (con México) y la
discusión del cluster de turismo; en
infraestructura, la interconexión eléctrica; en finanzas, la coordinación entre
las bolsas de valores; en el político, las continuas reuniones presidenciales y
el (muy criticado) Parlamento Centroamericano, y más.
Siete monedas en un estrecho trozo de tierra y
para solo 34 millones de habitantes resulta más que absurdo, máxime si se tiene
en cuenta la cobertura efectiva tan baja de cada moneda ante el escaso poder
adquisitivo de la mayoría de la población. Centroamérica necesita una unión
monetaria, entendiendo por ésta una moneda única con un único Banco Central, o
la adopción de una moneda extra-regional como el dólar. La unión monetaria
permitiría economías de escala en la utilización de la moneda, reduciría las
incertidumbres de los empresarios que comercian en la región ante movimientos
en los tipos de cambio, suprimiría el deadweight
loss existente a causa de los costos de transacción de la moneda, e
integraría en forma más efectiva los siete mini-mercados, aún muy segmentados y
proclives a la discriminación de precios. Una pseudo-unión monetaria donde
cada país mantuviera su moneda y la fijara con respecto a las monedas vecinas,
no tendría credibilidad de largo plazo y terminaría por romperse.
La importancia de la tesis Porter-INCAE para
Centroamérica no recae en aportar una “teoría alternativa” a la más clásica de
las ventajas comparativas, sino en enfatizar que aquellas actividades que
tienen altas posibilidades exportadoras, también precisan de un funcionamiento
efectivo de sus actividades complementarias y de apoyo. La tesis de los clusters tiene un segundo beneficio:
arroja un viento fresco en la agenda centroamericana. Ante el anquilosamiento y
cuasi-anarquía imperante entre tantas instituciones gubernamentales de la
integración - encabezadas por SIECA y SICA -, la tesis Porter-INCAE trae nuevos
enfoques, una dinámica distinta que persigue una fuerte inserción por parte del
sector empresarial. Sería errado pretender, sin embargo, que condujese a una
revitalización significativa de la integración centroamericana pues no es ésta
per se la que le interesa - sólo es una agenda accesoria-, sino más bien que
construyese lazos integracionistas con el fin de enderezar eslabones de los clusters que permitan una inserción más
exitosa en la economía mundial - la agenda primaria.
Los países centroamericanos son economías pequeñas y abiertas, sin
excepción. Su relación con el Norte es vital en dos frentes: el comercio de
bienes y servicios y el movimiento de factores de producción. Sin ambos flujos
- en particular el primero -, Centroamérica retornaría, de un brinco, al siglo
XIX pues carece de la tecnología, del nivel educativo y de los recursos
financieros que le permitiesen mantener la maquinaria, los vehículos y muchos
otros productos de que dispone en la actualidad.
Una tendencia que ningún país en desarrollo
logra reformar es su patrón de comercio con el Norte; para eso se necesita que
transcurra un par de generaciones como mínimo. Centroamérica tiene abundancia
relativa de recursos naturales y de mano de obra poco calificada. Por eso no es
de extrañar que por décadas sus exportaciones hayan sido productos agrícolas, y
en tiempos más recientes la industria de la maquila. A cambio recibe
principalmente manufacturas de producción más compleja, intensivas en capital
físico o en mano de obra calificada. No existe la más mínima evidencia de que
ese patrón vaya a experimentar un cambio radical en el futuro cercano. En el
mediano y largo plazo, sin embargo, no deja de ser una verdad de perogrullo que
Centroamérica debe aumentar su inversión física, y sobre todo construir
capital humano para así mejorar sus ventajas comparativas.
En los 90 el turismo ha vuelto a repuntar,
constituyéndose en una de las principales esperanzas de crecimiento para las
próximas décadas. Razones importantes justifican el optimismo centroamericano.
Por el lado de la oferta, el área tiene evidentes ventajas comparativas: bellezas
naturales, diversidad cultural y sitios arqueológicos. Por el lado de la
demanda, se tiene el continuo turismo emisor de los países industrializados,
la cercanía a los EE.UU. y Canadá, y la baja continua en las tarifas aéreas.
Centroamérica, al igual que lo ha hecho Costa Rica, debería apostar por el
ecoturismo. Así se evitaría que terminase como destino turístico de masas
revasando la “capacidad de carga” de las reservas naturales y de otros lugares
turísticos.
Ni el comercio norteamericano con el área, ni la inversión extranjera,
ni las deportaciones detendrán el flujo migratorio. La elevada tasa de
fertilidad centroamericana y la brecha salarial con los EE.UU. continuarán
siendo razones push y pull que sostendrán el flujo migratorio.
Centroamérica es una región que tiende a vivir
por encima de sus capacidades a causa de su bajo desarrollo: la absorción
rebasa a la producción regional. Eso resulta en un déficit continuo de cuenta
corriente que hay que financiar con ingresos externos de capital. Centroamérica
recibe cooperación oficial por parte de gobiernos y organismos multilaterales
para paliar parte de ese faltante, pero sus países saben que esos flujos son
temporales y no dejan de generar dependencia. Al endeudamiento tampoco se le
considera salvador, pues se sabe que tarde o temprano habrá que pagarlo y el
flujo se revertirá. Ante eso, los países se afanan por atraer inversión extranjera,
en particular inversión extranjera directa, pues si bien ésta tampoco deja de
ser un “préstamo” externo, tiene una connotación diferente: el inversionista
extranjero se arriesga a colocar su dinero no con el fin de un simple pago de
interés, sino que se compromete de una u otra forma con el destino de largo
plazo de la región. También se busca la inversión de portafolio, pero no con
tanto ahínco, pues se sabe que sufre de hiper-sensibilidad y que de un momento
al otro puede ir de vuelta a su lugar de origen.
El
comercio, el turismo, todo aquello que sea
tangible necesita ser transportado de un país al otro. La inserción de
Centroamérica en la economía mundial no puede, por tanto, obviar la mención de
sus vínculos con el exterior. Centroamérica cree estar cerca de los EE.UU., la
relativa cercanía geográfica, sin embargo, no garantiza que Centroamérica esté
cerca de los EE.UU. cuando de determinar costos se trata.
El Norte se comunica con el Sur a través de dos conjuntos de políticas:
la ayuda internacional y el comercio. Lo ideal sería que ambos brazos de
políticas cooperaran para que los países en desarrollo dejaran atrás el rezago
y la pobreza; eso, sin embargo, raras veces ocurre así: lo usual es que mientras
un brazo del Norte - la ayuda internacional - coopera con los países, el otro -
el comercio - le interpone un sinnúmero de barreras arancelarias y
no-arancelarias. Lo primero nace de su preocupación moral hacia la pobreza
existente en el Sur, lo segundo de su egoísmo como nación, de su afán por
proteger a sus industrias declinantes. Centroamérica no ha sido la excepción a
ese patrón de comportamiento del Norte.
El Norte canaliza hacia Centroamérica una
cooperación internacional significativa ya sea en forma directa o indirecta - a
través de organismos internacionales -, pero luego dificulta sus
exportaciones. El resultado no deja de tener sus paradojas pues si bien lo
primero se canaliza hacia los más pobres, también tiende a reforzar la
dependencia y el paternalismo, mientras que lo segundo permite la
autosuficiencia y un crecimiento sostenido. Las cifras evidencian en forma
ex-post que la contradicción se marca más para la Unión Europea que para los
EE.UU.
Centroamérica no es un productor importante de
drogas pero sí una ruta natural para el tráfico de cocaína desde Sudamérica
hacia Norteamérica. A ello obedece que la droga haya hecho sentir su impacto
en todos los países de la región, yendo desde el tráfico hacia el Norte, el
lavado de dinero y booms en la
construcción a causa de ese lavado, hasta la corrupción de instituciones
públicas y la vinculación con otros hechos criminales como asaltos y
secuestros. Centroamérica, en otras palabras, se encuentra prisionera entre la
oferta que fluye de Sudamérica y la demanda que brota de Norteamérica. En ese
sentido, se podría afirmar que el destino del área en lo que a la droga
respecta, casi que está fuera de sus manos, y dependerá de lo que ocurra en los
extremos de la “cadena productiva”.
Los flujos de comercio y de factores de
producción no tendrán en el siglo XXI la “autonomía” que han tenido a lo largo
del presente siglo. Cada vez más se insiste en que la nueva agenda comercial
incluya consideraciones laborales. En la reunión de la Organización Mundial de
Comercio en Singapur, y ante la protesta de muchos países del Sur, ciertamente
se concluyó en que esta institución no debía incursionar en temáticas “ajenas”
como la laboral. En la reunión de Seattle, sin embargo, el tema volvió a
resurgir a petición de los países industrializados. Asimismo, las políticas unilaterales
de estos últimos evidencia que el Norte cada vez vincula más el comercio a los
estándares laborales. La próxima ronda, sin embargo, no vendrá solo pintada de
azul, también lo será de verde (lo ambiental) y de muchos otros colores:
competencia, inversión extranjera, servicios, propiedad intelectual,
agricultural, entre una lista larga de temas específicos. Centroamérica se ve
forzada, primeramente, a “digerir” esa masa inmensa de información; segundo, a
tomarle el pulso a esas nuevas tendencias, y tercero, a fijar posiciones que
aumenten su poder de voto como bloque en esos foros multilaterales.
Centroamérica está ante un equilibrio
delicado, ya que las fuerzas de la globalización la empujan hacia mercados
laborales flexibles, con bajas tasas de sindicalización; por el otro, aumenta
la preocupación del Norte por temas ambientales y laborales y por el afán de
vincularlos con las negociaciones comerciales. Centroamérica tendrá que balancear
ambas tendencias en forma muy hábil para evitar caer en una posición no
competitiva ante otros países en desarrollo, y a la vez complacer a los
consumidores del Norte, pero sobre todo lograr una cohesión social interna
donde los trabajadores se sientan partícipes de las ganancias de la
globalización.
La agenda del comercio internacional en las
próximas décadas no se circunscribirá, sin embargo, a la temática laboral.
Muchos otros temas borbotean en las discusiones preliminares de la ronda del
milenio de la Organización Mundial de Comercio. Es obvio que el grado de influencia
de Centroamérica en esas negociaciones será mínimo. Pero al menos avanzaría
bastante con aclarar los temas de debate y sus aristas, para así incrementar,
aunque sea ligeramente, su poder de negociación en esos foros multilaterales.
Enfrentar la globalización exige ordenar las ideas y definir estrategias. De
otra manera los países centroamericanos continuarán con su política de los 90
de creer que la mejor forma de afrontar esa globalización es la suscripción
alocada de acuerdos de libre comercio con cualquier país que muestre interés en
hacerlo.
La globalización llegó para quedarse. Los países no pueden sacarla de
casa y tienen que aprender a convivir con ella. Eso obliga a que nunca se deje
de monitorear su impacto directo e indirecto sobre variables que se consideran
críticas.
La globalización complicará el manejo fiscal
de Centroamérica en el siglo XXI. Ante el espejismo de atraer inversionistas
extranjeros, los gobiernos se encuentran tentados a conceder incentivos
fiscales. Asimismo, se sabe que las tasas máximas del impuesto sobre la renta a
las empresas no pueden distanciarse de la tasa prevaleciente en los países
exportadores de capital (y hasta tienen que estar por debajo a causa del mayor
riesgo país). Adicionalmente, las multinacionales procuran no solo la reubicación
real de operaciones por razones tributarias sino también una reubicación
ficticia a través de transferencias de precios que le disminuyan sus
compromisos tributarios. Y por si eso no bastara, las presiones por el lado de
los ingresos se enfrentan a mayores demandas de gasto social.
En el caso de países del Sur como los
centroamericanos no se puede concluir en forma tajante que la globalización
empeora o mejora la distribución del ingreso. Lo que sí es innegable, es que de
no mejorar el nivel educativo de la población, sí terminarían por predominar
las fuerzas inequitativas de la globalización, y si en el pasado fueron la
posesión de la tierra y del capital las determinantes de la inequidad en la
región, en el siglo XXI lo sería la repartición desigual de la educación,
magnificada a su vez por la inserción en el mundo globalizado.
Central
America cuts a poor figure in the eyes of the world. Four countries in
particular – Nicaragua, Honduras, Guatemala and El Salvador – are poor
performers, whether in terms of per capita GDP, human development, the
credibility of their public institutions, financial solvency or environmental
risks. There is some distance between Costa Rica and Panama and their
neighbors. They are better qualified under nearly all these headings, but still
lag behind a country such as Chile, which is in the vanguard in Latin America.
Increasing globalization is certainly reducing the importance of frontiers.
However, this does not mean that geography is becoming irrelevant. The Central
American states are not islands thousands of kilometers apart from each other.
Although it is almost impossible for relations between the Central American
states to become the primary determinant for growth in the region, the single
market should not be considered irrelevant.
There should be no tariff or non-tariff barriers to intra-regional commerce
in Central America. Mobility of capital and labor is fairly high, so that it
could almost be said that Central America will be consolidated into a common
market in the first decade of the 21st century. In addition to this there are
numerous integrationist efforts taking place on other fronts. On the
environmental front there is the Central American corridor; on the tourism
front the Mayan Route (with Mexico) and the discussion on cluster tourism; in
infrastructure, electrical interconnection; on the financial front,
coordination between stock exchanges; on the political front, regular
presidential meetings and the (much criticized) Central American Parliament.
Seven currencies in a narrow strip of land and for just 34 million inhabitants
is more than absurd, especially in view of the low effective cover of each
currency because of the limited purchasing power of the majority of people.
Central America needs monetary union, i. e. a single currency with a single
central bank, or adoption of an extra-regional currency such as the dollar.
Monetary union would permit economies of scale in currency utilization, reduce
the uncertainties for business of exchange rate fluctuations, eliminate the
deadweight loss resulting from the cost of currency transactions, and more
effectively integrate seven mini-markets which are still very segmented and
given to price discrimination. A partial monetary union in which each state
retained its currency and pegged it to neighboring currencies would lack
long-term credibility and end up breaking apart.
The
importance to Central America of the Porter-INCAE thesis is not as an
“alternative theory” to the more classical one of comparative advantages, but
that it stresses that activities with the highest export opportunities also
need activities that complement and support them to function effectively. The
clusters theory also has a second advantage: it brings a fresh wind into the
Central American agenda. In contrast to the stagnation and quasi-anarchy that
prevails within so many government institutions of integration, headed by SIECA
and SICA, the Porter-INCAE thesis brings new focuses, a distinct dynamic which
pursues strong integration on the part of the business sector. Nevertheless, it
would be wrong to hope that this would lead to a significant revitalization of
Central American integration, because it has no interest in this per se – it is
merely an incidental agenda. Rather, one could hope that it might lead to the
building of integrationist ties with the aim of straightening out the links
between clusters which permit more successful integration into the world
economy – the main agenda.
The
Central American states are, without exception, small, open economies. Their
relations with the North are vital on two fronts: the trade in goods and
services and the movement of production factors. Without these two flows –
especially the first – Central America would lack the technology, the
educational level and the financial resources that are required to maintain the
machinery, vehicles and other products of the modern economy.
One
tendency that no developing country manages to change is the pattern of trade
with the North; this will take at least a couple of generations. Central
America has a relative abundance of natural resources and of unskilled labor.
So it is not surprising that for decades its exports have been agricultural
products, and in more recent times the assembly industry. In exchange, it receives mainly manufactured goods which
are produced in a more complex and capital-intensive way, or by skilled labor.
There is not the slightest evidence that this pattern will undergo a radical
change in the near future. However, in the medium and long term it will remain
patently obvious that Central America must increase its physical investment,
and above all build human capital in order to improve its comparative
advantages.
In the
1990s tourism picked up, and now constitutes one of the main hopes for growth
in the coming decades. Significant factors justify Central American optimism.
On the supply side the region has obvious comparative advantages – natural
beauty, cultural diversity and archaeological sites. On the demand side there
is the constant flow of tourism from the industrialized countries, the
proximity to the United States and Canada, and the continual decline in
airfares. Central America should further develop eco-tourism – as Costa Rica
already has done. This would prevent it from ending up as a destination for mass
tourism exceeding the “load capacity” of its nature reserves and other tourist
locations.
Neither
North American trade with the area, foreign investment, nor deportation will
stop the flow of migrants. The high fertility rate in Central America and the
wage gap with the United States will continue to act as push and pull forces
sustaining the migratory flow.
Central
America is a region which tends to live above its capacity because of its low
level of development. Absorption is higher than regional production. This leads
to an ongoing current account deficit which has to be financed by external
capital income. Central America receives official cooperation from governments
and multilateral organizations to alleviate part of this shortfall, but the
countries of the region know that these flows are temporary and are certain to
generate dependency. Nor can they be considered as rescuing them from indebtedness,
because they know that sooner or later loans will have to be repaid and the
flow will be in the opposite direction. Faced with this situation, Central
American countries are striving to attract foreign investment. Although this,
too, will inevitably be a foreign “loan,” it has a different connotation. The
foreign investor does not venture to invest his money simply to earn interest,
but involves himself in the country’s long-term destiny. Portfolio investment
is also sought, but not so keenly, because it is known to suffer from
hypersensitivity and can return to its place of origin at any moment.
Trade,
tourism, all that might be tangible has to be transported from one country to
the other. Therefore the integration of Central America into the global economy
cannot avoid the mention of its external ties. Central America believes it is
close to the U.S. However, the relative geographical proximity does not
guarantee that Central America is close to the U.S. when it comes to
determining costs.
The North
communicates with the South via two policy complexes: international aid and
trade. Ideally, both policy arms would cooperate so that developing countries
leave backwardness and poverty behind them. However, this rarely takes place.
Usually, while one arm of the North – international aid – cooperates with the
countries, the other – trade – imposes on them a great many tariff and
non-tariff barriers. The former springs from the North’s moral preoccupation
with the poverty existing in the South, the latter from its egoism as a nation,
from its desire to protect its declining industries. Central America has been
no exception to this pattern of behavior by the North.
The North
channels significant international aid to Central America, whether directly or
indirectly – via international bodies – but then makes it difficult for the
latter to export. The outcome cannot fail to be paradoxical, because although
aid is channeled to the poorest, it also tends to reinforce dependency and
paternalism, while exports permit self-sufficiency and sustained growth. The
figures confirm in ex-post facto form that the contradiction is more marked in
relation to the European Union than to the United States.
Central
America is not an important drug producer, but it is a natural route for
cocaine traffic from South America to North America. Accordingly, the drug
trade has made its impact felt in all the countries in the region, ranging from
the traffic to the North, money laundering and construction booms as a result
of this laundering, to corruption in public institutions and connections with
other criminal acts such as robberies and kidnappings. In other words, Central
America is trapped between the supply flowing from South America and the demand
which sprouts from North America. In this sense one could say that the area’s
destiny regarding drugs is more or less out of its hands and will depend on
what happens at the ends of the “production chain.”
In the
21st century, the flows of trade and production factors will not have the
“autonomy” they enjoyed throughout the 20th century. There is increasing
insistence for the new trade agenda to include labor conditions. Certainly, at
the World Trade Organization meeting in Singapore and in the face of protest
from many states in the South, the conclusion was reached that the WTO should
not make incursions into “alien” matters such as labor. However, at the Seattle
meeting the subject came up again at the request of the industrialized nations.
Likewise, the unilateral policies of these nations show that the North is
increasingly linking trade with labor standards. However, the next round will
not be painted just in blue, but also in green (the environment) and in many
other colors: competition, foreign investment, services, intellectual and
agricultural property, among a long list of specific topics. Central America
sees itself forced first to “digest” this immense mass of information;
secondly, to take the pulse of the new trends, and third, to establish
positions which will increase its voting power as a bloc in multilateral
forums.
Central
America faces a delicate balancing act. On one hand, the forces of
globalization are pushing it toward flexible labor markets with low rates of
trade union organization. On the other, the North is increasingly preoccupied
with environmental and labor issues and increasingly eager to link them with
trade negotiations. Central America will have to balance these two trends very
skillfully to avoid falling into a position where it is unable to compete with
other developing countries, while at the same time pleasing consumers in the
North, and achieving an internal social cohesion in which workers feel that
they are sharing in the profits of globalization.
Nevertheless,
the international trade agenda in the coming decades will not be confined to
labor topics. Many other subjects are bubbling in the preliminary discussions
of the WTO millennium round. It is obvious that Central America’s influence on
these negotiations will be minimal. But at least it might make considerable
progress in clarifying the subjects of debate and their problems, so as to
increase, even if only slightly, its negotiating power in these multilateral
forums. Facing up to globalization requires ordering ones ideas and defining
strategies. Otherwise the Central American countries will continue with their
1990s policy of believing that the best way to confront globalization is to
recklessly sign free trade agreements with any country that shows an interest
in doing so.
Globalization
is here to stay. States cannot get rid of it and must learn to live with it.
This means they must vigilantly monitor its direct and indirect impact on
variables that are regarded as critical.
Globalization
will complicate Central America’s fiscal management in the 21st century. Under
the illusion of attracting foreign investment, governments are tempted to
concede fiscal incentives. Likewise, it is known that the maximum rates of
taxes on corporate income must not depart from the rate prevailing in the
countries which export capital (and must be even lower because of being greater
risk countries). In addition, multinational corporations do not only relocate
operations in fact for tax reasons, they also relocate them fictitiously by
means of price transfers which reduce their tax commitments. Moreover, pressures
on the income side are matched by demands for social expenditure.
In the
cases of countries of the South such as the Central American states it is not
possible to conclude unequivocally that globalization is making income
distribution worse or better. What is undeniable is that unless the
population’s educational level is improved the inequitable forces of
globalization will end up predominating. If in the past, ownership of land and
capital was the determining factor of inequality in the region, in the 21st
century it will be unequal distribution of education, magnified in turn by
integration into the globalized world.
Centroamérica puntea mal ante los ojos del mundo (Cuadro 1). Cuatro
países en particular - Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador - presentan
un pobre rendimiento, sea que se les mida por PIB per cápita, desarrollo
humano, credibilidad de las instituciones públicas, solvencia financiera, o
riesgos ambientales. Costa Rica y Panamá se distancian de sus vecinos, con
mejores calificaciones en casi todos estos rubros, pero quedándose aún a la
zaga respecto a un país como Chile, que representa la vanguardia en Latinoamérica
y cuyos estándares actuales Centroamérica sin duda anhelaría emular en quince
o veinte años. Sobre Belice no se puede afirmar mucho a causa de las escasas
estadísticas disponibles, pero tiende a ubicarse a medio camino entre el primer
y el segundo grupo. Ese patrón de tres peldaños se rompe solo respecto a la
distribución del ingreso, siendo Nicaragua el país con la menor inequidad, y al
afán por adherirse a los principios de economía de mercado, constituyéndose El
Salvador en el país más liberal según el Índice de Libertad Económica.
Cuadro 1:
Evaluación económica, social y ambiental, último año disponible
|
PIB per
capita PPP (cur $) |
Razón del
decile superior al inferior |
Índice de
desarrollo humano[2] |
Índice de percepción
de corrupción[3] |
Índice de
la libertad económica[4] |
Rating
soberano Bonos y
notas[5] |
Riesgos ambientales[6] |
Belice |
4.300 |
.. |
0.732 |
.. |
2.80 |
Ba2 |
.. |
Costa Rica |
6.650 |
26.7 |
0.801 |
5.1 |
2.85 |
Ba1 |
Bajo |
El
Salvador |
2.880 |
31.9 |
0.674 |
3.9 |
2.00 |
Baa3 |
Moderado |
Guatemala |
4.100 |
77.7 |
0.624 |
3.2 |
2.70 |
Ba2 |
Moderado |
Honduras |
2.220 |
35.1 |
0.641 |
1.8 |
3.35 |
B2 |
Moderado |
Nicaragua |
1.950 |
24.9 |
0.616 |
3.1 |
3.60 |
B2 |
Moderado |
Panamá |
7.000 |
62.6 |
0.791 |
.. |
2.40 |
Baa1 |
Bajo |
Chile |
12.730 |
32.9 |
0.844 |
6.9 |
2.00 |
Baa1 |
Bajo |
Fuentes: Columnas 1 y 2:
World Development Indicators 1999, World Bank; columna 3: Human Development
Report 1999, United Nations Development Programme (UNDP); Columna 4: 1999
Corruption Perceptions Index, Transparency International; Columna 5: 2000 Index
of Economic Freedom, The Heritage Foundation; Columna 6: Moody’s Investors
Service, Moody’s, diciembre 1999; Columna 7: World Resources 1998-99, World
Resource Institute.
Lo anterior puede complementarse con un vistazo al grado de preparación
de los países para afrontar los retos del siglo XXI: su dotación de factores -
recursos naturales, capital físico y, en especial, mano de obra. Para no
sobreestimar la capacidad de cambio de Centroamérica hacia el año 2020, también
se incluye el valor que existía en 1980, cerca de 20 años atrás (Cuadro 2).
Se evidencia que Centroamérica sufre un deterioro acelerado de sus
recursos forestales y que el crecimiento poblacional reduce la tierra arable
per cápita. El ahorro doméstico es muy bajo en El Salvador y Guatemala y hasta
negativo en Nicaragua. La inversión ha aumentado, aunque la inversión
extranjera solo es significativa en Belice, Costa Rica y Panamá[7].
Indicadores cuantitativos como líneas telefónicas y consumo de electricidad
per cápita ratifican la posición líder de Costa Rica y Panamá. La fuerza
laboral presenta deficiencias de cara al futuro, pues si bien el enrolamiento
primario neto muestra niveles aceptables en varios países, el secundario es
bastante bajo. Costa Rica y Panamá, una vez más, tienden a distanciarse del
resto de Centroamérica en cuanto a sus posibilidades de construcción de una
fuerza semi-calificada (nivel secundario) y calificada (nivel terciario)[8].
El presente trabajo tiene la siguiente secuencia: Primero, se parte de
una realidad geográfica: la cercanía entre los siete países, para lanzar ideas
que tiendan hacia una reinvención enérgica de la integración centroamericana,
de manera tal que la agenda individual de cada país se complemente con una
sólida agenda colectiva. El objetivo es vislumbrar la integración ideal que
debería comenzar a tomar forma desde los primeros años del siglo XXI. Segundo,
se discuten los vasos comunicantes que sostienen la relación entre
Centroamérica y el Norte: los flujos comerciales (manufacturas, productos
agrícolas y turismo) y los flujos de factores de producción (migración de
ilegales e inversión extranjera). Se trata de medir la capacidad de intercambio
que la región puede llegar a tener en las próximas décadas, identificándose
escollos y oportunidades potenciales. Tercero, se resaltan las contradicciones
que los EE.UU. y en especial la Unión Europea (UE) manifiestan en sus políticas
hacia los países del Sur, contradicciones que en el caso centroamericano
entorpecen su inserción exitosa en la economía mundial. Cuarto, las relaciones
Norte-Sur en el siglo XXI no serán las mismas que las existentes en la segunda
mitad de este siglo. En esta sección se revisan algunos de los temas que serán
motivo de debate en la próxima ronda de la Organización Mundial de Comercio
(OMC); se enfatiza la vinculación entre el comercio y los estándares laborales.
Quinto, la globalización impacta en los países a través de múltiples canales.
En esta sección se discuten dos de los posibles efectos que Centroamérica
experimentará: distribución del ingreso y recaudación tributaria. Se concluye
el trabajo con unas consideraciones finales[9].
La creciente globalización ciertamente le resta importancia a las fronteras
y a las distancias pues achica al mundo. Eso, sin embargo, no indica que la
geografía deje de ser relevante. Los países centroamericanos no son islas que
se encuentren a miles de kilómetros de distancia unas de otras. Para
Guatemala, El Salvador siempre será más importante que Sri Lanka o, quizás,
incluso hasta que la misma Alemania. Si bien, es casi imposible que las
relaciones intra-centroamericanas lleguen a ser la determinante primaria del
crecimiento de la región, no se debe juzgar al mercado único como irrelevante.
La inserción de Centroamérica en la economía mundial, y en particular sus
relaciones con el Norte, permite que a la estrategia individual de cada país se
adicione la posibilidad de gestar una agenda colectiva.
En los 60 y principios de los 70 el regionalismo estaba en boga a causa
de la reciente creación del Mercado Común Europeo. Centroamérica no fue la
excepción: adoptó la misma senda con el fin de lograr a nivel regional las
economías de escala, requeridas por el modelo de sustitución de importaciones,
que otros países más grandes como México, Argentina o incluso Colombia ya
habían alcanzado en lo individual. La integración, sin embargo, tropezó con
serios obstáculos que la llevaron a la pérdida de vigor (Bulmer-Thomas, 1997,
1988): se volvió dependiente del sector agro-exportador tanto para la obtención
de insumos, como para que existiese demanda regional por sus manufacturas[10].
La distribución inequitativa de los beneficios terminó por automarginar a
Honduras, y se desestimuló la exportación de productos industriales hacia fuera
del área a causa de la alta progresividad arancelaria, entre otros. La crisis
política de finales de los 70 y principios de los 80 no fue el inicio sino la
conclusión de un proceso largo de desgaste.
En los 90, la integración regional reinició con gran vigor. La
finalización de las guerras internas y la necesidad común de reconstruir los
países es una motivación importante. Sin embargo, el renovado interés responde
en gran medida a que la integración regional está una vez más de moda. Este
“segundo regionalismo” (Bhagwati, 1993) responde en gran medida a la decisión
europea por profundizar su integración que se originó con la publicación del
Libro Blanco y que concluyó con la suscripción del Tratado de Maastricht. Lo
más novedoso, sin embargo, sobrevino con la sorprendente decisión
norteamericana de combinar el enfoque multilateralista, que habían defendido
desde la creación del General Agreement
on Tariffs and Trade (GATT) en 1948, con la decisión de dar paso al North American Free Trade Agreement (NAFTA)
con Canadá, en un inicio, y luego con México. La respuesta norteamericana puede
interpretarse como una reacción al fortalecimiento de la Unión Europea o a la
toma de conciencia de que ya no eran la super-potencia económica de antaño que
podía prescindir de “alianzas” económicas con otros países. Una tercera razón
en favor del regionalismo fue la percepción de que éste permitía arribar a
acuerdos más rápidos que el multilateralismo. Centroamérica se encontró en la
cresta de la nueva ola integracionista[11]
sintiendo que si no se integraba quedaría en desventaja competitiva con
respecto a otros países del Sur.
En otras palabras, la integración de los 90 en Centroamérica no es vista
con el afán de substitución de importaciones de los 60, sino como una vía
preparatoria para exportar y competir en el mundo globalizado. Ese fenómeno se
aprecia con claridad en el hecho de que la nueva inversión extranjera no arriba
con el fin de “saltarse la barrera” de los aranceles o barreras
no-arancelarias, sino con el de invertir en la industria de la maquila, el
turismo o la provisión de infraestructura en telecomunicaciones o energía
eléctrica.
En Centroamérica no debería existir ninguna barrera arancelaria o no
arancelaria al comercio intra-regional a principios del siglo XXI, y eso
independientemente de que se opte por una zona de libre comercio (con aranceles
diferenciados) o por una unión aduanera (aranceles uniformes para todos los
países). Esa indiferencia responde a que el riesgo de triangulación es mínimo
ante el bajo nivel arancelario.
La movilidad de capital y de mano de obra también es considerablemente
alta[12],
con lo que casi se podría hablar que Centroamérica se consolidará en la primera
década del siglo XXI como un Mercado Común - libre comercio más movilidad de
los factores de producción. A eso hay que añadir numerosos esfuerzos
integracionistas que están teniendo lugar en otros frentes: en el ambiental, el
corredor centroamericano; en el turístico, la Ruta Maya (con México) y la
discusión del cluster de turismo; en
infraestructura, la interconexión eléctrica; en finanzas, la coordinación entre
las bolsas de valores; en el político, las continuas reuniones presidenciales y
el (muy criticado) Parlamento Centroamericano, y más.
Siete monedas en un estrecho trozo de tierra y para solo 34 millones de
habitantes resulta más que absurdo[13],
máxime si se tiene en cuenta la cobertura efectiva tan baja de cada moneda ante
el escaso poder adquisitivo de la mayoría de la población[14].
Centroamérica necesita una unión monetaria, entendiendo por ésta una moneda
única con un único Banco Central, o la adopción de una moneda extra-regional
como el dólar. La unión monetaria permitiría economías de escala en la
utilización de la moneda, reduciría las incertidumbres de los empresarios que
comercian en la región ante movimientos en los tipos de cambio, suprimiría el deadweight loss existente a causa de los
costos de transacción de la moneda[15],
e integraría en forma más efectiva los siete mini-mercados, aún muy segmentados
y proclives a la discriminación de precios. Hay que remarcar que una
pseudo-unión monetaria donde cada país mantuviera su moneda y la fijara con
respecto a las monedas vecinas, no tendría credibilidad de largo plazo y
terminaría por romperse.
Esos serían los beneficios prácticos. Las pérdidas, según la teoría del optimum currency areas (Corden, 1994, De
Grauwe, 1994), serían casi inexistentes. Las siete economías son pequeñas y
abiertas, lo que reduce los beneficios de una devaluación nominal: a medida que
la porción de bienes transables es mayor, aumenta la probabilidad de que un
aumento en los salarios nominales contrarreste la devaluación. Además, hay que
tener en cuenta que en Centroamérica - quizás con la excepción de Costa Rica -
los mercados laborales son bastante flexibles, provocando que no solo los
salarios reales (a lo Keynes), sino también los nominales (a lo neoclásico) se
acomoden hacia abajo ante la necesidad de restaurar la competitividad, y dándose
por esa vía y no necesariamente por la del tipo de cambio nominal, el reajuste
en el tipo de cambio real. A eso aún habría que añadir que la movilidad de
capital y mano de obra en el área es bastante elevada (y aumentará más en el
futuro), con lo que también entra en efecto otro mecanismo importante para
reajustar la competitividad.
La unión monetaria, por supuesto, también tendría sus riesgos. Los
países podrían verse afectados por asymmetric
shocks (p.ej., El Salvador depende en gran medida de remesas, Costa Rica ya
incursiona en la exportación de productos más sofisticados, Guatemala y El
Salvador tienen un sector manufacturero más amplio que Honduras y Nicaragua) y
carecerían de la flexibilidad para responder en forma individual. Asimismo, en
toda unión monetaria existe el riesgo de que alguno de los países se embarque
en una política fiscal más expansionista que los demás y obligue al Banco
Central comunitario a aumentar la tasa de interés para contener cualquier
tendencia inflacionaria. Estos dos últimos aspectos, sin embargo, no parecieran
ser factores que anulen los beneficios, pues con todo y las diferencias entre
países, las economías muestran más similitudes que diferencias, y en cuanto a
lo segundo, siempre es factible alcanzar una coordinación en la política
fiscal.
¿Representa lo anterior que los países centroamericanos deben seguir la
senda europea y crear su moneda y Banco Central comunes? Esa es una de varias
alternativas. La unión monetaria también podría darse en otras formas: un currency board, por el cual se ataría la
emisión monetaria a la tenencia de una moneda extranjera que podría ser el
dólar o éste y el euro, o incluso llegar al extremo panameño de la dolarización[16],
(en la práctica ya existe una alta dolarización efectiva en la región que no se
ha revertido pese a que se ha contenido la inflación)[17].
Otro asunto de suma importancia es la transición hacia esa moneda única.
Tres son las posibilidades existentes: a) la unión monetaria se lleva a cabo de
una sola vez, sin tener que recurrir a un largo proceso de negociación entre
los diferentes países; b) se da un proceso gradual y concertado donde, sin
embargo, se corre el riesgo de que “el convoy
se mueva a la velocidad del barco más lento, que incluso podría representar no
movimiento en lo absoluto” (Corden, 1994), y c) se sigue un proceso gradual
pero no concertado, y cada país se une a medida que se sienta preparado.
La elección radica, por tanto, entre una medida de golpe o el gradualismo.
Ante esos dilemas, los políticos tienden a favorecer el segundo. El gradualismo
suena a medicación tomada de a poco, la medida de golpe a operación quirúrgica dolorosa. La literatura económica reciente
sobre transiciones hacia uniones monetarias, sin embargo, no apunta en esa
dirección (De Grauwe, 1994). Con el gradualismo se corre el riesgo de que la
unión monetaria jamás se concrete. El siguiente ejemplo es por demás
ilustrativo. Antes de la unión monetaria, los países con tasas de inflaciones
más altas tenderán a tener una tasa mayores de interés nominal. Si los tipos de
cambio se fijan - medida usual en los períodos pre-unión -, solo se crea un
incentivo para el movimiento de capital de corto plazo hacia esos países con
tasas de inflación mayores[18].
Ese mayor influjo de divisas, aumenta la oferta monetaria en los países
receptores, con lo que dificulta aún más que éstos puedan seguir políticas
anti-inflacionarias. En otras palabras, se producen contradicciones entre los
diferentes instrumentos: los tipos de cambio fijo podrían perpetuar - más que
reducir - la brecha inflacionaria entre unos países y otros, y la transición
hacia la unión monetaria se auto-derrotaría[19].
De Grauwe (1994), por el contrario, sostiene que la mayoría de uniones
monetarias en la historia se han llevado a cabo de golpe, y cita como ejemplo
reciente la unificación de las dos Alemanias, con la instauración plena del
marco alemán en ambos territorios que eso implicó. En este caso, desaparecen de
tajo las discusiones sobre arduas convergencias de tasas de inflación o sobre
rebuscados niveles para los tipos de cambio fijo (Alemania Oriental, por
ejemplo, no se vio forzada a cumplir con infinidad de requisitos
macroeconómicos, que quizás le hubiesen tomado hasta una generación entera para
cumplir). Con la creación del Banco Central comunitario y la creación de una
nueva moneda, las tasas de inflación automáticamente se uniformizan en una
sola, la cual podría incluso llegar a ser menor que las tasas imperantes en los
diferentes países si se determina que el objetivo primordial de nuevo banco sea
la estabilidad de precios y si se le otorga una autonomía plena respecto a los
gobiernos del área. El Banco Central, por supuesto, se obviaría si se decidiese
que la moneda única fuese el dólar y no una moneda única centroamericana.
Centroamérica, por tanto, se encuentra preparada para la moneda única.
Además, hay que tener en cuenta que ninguna región llega a estar 100% lista
para una unión monetaria: ni siquiera la Unión Europea lo estuvo antes del
inicio del euro. No se puede pretender que las tasas de inflación, que los
déficits públicos o que los valores del IVA sean exactamente los mismos previo
a un acuerdo monetario. En Centroamérica ya se dio una convergencia apreciable
de metas y de políticas en la última década: programas de estabilización, tasas
de inflación moderadas, déficits fiscales bajo control, políticas monetarias
con grandes similitudes, establecimiento del IVA, y mucho más. Y por si eso no
bastara, hay que recordar que con una estrategia de golpe se puede prescindir de muchas de esa pre-convergencias. Argumentar
que las condiciones no están dadas es simplemente buscar un pretexto político
para lo que técnicamente sería muy viable.
Por supuesto, no todo es responsabilidad de los gobiernos. La banca, que
termina siendo el canal multiplicador de la política monetaria en cualquier
país, se encuentra segmentada en Centroamérica, llegando a extremos de
atomización bancaria en países como Guatemala, y arrastrando con ello la
consiguiente ineficiencia que representa el exceso de sucursales. Mientras los
gobiernos del área deben tender hacia la unión monetaria, los sectores privados
de los diferentes países tendrán que avanzar en paralelo con fusiones en el
sector financiero, nuevamente con el fin de alcanzar economías de escala, de
mejorar la integración de sus mercados y de enfrentar con mayores posibilidades
la globalización financiera.
Moneda única y Banco Central, moneda única y currency board, o dolarización plena son algunas de las
alternativas monetarias que la región tendrá que analizar en los próximos años.
Lo que es innegable es que la situación actual con mercados atomizados y
múltiples monedas solo dificulta la integración intra-regional y la
integración de Centroamérica con el mundo globalizado. La presencia de siete
monedas en un trozo tan estrecho de tierra no debe ser otra cosa sino reliquia
del siglo que termina.
La integración centroamericana ha tomado
nuevos virajes en los últimos años: proyectos de infraestructura, corredores
ambientales, instancias políticas, entre otras. Uno de los más novedosos, sin embargo,
lo constituye la inserción más directa del sector privado en el plano
propositivo. El caso por excelencia es la tesis de clusters que el profesor Michael Porter y el INCAE han promovido a
lo largo de la región desde 1996. A través de la misma se pretende,
supuestamente, dejar atrás una competitividad internacional “basada
principalmente en el uso de una fuerza de trabajo abundante y con bajos niveles
de calificación, y unos recursos naturales también abundantes y con bajos
niveles de procesamiento y de especialización”[20],
y sustituirla por otra que descanse en “una intensa y creciente inversión que
llegue a originar factores productivos más especializados y avanzados, y a
generar bienes y servicios más sofisticados y con mayor valor agregado”, lo
que se alcanzaría a través de clusters:
“empresas más productivas y más exitosas internacionalmente [que] se agrupan en
espacios geográficos determinados, en las cuales se desarrollan las condiciones
más favorables para que las empresas mejoren su productividad de manera
sostenida, y alcancen ventajas competitivas de primer orden”.
Ese es el objetivo; el resultado práctico es muy
diferente: la tesis Porter-INCAE ni por asomo rebate la tesis de
Heckscher-Ohlin en el caso centroamericano. Los cuatro clusters que identifican se sustentan fuertemente en la dotación de
factores: a) el turismo, en la riqueza arqueológica, cultural y de riqueza
natural de la región, b) los agro-negocios, en los recursos naturales de la
región (de ninguna manera es nuevo el afán por incorporar mayor valor agregado
a través de la agroindustria), c) los textiles y prendas de vestir, un cluster que Porter criticaba con dureza
unos pocos años atrás - precisamente por ser intensivo en mano de obra poco
calificada - pero cuyo protagonismo terminó por aceptar a causa del tremendo
dinamismo de ese sector, y d) de servicios electrónicos y de software, el único cluster que se distanciaría de la tesis de dotación de factores
para la mayoría de Centroamérica, pero no así para Costa Rica, donde
efectivamente se estaría llevando a cabo[21].
La importancia de la tesis Porter-INCAE para
Centroamérica no recae, por tanto, en aportar una “teoría alternativa” a la de
la más clásica de las ventajas comparativas[22],
sino en enfatizar que aquellas actividades que tienen altas posibilidades
exportadoras - precisamente por la dotación de factores existente -, también
precisan, para ser exitosas en la economía mundial, de un funcionamiento
efectivo de sus actividades complementarias y de apoyo: insumos intermedios,
servicios, infraestructura, legislación, instituciones. Dicho en otras
palabras, no bastaría con que la “mesa” central del cluster sea excelente si las “patas” que lo apoyan no logran
mantener cierto nivel mínimo de eficiencia. Ese afán de integralidad de los clusters sería el aporte valioso de
Porter-INCAE[23]
pues permite auscultar deficiencias que estuviesen imposibilitando un impacto
efectivo de las ventajas comparativas[24].
La tesis de los clusters tiene un segundo beneficio: arroja un viento fresco,
rejuvenecedor, en la agenda centroamericana. Ante el anquilosamiento y
cuasi-anarquía imperante entre tantas instituciones gubernamentales de la
integración - encabezadas por SIECA y SICA -, donde se produce traslapo de
funciones, tortuguismo, poca claridad de objetivos, anuencia a firmar lo que
sea por parte de los gobiernos pero a implementar muy poco, la tesis
Porter-INCAE trae nuevos enfoques, una dinámica distinta que ciertamente busca
el apoyo de los gobiernos centrales, pero a la vez persigue una fuerte
inserción por parte del sector empresarial. El proyecto de los clusters, en otras palabras, no estaría
sino quebrando el patrón tradicional de formulación de políticas
integracionistas, semi-privatizando un proceso que hasta la fecha había recaído
exclusivamente en agencias públicas. El proyecto de los clusters no deja de tener elementos paradójicos: si hubiera emanado
de los gobiernos o de entidades como SIECA o SICA, se habría enfrentado a la
crítica empresarial de ser una iniciativa estatista o de comercio estratégico (picking winners), crítica que no se da
ahora que su “marca de origen” es no-gubernamental, apegada al “espíritu empresarial”.
Hay que tener claro, sin embargo, que en lo
que a integración centroamericana respecta, la tesis de los clusters no constituye una propuesta que
busque revolucionar ese proceso; más bien habría que calificarla de reformista.
Eso se evidencia en planteamientos como los siguientes: “En todos [los
programas regionales], se busca profundizar las coincidencias y la cooperación
entre países, y no forzar acuerdos en áreas de discrepancia”, lo que en
palabras más claras significaría no forzar la integración más allá de lo que el
status quo político y empresarial del área considera aceptable. En ese sentido,
sería errado pretender que la propuesta Porter-INCAE condujese a una revitalización
significativa de la integración centroamericana pues no es esta per se la que
le interesa - solo es una agenda accesoria -, sino construir lazos
integracionistas con el fin de enderezar eslabones de los clusters que permitan una inserción más exitosa en la economía
mundial - la agenda primaria.
Los países centroamericanos son economías pequeñas y abiertas, sin
excepción. Su relación con el Norte es vital en dos frentes: el comercio de
bienes y servicios – incluyendo aquí el turismo - y el movimiento de factores
de producción – la migración de ilegales y la inversión extranjera. Sin ambos
flujos - en particular el primero -, Centroamérica retornaría, de un brinco, al
siglo XIX pues carece de la tecnología, del nivel educativo y de los recursos
financieros que le permitiesen mantener la maquinaria, los vehículos y muchos
otros productos de que dispone en la actualidad. Esta sección concluye con la
discusión de los medios de transporte que en gran medida hacen posible esos dos
flujos principales.
Una tendencia que ningún país en desarrollo logra reformar en un par de
años es su patrón de comercio con el Norte; para eso se necesita que transcurra
un par de generaciones como mínimo. Centroamérica tiene abundancia relativa de
recursos naturales y de mano de obra poco calificada. Por eso no es de extrañar
que por décadas sus exportaciones hayan sido productos agrícolas, y en tiempos
más recientes la industria de la maquila. A cambio recibe principalmente
manufacturas de producción más compleja, intensivas en capital físico o en mano
de obra calificada. No existe la más mínima evidencia de que ese patrón,
apegado férreamente al teorema Heckscher-Ohlin, vaya a experimentar un cambio
radical en el futuro cercano (al menos por los próximos diez o quince años).
Hoy en día muchos sectores en Centroamérica se quejan contra lo que
juzgan una inserción paria en la economía mundial: la maquila. Pese a las
críticas, esta actividad crece con un dinamismo que casi no conoce precedentes
en la región. No podía ser de otra manera: la maquila provee empleos en forma
masiva, genera fuertes ingresos de dólares y no precisa de inversiones
gigantescas. Ante la crítica de que se presta a abusos laborales, la respuesta
obvia es la necesidad de acentuar la llamada auditoría social para garantizar
que las empresas cumplan con estándares laborales mínimos[25],[26].
Ante la crítica de ser inversiones “golondrinas”, se impone la realidad de que
inversiones “no-golondrinas” en manufacturas precisan de un nivel educativo
sustancialmente mayor de la fuerza laboral, de un marco institucional sólido, y
de una alta estabilidad política y socio-económica, por citar solo tres rubros
cruciales[27];
Centroamérica - con la excepción de Costa Rica - no aporta ninguno de esos tres
requisitos aún, y por tanto resultaría utópico cerrar las puertas a la
inversión maquilera bajo el supuesto de que sería suplantada por otro tipo de
inversión directa extranjera[28].
Ante la crítica de que tiene linkages
débiles con la industria doméstica, hay que señalar que backward y forward linkages
con el resto de la industria nacional eran la “vara” para “medir” si una
industria era “beneficiosa” o “perjudicial” en tiempos de la sustitución de
importaciones; en la globalización del siglo XXI, el origen de los insumos
intermedios de un producto será por demás irrelevante pues provendrán
indistintamente de países remotos, de países vecinos o del propio[29].
No se trata, por supuesto, de que Centroamérica transcurra la totalidad
del siglo XXI convertida en una gigantesca máquina de coser, atrapada en uno
de los peldaños inferiores de la escalera de las ventajas comparativas. Como
medida temporal, la región no tiene otra opción sino exprimirle el máximo de
beneficios a ese peldaño de la escalera, y tratar de compensar el bajo nivel
educativo de su mano de obra con adiestramiento básico[30].
En el mediano y largo plazo, sin embargo, no deja de ser una verdad de
perogrullo que Centroamérica debe aumentar su inversión física, y sobre todo
construir capital humano para así mejorar sus ventajas comparativas. En otras
palabras, el reto centroamericano no es otro sino tratar de seguir las huellas
que en su momento transitó Costa Rica, y lo cual le ha permitido a esta última
lograr inversión no-golondrina tipo INTEL y empresas satélites[31].
La crítica contra la maquila no deja de ser injusta si se tiene en
cuenta que 20 ó 30 años atrás, Centroamérica - al igual que muchos otros países
poco desarrollados del Sur - habrían anhelado exportar productos
manufacturados hacia el Norte, pero en ese entonces eso no era sino un sueño
irrealizable. Centroamérica finalmente logró que sus exportaciones dejaran de
concentrarse en productos agrícolas, iniciaron la exportación extra-regional
de manufactura, que podrá ser el paso más simple y con menos valor agregado,
pero que abre una ventana de oportunidad hacia manufactura con mayor valor
agregado. La experiencia mexicana es clara al respecto: la maquila no solo
representa ya casi el 50% de sus exportaciones manufactureras totales[32],
sino que ya alcanzó una fuerte diversificación que va mucho más allá de maquila
de ropa.
También hay que tener presente que los resultados de la Ronda Uruguay en
cuanto al Acuerdo Multifibras también avizoran un escenario más positivo en el
mediano plazo[33].
Allí se acordó que el Acuerdo se iría extinguiendo en forma gradual hasta
desaparecer en el 2005. Aun cuando no llegaría a un comercio totalmente libre[34],
y tampoco habría que descartar que los países del Norte recurriesen a safeguards para obstaculizar las
importaciones[35],
y existe preocupación al haberse dejado que el 49% de la liberalización se dé
hasta el último día de los diez años del período de aplicación (de Paiva Abreu,
1995)[36],
se estima que lo logrado en la Ronda Uruguay fue un avance importante respecto
a la situación imperante en los últimos años. No cabe duda que el Sur, y en
particular los países de menor desarrollo como los centroamericanos, ganan con
esa derogación gradual del Acuerdo. No hay que olvidar que más del 40% de las
importaciones provenientes de los países en desarrollo por parte de los
miembros de la OECD son textiles y ropa.
La agricultura también presenta retos importantes de cara al siglo XXI.
Primero, del monocultivismo de antaño se pasó a la exportación de un puñado de
productos tradicionales, y de ésta, en años recientes, a una aún incipiente
pero más amplia diversificación del menú exportador agrícola. Centroamérica,
por ende, debe afianzar esa diversificación que evite la dependencia excesiva
en unos pocos productos, pero que a la vez genere una producción considerable
que dé lugar a los beneficios de la especialización y, si las hubiera, a
economías de escala. Ese balance entre diversificación y especialización no
será algo sencillo de alcanzar. Tampoco es algo en que los ministerios de
agricultura de los países sean de mucha utilidad en la actualidad, pero a la
vez tampoco es algo en que el simple laissez-faire
conduzca a metas muy exitosas. La solución ciertamente tiene que estar en el
sector privado pero se necesita más dinamismo y visión por parte de éste[37].
Segundo, la diversificación no suprimirá por completo la necesidad de afrontar
la alta inestabilidad de precios de los productos agrícolas. Los acuerdos
internacionales de regulación de precios casi son asunto para la historia, y la
globalización de hoy en día se terminó por llevar los pocos que quedaban, como
el del café. Pese a que desde la década pasada se plantea que la estabilidad de
precios hay que buscarla por el lado de los mercados de futuros, Centroamérica
aún tiene mucho que recorrer en esa dirección pues hasta la fecha no pareciera
existir una fuerte utilización de ese instrumento de mercado. Tercero,
Centroamérica tiene que tener la atención puesta en las innovaciones continuas
de la biotecnología. Estos avances deberían, en teoría, beneficiar a una región
como la nuestra pues mejoras en semillas estarían llamadas a aumentar el
rendimiento[38].
La biotecnología, sin embargo, no deja de ser un arma de dos filos. Por un
lado, tiene el inconveniente de que la invención continua de semillas más
resistentes a enfermedades o al mal suelo, podrían reducir el interés por
conservar el ambiente, con lo que la degradación ambiental continuaría; por el
otro, avances biotecnológicos muy importantes podrían conducir a la sustitución
de productos agrícolas en los que se tuviera inversiones cuantiosas, basta con
recordar que la isoglucosa tomó ya 1/3 del mercado del azúcar en los EE.UU. y
que productos como la vainilla se pueden producir ya en laboratorio[39].
A principios de los 70 el turismo era prácticamente inexistente en
Centroamérica. En esa década creció en forma exponencial, pero con la excepción
de Costa Rica volvió a caer a principios de los 80 a causa del conflicto armado
que devastó a la región. En los 90 el turismo ha vuelto a repuntar,
constituyéndose en una de las principales esperanzas de crecimiento para las
próximas décadas. Razones importantes justifican el optimismo centroamericano.
Por el lado de la oferta, el área tiene evidentes ventajas comparativas:
bellezas naturales - playas, lagos, bosques tropicales -, diversidad cultural -
la herencia maya -, y sitios arqueológicos - Tikal y Copán. Por el lado de la
demanda, se tiene el continuo turismo emisor de los países industrializados,
la cercanía a los EE.UU. y Canadá, y la baja continua en las tarifas aéreas.
Los países en desarrollo se quejaban en el pasado de la baja elasticidad
ingreso que existía por sus productos de exportación, creyendo que eso los
colocaba en una posición poco competitiva en el largo plazo[41].
Con el turismo esto no ocurre: se estima que su elasticidad ingreso es superior
a uno. A mediados de los 70, solo el 8 por ciento de los turistas del Norte
visitaban países en desarrollo; a mediados de los 80, el número había aumentado
a 17%, y para mediados de los 90 ya superaba el 20%[42].
El turismo, asimismo, tiene tres ventajas adicionales para los países en
desarrollo: es un generador masivo de trabajos poco o semi-calificados, el
cual es el recurso abundante en la mayoría de éstos; se constituye en una
estrategia descentralizadora por excelencia pues el turista casi que por
definición busca el interior del país, y es una inversión extranjera de muy
largo plazo si se le compara con otras actividades como la maquila[43].
En los 90, los sectores privados y públicos de los países centroamericanos
han llevado a cabo cambios importantes en el ramo turístico: aumento masivo de
la oferta hotelera, desarrollo continuo de nuevos productos turísticos,
reorganización de los institutos de promoción turística, declaratoria
unilateral de cielos abiertos en varios países del área, y mayor coordinación
entre los países centroamericanos.
Todavía, por supuesto, falta mucho por hacer. Primero, la experiencia
indica que su talón de Aquiles es la inestabilidad política y la violencia en
general[44]
- seguido por las recesiones en los países industrializados. Esas experiencias
muestran que el turismo se ve afectado no solo por la violencia doméstica, sino
también por la que ocurre en países vecinos ya que muchos países en desarrollo
(los pequeños, como los centroamericanos) no constituyen destinos turísticos
por sí solos, sino que el turista los adquiere en paquetes con países cercanos.
En los próximos años Centroamérica no afrontará la violencia política de los 80
pero con toda seguridad seguirá sufriendo las embestidas de la violencia común
de los 90: asaltos y secuestros, y ambos podrían conducir al declive a la
industria turística si no se les aminora.
Segundo, si bien Centroamérica ha logrado desarrollar nuevos productos
turísticos como el turismo de playa en Honduras y Belice, el turismo de
aventura en Guatemala y Costa Rica o el ecoturismo en Costa Rica, con la
excepción de esta última, aún no se aprecia una clara estrategia de hacia donde
apuesta el sector privado y público centroamericano[45].Centroamérica,
al igual que lo ha hecho Costa Rica, debería apostar en mayor medida por el
ecoturismo, entendiéndose por el mismo un turismo responsable hacia áreas
naturales y el cual logra conservar el ambiente y mejorar las condiciones de
vida de las comunidades locales. El ecoturismo, por tanto, no se limita a una
simple estrategia “preservacionista” de áreas naturales, que mantiene a las
comunidades locales a distancia, sino que se caracteriza por promover con ellas
una tesis de stakeholder (Honey,
1999)[46].
El ecoturismo incluso evitaría que Centroamérica terminase como destino
turístico de masas rebasando la “capacidad de carga” de las reservas naturales
y de otros lugares turísticos. El ecoturismo estaría, asimismo, en sintonía
con las proyecciones poblacionales del Norte pues es un atractivo para los
turistas de tercera edad.
Los EE.UU. reciben un flujo continuo de inmigrantes latinoamericanos[47],
constituyéndose Centroamérica en un “proveedor” importante de esos movimientos.
Ni el comercio norteamericano con el área, ni la inversión extranjera, ni las deportaciones
detendrán el flujo migratorio. La elevada tasa de fertilidad centroamericana y
la brecha salarial con los EE.UU. continuarán siendo razones push y pull que sostendrán el flujo migratorio[48],
aunque ciertamente del futuro económico del área dependerá que esos flujos
sigan siendo “ríos” manejables y no se conviertan en “inundaciones” (Escobar,
1998).
La migración hacia el Norte ejerce un impacto poderoso sobre el mercado
laboral del área, pues reduce la oferta de mano de obra, tanto de aquella que
ya existe como de la que recién se incorpora a la fuerza laboral. Si bien,
trabajadores de todos los niveles educativos optan por migrar, sí se podría
concluir que la mayoría pertenece a segmentos con baja o mediana educación: el
recurso humano que Centroamérica posee en abundancia. “Fuga de cerebros”
también ocurre, pero son más excepciones que la norma.
En ese sentido, las remesas familiares, que representan un flujo
importante de divisas extranjeras, contribuyen a amortiguar la inequitativa
distribución del ingreso que prevalece en la región, pues sus receptores son
mayoritariamente familias de escasos recursos, lo que a su vez dificulta una
utilización “productiva” de las remesas, pues sus receptores tienden a
canalizarlas hacia el consumo y no al ahorro[49].
Es difícil precisar si con el tiempo se relajará o se volverá más
estricta la política norteamericana hacia los inmigrantes ilegales. Por un
lado, el envejecimiento de la población es un factor que quizás atenúe la
oposición pues se “estaría vaciando espacio futuro para el crecimiento rápido
de grupos étnicos” (McRae, 1994). Sin embargo, la inmigración de mano de obra
poco calificada se enfrenta a la demanda decreciente por trabajadores sin
calificaciones que existe en los países industrializados, con lo que la
oposición política en los EE.UU. también podría aumentar en un futuro. La
inmigración tiende a ser un tema mucho más sensitivo que el del comercio con
países del Sur debido a que los migrantes ejercen presión en todos los sectores
de la economía, no solo en el de transables (el caso de las importaciones). Los
trabajadores norteamericanos saben, asimismo, que no es lo mismo competir
contra trabajadores del Sur que cuentan con equipo e infraestructura obsoleta y
por ende con menor productividad, a competir contra esos mismos trabajadores en
el mercado local bajo las mismas condiciones (Burtles et al., 1998)[50].
En síntesis, los países centroamericanos no tienen mayor control sobre
los flujos de migrantes hacia los EE.UU. Su reducción en el largo plazo solo
ocurrirá si la región se desarrolla y si las tasas actuales de fertilidad
disminuyen. Mucho también dependerá de las tendencias demográficas y laborales
en los EE.UU. Las remesas seguirán siendo importantes para el área, máxime
porque sufre de menos volatilidad que los ingresos de exportaciones
tradicionales como el café, aunque ciertamente el impacto no es uniforme para
todos los países, llegando a darse casos de gran dependencia como ocurre en El
Salvador.
Cuadro 3
Proyecciones demográficas en los
EE.UU.
|
Población (%) |
Tasa de crecimiento (%) |
Edad (promedio) |
|||
Hispanos |
Anglos |
Hispanos |
Anglos |
Hispanos |
Anglos |
|
2000 |
11.4 |
71.8 |
3.9 |
0.4 |
27.0 |
38.4 |
2020 |
16.3 |
64.3 |
2.6 |
0.3 |
28.8 |
42.1 |
Fuente: Hispanic Business (1999)
Centroamérica es una región que tiende a vivir por encima de sus
capacidades a causa de su bajo desarrollo: la absorción rebasa a la producción
regional. Eso resulta en un déficit continuo de cuenta corriente que hay que
financiar con ingresos externos de capital. Centroamérica recibe cooperación
oficial por parte de gobiernos y organismos multilaterales para paliar parte de
ese faltante, pero sus países saben que esos flujos son temporales - una
especie de ayuda para salir del bache - y no dejan de generar dependencia. Al
endeudamiento tampoco se le considera salvador, pues se sabe que tarde o
temprano habrá que pagarlo y el flujo se revertirá.
Ante eso, los países se afanan por atraer inversión extranjera, en
particular inversión directa extranjera (IDE), pues si bien ésta tampoco deja
de ser un “préstamo” externo, tiene una connotación diferente: el inversionista
extranjero se arriesga a colocar su dinero no con el fin de un simple pago de
interés, sino que se compromete de una u otra forma con el destino de largo
plazo de la región. También se busca la inversión de portafolio, pero no con
tanto ahínco, pues se sabe que sufre de hiper-sensibilidad y que de un momento
al otro puede ir de vuelta a su lugar de origen.
Ese énfasis fuerte en la IDE obliga a que la región esté al tanto de sus
tendencias mundiales y regionales principales. Según la United Nations Conference on Trade and Development (UNCTAD, 1999),
algunas de esas tendencias son las siguientes. Primero, la IDE sigue en auge
hacia los países del Sur. La crisis asiática la afectó muy poco, sin el
comportamiento brusco que impactó a los flujos de portafolio. Segundo, si se
toman los países como parámetro de referencia, la IDE continúa con una alta
concentración en pocos destinos, encabezados por China. Sin embargo, si al
criterio país se le añade otros parámetros como población, PIB, o formación de
capital físico en los países, ya se aprecia una distribución mucho más
equitativa. Tercero, mucha de la IDE presente toma lugar a través de cross-border mergers & adquisitions (M&As), de las cuales, las
privatizaciones tienden a ser una muestra ya que usualmente no son sino
absorciones de compañías domésticas por multinacionales norteamericanas o
europeas. Cuarto, la IDE Sur-Sur tiene una relevancia mucho mayor que los
flujos comerciales Sur-Sur. Quinto, los EE.UU. continúan siendo el principal
proveedor de IDE en Latinoamérica; en lo que respecta a la UE, el primer lugar
lo ocupa España. Sexto, Latinoamérica vuelve en los 90 (en la llamada tercera
ola) a ser destino de la IDE, pues lo fue en la primera ola de los 60 y 70 que,
como se ha mencionado antes, venía a los países para “saltarse la barrera
arancelaria” ante el modelo de sustitución de importaciones entonces imperante,
pero perdió la segunda ola de los 80 a causa de la crisis económica que en ese
entonces asolaba a la región.
Éstos son solo algunos de esos rasgos importantes que Centroamérica
tiene que tener presente pues no cabe duda que es una región donde el capital
es escaso y donde el bajo ahorro doméstico no permite alcanzar tasas de
crecimiento significativas. Centroamérica está haciendo lo obvio: reformar - o
crear de la nada - la legislación que otorgue confianza al potencial
inversionista foráneo. Una senda, sin embargo, en la que no actúa sola; casi
todos los países del Sur se esfuerzan por hacer lo mismo, pues casi todos ellos
padecen del mismo patrón: una absorción por encima de la producción, y un bajo
ahorro doméstico.
Hasta la fecha, nuestros países no son grandes receptores de IDE. Según
UNCTAD (1999), y con base en su “Transnacionality Index”[51],
nuestros países están muy por debajo de receptores importantes de IDE como
Trinidad y Tobago, Singapur, Malasia o Egipto. Costa Rica sería un tanto la
excepción pues alcanza el mayor índice (por encima de 20), seguido por Honduras
(más de 15), y ya más abajo Panamá y (más de 10), y Guatemala (menos de 10). La
lista, por supuesto, es incompleta ya que no existe información sobre Belice,
El Salvador y Nicaragua.
Los flujos de portafolio, pese a su volatilidad y a que se ha desatado
un debate económico sobre la conveniencia de regularlos, tampoco pueden ser
ignorados. Centroamérica se encuentra a la fecha muy a la zaga como para ser
considerado un emerging market;
incluso, ninguno de los países llega a la categoría que se conoce como frontier market [52]. Sus mercados de capitales
prácticamente que son inexistentes y se circunscriben a mercados de dinero.
La tendencia mundial indica que mercados de capital regionales
reemplazarán a mercados individuales (Posner, 1998). En el pasado proliferaron
los mercados nacionales debido a que existían innumerables diferencias
nacionales, pero a medida que la globalización uniformiza procesos y que la
legislación económica se vuelve más similar, se esfuman las diferencias
nacionales y cobra más sentido organizar mercados de capitales regionales que
faciliten la compra y venta de acciones.
Centroamérica ciertamente no posee aún mercados de capitales sino solo
mercados de dinero; eso en gran medida responde a la naturaleza familiar de las
empresas, que se resisten al accionamiento ante el temor a perder el control
sobre la misma (por el contrario, existe mayor propensión a la contratación de
deuda como método de financiamiento). En el largo plazo, sin embargo, esos
rasgos “aldeanos” tenderán a borrarse, como de hecho ya ocurre en gran medida
en los países de industrialización reciente, lo que aunado a la existencia de
un único mercado regional podría convertirlo en un auténtico emerging market[53]. La integración de los mercados de
capitales tendrá que ir de la mano de la creación de la moneda única o de la
dolarización de la región.
El comercio, el turismo, todo aquello que sea tangible necesita ser
transportado de un país al otro. La inserción de Centroamérica en la economía
mundial no puede, por tanto, obviar la mención de sus vínculos con el exterior.
Centroamérica cree estar cerca de los EE.UU.[54].
La relativa cercanía geográfica, sin embargo, no garantiza que Centroamérica
esté cerca de los EE.UU. cuando de determinar costos se trata.
Centroamérica tiene dos medios de transporte principales para el envío
de sus productos y recepción de turistas al área: el aéreo y el marítimo. En
cuanto al primero, Centroamérica ya ha adoptado decisiones importantes cuyos
efectos se harán sentir en las próximas décadas. Primero, prácticamente todos
los países abandonaron el afán - que fue moda en los países del Sur por un buen
número de años - de tener, con fines nacionalistas, su propia aerolínea[55].
El cambio respondió a que esa política “nacionalista”, que iba de la mano con
la imposición de obstáculos a la operación de aerolíneas extranjeras, solo
restringió la competencia, generó ineficiencias y provocó tarifas aéreas altas
que desestimulaban el turismo.
En la última década, Centroamérica se lanzó no solo a la privatización
de las aerolíneas, sino que también a una desregulación importante, incluyendo
una política unilateral de cielos abiertos por la cual no esperan reciprocidad
de otros países para con la línea nacional. En cierta medida, Centroamérica no
hizo sino adoptar políticas iniciadas en los EE.UU. en 1978 y seguidas por
otros países del Norte durante los 80: retirar al sector público de una
actividad productiva que se juzgó debía corresponder al sector privado.
Asimismo, Centroamérica se percató que políticas de turismo y de aviación
sencillamente eran contradictorias, y optaron por la segunda, como muchos otros
países del Sur también lo han hecho en los últimos años (OMT, 1995). La
desregulación incluso fue bastante profunda pues no se limitó a la aviación
“irregular” (la aceptación de vuelos charter)
sino que incluyó los vuelos regulares[56].
Hoy en día la aviación es importante no sólo para el transporte de
turistas, del servicio postal o de productos con alto valor. La exportación
normal de productos cada vez demanda más el transporte por aviación, en
términos relativos, que el transporte marítimo. Esto responde a la baja en
precios provocada por la desregulación y el aumento en la competencia, y a
cambios técnicos que han facilitado el transporte de carga[57].
El transporte de mercancías por aire tiene además dos ventajas sobre el
marítimo: el empacado de los productos no es tan exigente y el costo del seguro
tiende a ser más barato. Como resultado, los países del Sur recurren con más
frecuencia al transporte aéreo para el envío de sus productos, sean estos
productos agrícolas perecederos o no-perecederos, textiles u otro tipo de manufactura
liviana (Hilling, 1996).
En base a estas nuevas tendencias y los cambios promovidos en
Centroamérica, se puede afirmar que la región, en lo que a distancia aérea
respecta, sí se encuentra cerca de Norteamérica. Eso, por supuesto, no
significa que los países no tengan que incurrir en el futuro a inversiones
multimillonarias para el desarrollo de nuevos aeropuertos, máxime en casos como
el de Guatemala, donde el aeropuerto se encuentra dentro de la capital y por
ende poco propicio para el transporte de mercancías.
En cuanto al transporte marítimo, la historia es bastante diferente.
Allí se dan fuertes economías de escala que hacen que un barco de 15.170 dwt en
un viaje de 1.000 millas sea tres veces más costoso por tonelada de cargo que a
través de un barco de 120.000 dwt (Stopford, 1997). Centroamérica, en ese
sentido, se encuentra en clara desventaja ya que sus puertos - con la
excepción del Canal de Panamá - no son apropiados para barcos de gran calado.
Además tampoco tienen sentido inversiones cuantiosas para permitir que esos
barcos arriben pues nuevamente por razones de economías de escala sería difícil
que los países centroamericanos - incluso unidos - lograran generar el tráfico
de mercancías que hicieran rentable su llegada[58],[59].
En síntesis, y marítimamente hablando, Centroamérica se encuentra tan lejos de
los EE.UU. como lo podrá estar Taiwán o Argentina.
Un proceso que tendrá que darse con el tiempo será el cierre de algunos
puertos en el área: su cercanía geográfica es irracional desde un punto de
económico (el caso de Santo Tomás de Castilla en Guatemala y Puerto Cortés en
Honduras). Las paradas continuas de los barcos en cada puerto atrasan los
recorridos, con el consiguiente aumento de costos. Ese proceso de
racionalización, sin embargo, no será sencillo pues obviamente ninguno de los
países desea cerrar sus puertos en beneficio de los de otro país. Lo más
probable es que se llegue a un punto muerto, y la decisión termine “siendo
tomada” por las navieras, las cuales tienden a utilizar puertos pivotales (hubs) y a evitar puertos secundarios con
el fin de reducir costos de operación.
Para competir en la economía mundial, Centroamérica no necesita solo
conectarse con el exterior; también requiere una buena red de comunicación
interna y regional[60].
En ese respecto, nuestros países no cuentan sino con dos opciones: la aérea y
la terrestre. El transporte fluvial, el medio de transporte más económico que
existe y con menor daño ambiental, casi que seguirá siendo inexistente pues los
ríos son pequeños y no conectan los países sino que van de las montañas de cada
uno hacia el océano más cercano (la excepción podría ser Nicaragua). El
transporte por ferrocarril tampoco es una alternativa seria pues la topografía
montañosa lo convierte en un medio lento y costoso[61].
El Norte se comunica con el Sur a través de dos conjuntos de políticas:
la ayuda internacional y el comercio. Lo ideal sería que ambos brazos de
políticas cooperaran para que los países en desarrollo dejaran atrás el rezago
y la pobreza. Eso, sin embargo, raras veces ocurre así: lo usual es que
mientras un brazo del Norte - la ayuda internacional - coopera con los países,
el otro - el comercio - le interpone un sinnúmero de barreras arancelarias y
no-arancelarias. Lo primero nace de su preocupación moral hacia la pobreza
existente en el Sur, lo segundo de su egoísmo como nación, de su afán por
proteger a sus industrias declinantes. Centroamérica no ha sido la excepción a
ese patrón de comportamiento del Norte.
El Norte canaliza hacia Centroamérica una cooperación internacional
significativa ya sea en forma directa o indirecta - a través de organismos
internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) -, pero luego dificulta sus
exportaciones. El resultado no deja de tener sus paradojas pues si bien lo
primero se canaliza hacia los más pobres también tiende a reforzar la
dependencia y el paternalismo, mientras que lo segundo permite la
autosuficiencia y un crecimiento sostenido.
Las cifras del Cuadro 4 evidencian en forma ex-post que la contradicción
se marca más para la UE que para los EE.UU. Centroamérica no logra canalizar
hacia allí sino un porcentaje relativamente bajo de sus exportaciones totales[62],
resultado que todavía es más dramático si además del monto se toma en cuenta la
composición de esas exportaciones - mayoritariamente agrícolas -, lo que
contrasta con el menú exportador hacia los EE.UU., adonde ya se envían
productos manufacturados en cantidades apreciables - la maquila[63].
Las cifras sobre turismo también muestran diferencias apreciables entre
los EE.UU. y la UE, aunque eso, obviamente, no responde a sesgos
gubernamentales pues ni los EE.UU. ni los gobiernos europeos imponen
restricciones para que sus ciudadanos viajen hacia los países de la región[64].
La brecha en turismo, por tanto, obedecería al costo de transporte mucho más
alto para los segundos, y a políticas de promoción de los mismos países
centroamericanos, que tienden a privilegiar a los EE.UU.
No es sino con la cooperación internacional que se aprecia cierto
balance entre los EE.UU. y la UE, y lo que ratificaría la existencia de un
mayor contrasentido de políticas en el caso de ésta última. Los vínculos
históricos con España aún no impactan mayormente en el plano comercial o de la
inversión extranjera con la región[65],
ni sirvieron para se incluyese Centroamérica entre los beneficiarios del Lomé
una vez que España se adhirió a la UE. Por más preocupación humanitaria que
exista en Europa sobre Centroamérica, no hay que olvidar que nuestra región
queda mucho más distante de la UE que los países del Este y del Centro de
Europa, o que incluso que los del Magrebh y el Marrakesh, y por tanto no es de
extrañar que queden más abajo en la jerarquía de prioridades de la “pirámide de
privilegios” de Europa. La actitud europea, en pocas palabras, está en sintonía
con el concepto de “tríada”: la presencia dominante de los EE.UU. en
Latinoamérica, de Japón en Asia y de la UE en los países de la periferia
europea.
Cuadro 4
Relaciones
entre los EE.UU. y la Unión Europea con Centroamérica
|
Exportaciones hacia1 |
Donaciones desde1 |
Turistas desde2 |
|||
EE.UU. |
UE |
EE.UU. |
UE |
EE.UU. |
UE |
|
Belice |
n.d. |
n.d. |
3.0 |
3.0 |
103.684 |
11.237 |
Costa Rica |
961.2 |
630.7 |
7.1 |
39.9 |
281.372 |
114.338 |
El Salvador |
207.6 |
257.8 |
173.3 |
42.5 |
123.392 |
32.326 |
Guatemala |
651.9 |
253.9 |
44.6 |
51.4 |
149.401 |
88.565 |
Honduras |
539.8 |
300.3 |
33.6 |
35.0 |
n.d. |
n.d. |
Nicaragua |
200.6 |
135.9 |
40.1 |
248.8 |
57.595 |
25.952 |
Panamá |
n.d. |
n.d. |
7.9 |
5.9 |
97.812 |
18.315 |
1Promedio anual en dólares corrientes para el período
1993-97.
2Costa Rica, promedio anual 1994-96; El Salvador y
Nicaragua, promedio anual 1996-98, y Belice, Guatemala y Panamá, promedio anual
1995-97.
Fuente: Consejo Monetario
Centroamericano, Development Assistance
Committe (DAC), y OMT, respectivamente.
La política comercial europea amerita, sin duda, una discusión especial.
La UE presenta una estructura arancelaria y no-arancelaria por demás asimétrica
que otorga una alta protección a sus industrias declinantes. Esas industrias,
sin embargo, son precisamente donde nuestros países tienen sus sectores más
dinámicos y con mayores ventajas comparativas: textiles y vestidos y
agricultura. Esa clara asimetría hace que para Centroamérica la discusión sobre
si la UE es creadora o distractora de comercio, o en otras palabras, de si la
profundización de su integración dio lugar o no a un European fortress, termine siendo por demás irrelevante, pues no
son los average los que afectan o benefician a Centroamérica sino esos
sectores específicos[66].
En el plano agrícola no hay que olvidar que se avanzó muy poco en la
Ronda Uruguay precisamente a causa de la virulenta oposición europea para que
se modificara el status quo que imperaba. Ni la presión de los EE.UU. ni la del
Grupo Cairns fueron suficientes para que la UE - por presión mayoritariamente
francesa - cediera sustancialmente en el tema agrícola. Los europeos trataron
en todo momento de preservar su distorsionante Common Agricultural Policy (CAP). En cuanto a manufacturas, los
países centroamericanos no se benefician con Europa de algo similar a lo que
los EE.UU. tienen con la Harmonized
Tariff Schedules (HTS) Subheadings
9802.00.60 y 9802.00.80 y que ha permitido la expansión acelerada de la
maquila.
El Generalized System of
Preferences (GSP) europeo no es sino una herramienta poco operativa[67]:
impone un techo anual de importación con base en patrones históricos de
comercio, puede ser objeto de una cláusula de escape general si se considera
que se afecta a exportaciones provenientes de los países beneficiarios del
Lomé, exige controles administrativos extensos y certificados de origen
estrictos y en niveles altos[68],
dificulta la exportación manufacturera por la gradación arancelaria que existe,
tiende a renovarse en períodos irregulares[69],
y excluye productos en los que Centroamérica tiene posibilidades reales de
exportación[70].
Para concluir solo habría que señalar en defensa de Europa que no se trata de
responsabilizarlos exclusivamente a ellos por las bajas exportaciones
centroamericanas: Sudamérica también recibe un tratamiento desfavorable por
parte de la UE, pero no por eso deja de exportarle un porcentaje muy alto de
sus exportaciones totales.
Los
EE.UU. también a tienden a mostrar incoherencias fuertes en sus
políticas con el Sur, máxime por la fragmentación en la formulación de
políticas que existe entre sus distintos órganos de gobierno; por ejemplo,
mientras la AID puede que apoye programas de apertura comercial, el
Departamento de Comercio interpone barreras comerciales (Krueger, 1993). En el
caso de Centroamérica, sin embargo, la posición norteamericana ya ha sido mucho
más coherente en los últimos años. Se han impulsado proyectos de beneficio
social a través de la AID, y se ha colaborado en forma indirecta a través del
apoyo que brindan organismos multilaterales como el Banco Mundial o el BID,
pero sobre todo se han impulsado iniciativas comerciales que sí han generado un
impacto significativo en los países de la región: en los 80 se lanzó la Caribbean Basin Initiative (CBI), para
ser seguido luego por el aprovechamiento masivo que nuestros países han hecho
de la HTS citada arriba, cláusulas sin las cuales la industria de la maquila
sería inexistente, pues por la misma se permite que productos ensamblados en el
extranjero paguen aranceles solo sobre el valor agregado y no sobre los
insumos. Tampoco hay que olvidar que los EE.UU. compran productos
manufactureros del Sur en mucho mayor proporción que lo hace la UE. Los EE.UU.,
asimismo, han estado mucho menos anuentes a proteger a sus industrias
declinantes y más en la dirección de propiciar lo que serían sectores dinámicos
de su economía[71],[72].
Pese a lo anterior, no cabe duda que Centroamérica aún confronta el reto
de alcanzar la paridad NAFTA con México, con tal de evitar los daños que le
causa la distracción de comercio de las exportaciones irrestrictas de este país
hacia Canadá y los EE.UU. Sobre esto último valdría la pena afirmar que hay
quienes subestiman el alcance de esa paridad. El argumento usual es comparar el
crecimiento de la maquila centroamericana con el de la mexicana y concluir de
allí que la primera ha crecido al mismo ritmo o incluso más que la segunda. Esa
comparación no tiene sentido: asume que México y Centroamérica tienen el mismo
patrón de ventajas comparativas. Se sabe, por el contrario que México tiene una
mano de obra más costosa, por lo que es totalmente comprensible que la maquila
centroamericana crezca más rápido. El daño de la no-paridad NAFTA, en ese
sentido, se da en la contención de la tasa de crecimiento de productos como la
maquila, no en su supresión misma.
En un trabajo sobre Centroamérica en la economía mundial del 2020 no se
puede ignorar lo que quizás sea su inserción más “exitosa” de las últimas dos
décadas: el narcotráfico, pues nada garantiza que ese crecimiento ininterrumpido
y hasta exponencial se vaya a revertir en los próximos años.
Centroamérica no es un productor importante de drogas pero sí una ruta
natural para el tráfico de cocaína desde Sudamérica hacia Norteamérica. A ello
obedece que la droga haya hecho sentir su impacto en todos los países de la
región, yendo desde el tráfico hacia el Norte, el lavado de dinero y booms en la construcción a causa de ese
lavado, hasta la corrupción de instituciones públicas (sistema judicial,
policía y ejército) y la vinculación con otros hechos criminales como asaltos y
secuestros. Centroamérica, en otras palabras, se encuentra prisionera entre la
oferta que fluye de Sudamérica y la demanda que brota de Norteamérica. En ese
sentido, se podría afirmar que el destino del área en lo que a la droga
respecta, casi que está fuera de sus manos, y dependerá de lo que ocurra en los
extremos de la “cadena productiva”.
Con relación a la oferta, pese a las luchas anti-drogas por gobiernos
sudamericanos como Perú o Colombia, todo indica que existe capacidad
productiva para proveer cualquier cantidad que la demanda norteamericana
requiera. Se estima, por ejemplo, que solo Perú tiene dos millones de hectáreas
apropiadas para el cultivo de coca, y que su producción actual se lleva a cabo
en solo 100.000 de esas hectáreas (Stares, 1996)[73].
La respuesta a la ecuación de la droga, por tanto, tendrá que provenir por el
lado del consumo. Hacia el año 2006 se cree que los EE.UU. alcanzarán el pico
de adolescentes[74],
el segmento poblacional con mayor riesgo al consumo; sin embargo, no será sino
hasta el año 2015 que el número total de adolescentes comenzará a declinar
(Stares, 1996). Esta proyección no-lineal indicaría que la demanda
norteamericana por droga continuará, como mínimo, al mismo nivel que en la
actualidad, y que no sería sino hasta dentro de unas dos décadas en que podría
apreciarse una baja en la demanda.
Esto último todavía habría que matizarlo pues el envejecimiento de la
población en el Norte no se traducirá necesariamente en la extinción del
negocio de la droga. A medida que los países del Sur se desarrollen, también
aumentará su poder de consumo, y regiones que hoy son lugares de tráfico
mayoritariamente – p.ej., México, o la misma Centroamérica - podrían
convertirse en demandantes importantes de droga. Esas tendencias incluso no
tendrían que esperar una o dos décadas para ocurrir; de hecho, el consumo
actual de drogas en Centroamérica ya es considerable. Esto ocurre debido a que
el costo de producción y el de transporte y distribución entre países del Sur
es relativamente bajo. Los narcotraficantes pueden perfectamente “segmentar
sus mercados”, y vender a precios “de descuento” fuera de los EE.UU.
En los EE.UU. no faltan los planteamientos sobre la posible legalización
de la droga[75],
posibilidad que, sin embargo, luce muy remota en la práctica. Centroamérica,
por tanto, puede proyectar que las políticas de los EE.UU. continuarán en el
futuro: apoyo humano y en equipo para combatir el narcotráfico; apoyo
financiero para fortalecer instituciones públicas como el sistema judicial, la
policía o las prisiones; apoyo financiero para promover que agricultores del
área puedan dedicarse a cultivos alternativos; tendencia hacia menos barreras
comerciales y al estímulo de la inversión extranjera en el área con el fin de
que los países dispongan de mecanismos alternativos de desarrollo (Stares,
1996)[76].
Los flujos de comercio y de factores de producción descritos en la
Sección I no tendrán en el siglo XXI la “autonomía” que han tenido a lo largo
del presente siglo. Cada vez más se insiste en que la nueva agenda comercial
incluya consideraciones laborales. En la reunión de la OMC en Singapur, y ante
la protesta de muchos países del Sur, ciertamente se concluyó en que esta
institución no debía incursionar en temáticas “ajenas” como la laboral. En la
reunión de Seattle, sin embargo, el tema volvió a resurgir a petición de los
países industrializados. Asimismo, las políticas unilaterales de estos últimos
evidencia que el Norte cada vez vincula más el comercio a los estándares laborales.
La próxima ronda de la OMC, sin embargo, no vendrá solo pintada de azul,
también lo será de verde (lo ambiental) y de muchos otros colores: competencia,
inversión extranjera, servicios, propiedad intelectual, agricultural, entre una
lista larga de temas específicos. Centroamérica se ve forzada, primeramente, a
“digerir” esa masa inmensa de información; segundo, a tomarle el pulso a esas
nuevas tendencias, y tercero, a fijar posiciones que aumenten su poder de voto
como bloque en esos foros multilaterales.
NAFTA estuvo a punto de no concretarse a causa de la oposición de
diferentes sectores en los EE.UU.; los sindicalistas, en particular,
protestaron fuertemente contra lo que juzgaban competencia injusta a causa de
los bajos salarios mexicanos, y porque creyeron que se daría una movilidad
masiva de empresas hacia México. El tiempo se encargó de demostrar el error en
ambos planteamientos: los bajos salarios son reflejo de la menor productividad
mexicana, y no ha tenido lugar ninguna reubicación masiva de empresas (el PIB
mexicano representaba solo cerca del 5% de la economía norteamericana y sus
exportaciones no-petroleras apenas si llegaban al 1% del PIB de los EE.UU. en
1993). En la actualidad la inversión de los EE.UU. en México llega a cerca de 3
millardos de dólares, cerca de 1 millardo más de lo que fluía antes del
acuerdo, pero muy por debajo de los 700 millardos anuales que las empresas
norteamericanas invierten en los EE.UU (Burtless et al, 1998).
Lo anterior, sin embargo, no significa que el tema laboral haya desaparecido
de la agenda comercial. Ya surgió un debate más sofisticado y serio que gira
alrededor de la necesidad de vincular o no el comercio a con políticas
laborales, específicamente a aquellas que se relacionan con los core labor standards[78]. Varias son las tesis que se
argumentan: a) los bajos estándares en un socio comercial podrían considerarse
como subsidios hacia la exportación; b) podría darse una race-to-the-bottom que obligue en a los países del Norte a reducir
prestaciones laborales y otros beneficios alcanzados por los trabajadores; c)
los países del Norte tienen el derecho de prohibir la importación de aquellos
bienes cuyo proceso de producción sea censurable pues equivaldría a aceptar la
inmigración de trabajadores del Sur y hacerlos trabajar bajo condiciones
miserables; d) la OIT carece de poder efectivo para velar por el cumplimiento
de las convenciones laborales que suscriben los países (Brown et al., 1997;
Krueger, 1996; Maskus, 1997; Rodrik, 1996).
Centroamérica no puede ignorar esas tendencias, máxime porque unos de
ellos ya han sido amenazados por los EE.UU. con la cancelación del GSP o con
perder el trato favorable que permiten los subtítulos 9802.00.60 y 9802.00.80
de la Harmonized Tariff Schedules
(que como se vio antes posibilita la industria de la maquila) de no mejorar las
condiciones laborales de los trabajadores[79].
Otra razón es que la ratificación de NAFTA se logró a raíz de que México
aceptara suscribir dos acuerdos complementarios, uno de ellos en temas
laborales, el North American Agreement on
Labor Cooperation (NAALC). A través del mismo se aceptó la adopción de
sanciones comerciales ante violaciones al trabajo infantil y estándares en
salud y seguridad en las plantas, entre otros. Si Centroamérica aspira a la
paridad NAFTA o a integrarse al posible Tratado de Libre Comercio de América debe
prepararse para incluir puntos como esos[80].
El trabajo infantil, en particular, estará bajo un ataque evidente en
Centroamérica. Ese es un tema que trasciende la frontera de los estándares
laborales y pasa a abordar derechos humanos y aspectos éticos. Ante la escasez
de estadísticas que usualmente existen sobre el trabajo infantil, lo usual es
que se extrapole su número como el inverso de los niños que se encuentran en
edad escolar y que asisten a la escuela. Esta relación tiende a ser baja en
Centroamérica, de lo cual se deriva que el trabajo infantil ha de ser
cuantioso. Su vinculación con el comercio, sin embargo, no implica que se le
pueda suprimir con facilidad pues el trabajo infantil involucrado en
actividades de exportación como la maquila tiende a ser una porción reducida
del trabajo infantil total (Grottaert y Kanbur, 1995).
Centroamérica está ante un equilibrio delicado, ya que las fuerzas de la
globalización la empujan hacia mercados laborales flexibles, con bajas tasas de
sindicalización; por el otro, aumenta la preocupación del Norte por temas
ambientales y laborales y por el afán de vincularlos con a las negociaciones
comerciales. Centroamérica tendrá que balancear ambas tendencias en forma muy
hábil para evitar caer en una posición no competitiva ante otros países en
desarrollo, y a la vez complacer a los consumidores del Norte, pero sobre todo
lograr una cohesión social interna donde los trabajadores se sientan partícipes
de las ganancias de la globalización[81].
La agenda del comercio internacional en las próximas décadas no se
circunscribirá, sin embargo, a la temática laboral. Muchos otros temas
borbotean en las discusiones preliminares de la ronda del milenio de la OMC. A
continuación se resaltan algunos de esos viejos y nuevos temas.
Uno es la discusión ambiental. Allí los países del Sur no se enfrentan
tanto al stick del de los países
industrializados (como en lo laboral), sino más bien al carrot, como de hecho ya comenzó a experimentarlo a través medidas
como los debt-for-nature swaps. El
Norte sabe que el daño ambiental del Sur también le afecta y están anuentes a
compartir el costo para proteger sus bosques y otros recursos naturales. Sin
embargo, esto no debe exagerarse, pues si los países en desarrollo se empecinan
en usar el ambiente como herramienta de negociación, creyendo que pueden lograr
que el Norte los “soborne”, se puede llevar la sorpresa de que a éste no le
termine por preocupar en lo más mínimo si corredores pequeños como Centroamérica
se convierten en desierto. Además, los países del Sur deben comprender que la
defensa ambiental no hay que efectuarla por lo que se pueda obtener del Norte,
sino por la defensa misma del ambiente, por las generaciones futuras, algo
similar a lo que ocurre con la democracia que se ansía por sí misma. Asimismo,
Centroamérica debería enfocar el tema ambiental más como un reto para adoptar
tecnologías de punta que se vayan en inventando en el mundo, con tal de dejar
con rapidez la fase “café” (de polución) del desarrollo industrial por la que
los países hoy industrializados tuvieron que transitar.
Otro tema muy relacionado es el agrícola. La Ronda Uruguay ciertamente
dio un paso trascendental al traer bajo el paraguas de la OMC a ese sector que
hasta entonces había quedado a completa discreción de las políticas domésticas
de los países, como consecuencia del alto proteccionismo que los países
industrializados otorgaban a sus sectores agrícolas. En la Ronda Uruguay se
avanzó en el sentido de que se arancelizaron barreras no-arancelarias, se
redujeron subsidios a la exportación, y se codificaron programas domésticos
para medir su potencial de distorsión del comercio internacional. A eso habría
que añadir la suscripción del Acuerdo de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias,
por el cual se dificultó que los países puedan utilizar esas medidas con fines
proteccionistas ya que se estableció el requerimiento de que cumplan con
criterios científicos. Eso fue lo positivo; lo negativo radicó en la práctica
inamovilidad del proteccionismo vigente, ya sea porque los subsidios a la
exportación continuaron vigentes, porque los aranceles se fijaron excesivamente
altos o porque los programas domésticos de apoyo a la agricultura por el Norte
no sufrieron mayores modificaciones (Josling, 1999). Pese a esto, se estima que
la agricultura se puso en la agenda para futuras reformas tanto de una posible
nueva ronda de la OMC como de mismas reformas domésticas que impulsen los
países industrializados con tal de reducir la carga presupuestaria que implica
el subsidio a sus agricultores.
Otra área por demás novedosa es la relativa a la inversión y a la
competencia. En relación a la primera, la Organization
for Economic Co-operation and Development (OECD) trató de aprobar, sin éxito,
el Multilateral Agreement on Investment
(MAI). Su fracaso obedeció a la oposición frontal de Organizaciones
No-Gubernamentales y de otros sectores de la sociedad civil en los países del
Norte ante lo que se estimó como prerrogativas excesivas hacia los
inversionistas. Su caída en la OECD, sin embargo, no implica que no se
contemple su inclusión en una futura ronda de negociaciones. Esa inclusión
simplificaría grandemente la multiplicidad de acuerdos bilaterales[82]
y regionales sobre inversión extranjera que se esparcen a la fecha por el
mundo, además de que iría en sintonía con muchas de las reformas en los
regímenes nacionales de inversión extranjera que la mayoría de países ha puesto
en vigencia en los últimos años (UNCTAD, 1999, estima que de los 145 cambios
que tomaron lugar en 1998 en esos regímenes nacionales, 136 otorgaron un mejor
trato a la IDE, y solo 9 lo empeoraron).
Muy relacionado a esto se encuentra el tema de competencia. Su inclusión
en una próxima ronda de la OMC deriva de la percepción de que en la actualidad
- después de las continuas rondas comerciales - las barreras domésticas
obstaculizan mucho más el comercio internacional que las mismas barreras
arancelarias y no-arancelarias en las fronteras. Existe preocupación, por
ejemplo, por el impacto anti-competitivo que puedan tener relaciones
verticales en las empresas, la dificultad de acceso a nuevos proveedores en
mercados como las telecomunicaciones o la ola de cross-border M&As. A eso habría que agregar que finalmente se
lograría una incorporación plena de áreas por demás relacionadas, como son el
comercio, la inversión y la competencia (Richardson, 1999).
Esta revisión rápida de algunos de los temas - algunos, pues habría que
añadir otros muchos como el comercio en servicios o la propiedad intelectual[83]
- permite detectar áreas que deberían ser motivo de análisis en Centroamérica y
sobre las cuales la región debería asumir posiciones claras. Es obvio que su
grado de influencia en esas negociaciones será mínimo, pero al menos avanzarían
bastante con aclarar los temas de debate y sus aristas, para así incrementar,
aunque sea ligeramente, su poder de negociación en esos foros multilaterales.
Enfrentar la globalización exige ordenar las ideas y definir estrategias. De
otra manera los países centroamericanos continuarán con su política de los 90
de creer que la mejor forma de afrontar esa globalización es la suscripción
alocada de acuerdos de libre comercio con cualquier país que muestre interés en
hacerlo[84].
La globalización llegó para quedarse. Los países no pueden sacarla de
casa y tienen que aprender a convivir con ella. Eso obliga a que nunca se deje
de monitorear su impacto directo e indirecto sobre variables que se consideran
críticas. Esta sección discute dos de esas implicaciones; la lista podría ser
mucho mayor aún.
Por más de una década, Centroamérica ha reformado sus sistemas
tributarios en consonancia con las tendencias mundiales. Primero, se
suprimieron de tajo los impuestos sobre exportaciones con el fin de
estimularlas, y se redujo la participación relativa de los impuestos sobre
importaciones en la estructura total por medio de la desgravación arancelaria
que bajó las tasas máximas y disminuyó la dispersión arancelaria[85].
Segundo, el impuesto al valor agregado, innovación tributaria relativamente
reciente que se introdujo en Francia en los 50, pasó a sustituir a impuestos
indirectos de naturaleza de cascada, convirtiéndose en el impuesto principal
ante sus ventajas técnicas de recolección[86].
Tercero, los impuestos específicos se circunscriben a productos cuyo consumo
desea desestimularse y cuya demanda es altamente inelástica como los
cigarrillos, combustibles y bebidas alcohólicas. Cuarto, los impuestos sobre
ingresos han perdido mucha de su progresividad nominal (la progresividad real
era escasa pues eran muy fáciles de evadir) al bajarse las tasas máximas y
reducirse el número de tasas marginales (en el caso de las empresas se ha tendido
a una tasa única)[87].
Quinto, la recolección de otros impuestos directos como el de la propiedad
siguen siendo de difícil recolección. Sexto, se han suprimido numerosos
incentivos fiscales en vista de que dificultaban la recolección. Séptimo, se
han introducido importantes reformas administrativas – llegándose al punto de
declarar autónoma a la autoridad tributaria - con el fin de reducir la evasión
y la elusión tributaria.
Con la excepción de la baja en los aranceles y el ascenso del IVA, los
anteriores cambios legislativos no han ejercido mayor impacto en la estructura
tributaria: ¾ de impuestos indirectos y ¼ de impuestos directos. En ese
sentido, los países centroamericanos siguen el patrón mayoritario en el Sur; lo
contrario ocurre en el Norte, donde la relación inversa tiende a existir[88].
La estructura tributaria refleja en gran medida la estructura económica de los
países: el sector agrícola es amplio y difícil de fiscalizar, con lo que
contribuye poco a la tributación[89],
y el bajo ingreso per cápita, aunado a la deficiente administración tributaria,
dificulta la recolección del impuesto sobre ingresos y de otros impuestos
directos (Burgess y Stern, 1992; Weiss, 1995).
Los países centroamericanos han adoptado las reformas tributarias en
boga pero quizá sin mayor precisión respecto a la estructura tributaria que
aspiran a alcanzar en el futuro. Las reformas no cuentan con fuertes consensos
nacionales ya que tienden a ser aprobados exclusivamente por el gobierno de
turno, teniendo como fondo la oposición generalizada de la población, y con el
único respaldo de los organismos internacionales. Asimismo, ante la ausencia
de un claro paradigma tributario, los países no tienen una clara dirección
hacia donde ir, lo contrario de lo que ocurre en el comercio con el paradigma
del libre comercio (Tanzi, 1995)[90].
Aunado a lo anterior, se tiene que la globalización, sin duda, complicará
el manejo fiscal de Centroamérica en el siglo XXI. Ante el espejismo de atraer
inversionistas extranjeros, los gobiernos se encuentran tentados a conceder
incentivos fiscales. Asimismo, se sabe que las tasas máximas del impuesto sobre
la renta a las empresas no pueden distanciarse de la tasa prevaleciente en los
países exportadores de capital (y hasta tienen que estar por debajo a causa del
mayor riesgo país). Adicionalmente, las multinacionales procuran no solo la
reubicación real de operaciones por razones tributarias sino también una
reubicación ficticia a través de transferencias de precios que le disminuyan
sus compromisos tributarios. Y por si eso no bastara, las presiones por el
lado de los ingresos se enfrentan a mayores demandas de gasto social.
En los próximos años, Centroamérica tendrá que consolidar las reformas
iniciadas desde mediados de los 80, en particular las de carácter
administrativo y de consenso político. Eso, sin embargo, no será suficiente.
Ante el reto de la globalización se impone la coordinación e incluso hasta la
armonización de políticas fiscales en el área, de otra manera los países
centroamericanos caerán en la tentación de “robarse” a los inversionistas
extranjeros, terminando todos ellos por perder en el largo plazo. La misma
movilidad de capital centroamericano y mano de obra también forzará a una
uniformización tributaria en el área. Esa coordinación se hace más urgente ante
el vacío institucional que existe en el terreno tributario a nivel
internacional: al igual que no hay un paradigma, tampoco existe una
Organización Mundial de Tributación, ni un acuerdo internacional equiparable a
la Ronda Uruguay. La puesta en vigor de impuestos globales como el Tobin tax[91]
o impuestos sobre la utilización de global
commons como el mar o las órbitas geoestacionarias también luce muy remoto.
En los países del Norte, las fuerzas de la globalización presionan hacia
la ampliación del wage premium entre
su mano de obra calificada (los graduados de universidad) y la semi o
poco-calificada (los graduados de high-school),
con lo que se impacta en la distribución del ingreso.
Una revisión rápida de esas fuerzas permite evidenciar las causas[92]:
a) las nuevas tecnologías de la información tienen el rasgo de ser skilled-biased-technological change,
pues tienden a aumentar la demanda por trabajadores calificados y disminuyen la
de trabajadores poco calificados; b) las relaciones Norte-Sur inciden en
varios frentes: la importación de bienes causa un “viaje ficticio” de
trabajadores del Sur hacia el Norte a través de los productos[93];
el outsourcing y reubicación de
plantas hacia el Sur ha llevado a que algunas industrias como los textiles
prácticamente “pertenezcan” al Sur; incluso amplios sectores no-transables como
el data-processing tienden a
convertirse en transables; la immigración aumenta en forma directa, la oferta
de mano de obra poco calificada; c) la desindustrialización (entendiendo por
ésta la alta productividad alcanzada por la industria y que ha llevado a que
cada vez requiera menos empleados) reubica a los trabajadores hacia el sector
de servicios, donde trabajos muy bien remunerados coexisten con trabajos mal
remunerados.
En los países del Sur, las tendencias anteriores no apuntan necesariamente
hacia la misma dirección, y por ello es que resulta muy difícil precisar a
priori si la inequidad disminuirá o aumentará a causa de una mayor inserción en
el mundo globalizado. Por un lado, el comercio Norte-Sur debería contribuir a
una menor inequidad en el Sur, ya que aumenta la demanda por productos
intensivos en mano de obra poco o semi-calificada, contribuyendo a la vez a
aumentar el salario de esa fuerza laboral[94]
(p.ej., miles de mujeres están optando por laborar en maquilas en lugar de
buscar empleos como sirvientas en hogares capitalinos). El mismo efecto estaría
ocurriendo con la mayor demanda por el turismo. El skilled-biased-technological change, sin embargo, estaría
principiando a ejercer la tendencia opuesta al favorecer a las minorías
calificadas del Sur. Otro tanto podría ocurrir con las presiones hacia la baja de
la recaudación tributaria y el aumento del rol del sector privado pues no solo
el gasto social para compensar a los menos favorecidos sería más escaso sino
que el despliegue pleno de las fuerzas del mercado ejerce una presión natural
hacia la concentración de la riqueza.
No es cierto, por tanto, que en el caso de países del Sur como Centroamérica
se pueda concluir en forma tajante que la globalización empeora o mejora la
distribución del ingreso. Lo que sí es innegable, es que de no mejorar el nivel
educativo de la población, sí terminarían por predominar las fuerzas
inequitativas de la globalización. Si en el pasado fueron la posesión de la
tierra y del capital las determinantes de la inequidad en la región, en el
siglo XXI lo sería la repartición desigual de la educación, magnificada a su
vez por la inserción en el mundo globalizado. Aunado a ese gran reto educativo,
Centroamérica tendrá que monitorear continuamente los efectos que la
globalización ejerza en la inequidad en las próximas décadas, máxime porque la
inequidad latinoamericana - en particular del decil más rico al más pobre - es
la más alta del mundo[95],
y además, la experiencia de las últimas dos décadas no ha contribuido a
atenuarla: empeoró durante la década perdida de los 80 y no se ha recuperado en
los 90. Asimismo, una inequidad alta dificulta el combate a la pobreza[96],
provoca inestabilidad y descontento social a la vez que aumenta las demandas
por una agenda redistributiva que afecta al crecimiento.
Una construcción de escenarios para el siglo XXI mostraría que nuestros
países pueden “despegar hacia el cielo” o irse de “pique al infierno”: nada
está garantizado, de todo puede suceder en los próximos años. A lo largo del
trabajo, no se intentó “cansar” al lector con series interminables de datos de
las últimas dos o tres décadas que no garantizan, en lo absoluto, que su
extrapolación vaya a continuar[97];
tampoco se llenó el documento con múltiples sugerencias de políticas cual si
fuera programa de gobierno de un partido político.
El
trabajo, por el contrario, se limitó a presentar un par de
fotografías de la situación actual de Centroamérica, y de allí trató de
interpretar cada uno de los temas que se fueron abordando, de “tomarle el
pulso” a tendencias mundiales, de identificar cambios que estas tendencias
pudieran experimentar. Siempre se intentó tener la mirada hacia adelante, de
pensar en como la generación actual no se conforma con no descalabrar a la
Centroamérica de hoy en día, sino que realmente se esfuerza, y en dos décadas
logra pasarle la estafeta con orgullo a aquellos que hoy son solo unos niños.
Estas páginas no encierran un pesimismo sobre la globalización. La
experiencia reciente incluso evidencia que, entre los países en desarrollo,
son aquellos con niveles altos de apertura económica los que tienden a
registrar los índices de desarrollo humano más alto, ya sea Irlanda en Europa,
Mauricio en África, Túnez en el Norte de África, Tailandia en Asia o Chile en
Latinoamérica (UNDP, 1999). El enclaustramiento económico termina por conducir
al rezago social. Por el lado de las importaciones, la razón es obvia: la
capacidad de comprar en el mercado internacional permite el acceso a productos
a precios competitivos, con una calidad que continuamente mejora, y que deja
como un recuerdo histórico la queja del Sur por el supuesto deterioro de los
términos de intercambio pues si algunos productos han visto caer sus precios
relativos (mejora sin parar en calidad y baja en precios) son muchas de las
manufacturas provenientes del Norte o de países de industrialización reciente.
Los
países, por supuesto, también tienen que tener la capacidad de
exportar, y es allí donde incluso los países centroamericanos han logrado
progresos importantes. La época del monocultivismo agrícola, que atrapó a la
región por décadas - por no decir siglos - quedó atrás; también la tesis de
productos agrícolas tradicionales ha perdido fuerza: a cada poco surgen nuevos
productos agrícolas y no-agrícolas, la maquila, el turismo. En el pasado la
tierra era el factor de producción por excelencia, y la mano de obra estaba
allí como herramienta accesoria, sencillamente para explotar esa renta
agrícola. Hoy en día, la mano de obra ya es el factor de producción por
excelencia del área: en la misma maquila la mano de obra es lo que importa, las
máquinas de coser no son sino los instrumentos accesorios que se importan en un
santiamén y en un par de furgones desde otros países. Falta todavía mucho, por
supuesto, en el terreno exportador, pero un trecho amplio ya se avanzó:
Centroamérica definitivamente no está impotente para competir en el mercado
internacional.
La globalización no consiste solo de las fuerzas del comercio, del
turismo o del capital: también involucra el pensamiento, el cambio de actitudes.
En ese sentido, la globalización también exige de los países en desarrollo el
cumplimiento de reglas mínimas de decencia, de respeto laboral y de respeto al
ambiente. La exigencia de cláusulas sociales paralelas a los acuerdos
comerciales es el caso por excelencia. El Norte desea comprar productos del
Sur pero cada vez muestra mayor preocupación no solo por el producto sino
también por el proceso productivo completo. Este es otro reto de la
globalización que Centroamérica quizás encuentre difícil de cumplir pero que
tampoco es un imposible, de hecho la forma en que han respondido a las presiones
de los EE.UU. en relación al. CBI o el GSP muestra que han tenido la suficiente
agilidad para adecuar su producción.
La
globalización, asimismo, exige que en lo interno de los países se
procure la mayor coherencia de políticas con tal de lograr que las fuerzas
centrípetas, aquellas que le dan cohesión a una sociedad, predominen o al menos
contrarresten las centrífugas, es decir, a aquellas que acentúan la desigualdad
y la exclusión social. Esa es otra idea que los vientos de la globalización
empujan: no basta con crecer, hay que crecer con equidad, y es otro mensaje que
las oligarquías centroamericanas se han visto forzadas a aceptar aun cuando su
mención les disguste, y es áreas como esta donde la tributación y el gasto
social pasan a ser cruciales.
En medio de todo esto, la integración regional tiene un rol por jugar.
No será el motor por excelencia del desarrollo de los países, pero sí puede
constituirse en una estrategia complementaria importante. La industria
centroamericana ya sufrió los embates de la globalización; muchas empresas
desaparecieron y su nueva estructura industrial se compone en la actualidad de
un porcentaje amplio de maquila, pero no toda la industria de la integración
desapareció, hubo empresas que mejoraron su eficiencia, que soportaron la caída
en los aranceles y el ingreso de la competencia externa. Esa industria logró
madurar y, si aún le falta, se podría apostar por que logrará sostener su
porción de mercado en el área.
La
integración, sin embargo, exige desechar patrones de pensamiento del
pasado. Ese afán por los backward
linkages no tiene cabida en el siglo XXI. El reto de todo sector es añadir
valor agregado; discutir sobre el lugar de procedencia de la materia prima y de
los insumos intermedios es redundante pues da lo mismo que vengan de una
fábrica o finca a dos kilómetros de distancia o del otro lado del planeta. Lo
importante del nuevo comercio es que el valor agregado aumente en forma
continua, pues eso indicará que la productividad de la mano de obra va en
aumento, y eso a su vez se traducirá en mejores salarios y en un mayor nivel
de vida.
Los retos del siglo XXI también exigen que los países centroamericanos
tomen medidas radicales en el plano de la integración. Sencillamente no es
posible que se siga hablando de barreras arancelarias y no-arancelarias al
comercio intra-centroamericano, o de dificultades al flujo de capital o mano de
obra, o de progresión lentísimas en proyectos conjuntos como la
infraestructura vial o eléctrica. El mundo marcha a pasos gigantescos en la
senda la integración, ya sea empujada principalmente por los gobiernos, como es
el caso europeo, o por el mercado, como se da en Asia, o lo más común, por
ambos, como NAFTA. Para decirlo con franqueza, el que para el año 2030 ó 2040
sigan existiendo siete países independientes en el istmo centroamericano y no
uno solo, o al menos un par, no será sino una aberración histórica, ya no
digamos negociaciones eternas que nunca se concretan sobre liberalización o
armonización intra-regional o “cumbres” presidenciales que ya andarían por el
número 140, si es que no más.
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Future Trade Policy (North-South Center Press).
Weiss, John (1995) Economic Policy in Developing Countries
(Prentice Hall/Harvester).
Yamazawa, Ippei y Akira
Hirata (compiladores) (1993) Trade
Policies Towards Developing Countries (St. Martin’s Press).
Durante
la década de los 90 América Central vivió procesos de profundos cambios en el
escenario político, instaurándose gobiernos democráticos en todos los países de
la región. Sin embargo, estos cambios políticos no han ido acompañados
suficientemente de transformaciones económicas y sociales paralelas, por lo
que Centroamérica continúa siendo la región más pobre del continente. Al mismo
tiempo, los conflictos armados de la década anterior han causado un mayor
atraso de la región en cuanto a su desarrollo social (educación, salud y
esperanza de vida de su población).
Como
consecuencia de esta situación, aumentó la conciencia en los países
centroamericanos de la importancia de realizar cambios profundos y ha ido
tomando forma la necesidad de establecer un modelo de desarrollo regional para
todos los países de la zona. De este modo se han iniciado diversas acciones
encaminadas a la consecución de la integración económica regional,
reactivándose así el mercado interior común.
Estos
esfuerzos de integración se han visto sin embargo, a menudo obstaculizados por
la falta de un cuadro institucional adecuado, capaz de hacer frente a los retos
planteados de cara al futuro. Es precisamente en este punto donde la comunidad
internacional podría apoyar el proceso de desarrollo regional de la zona a
largo plazo y es también aquí donde se enmarca el presente proyecto Centroamérica
2020.
Centroamérica 2020 tiene como objetivo la promoción del desarrollo
sostenible de la región partiendo de un concepto de desarrollo entendido como
un proceso dinámico y multidimensional que consiste en:
·
Crecimiento económico
sostenible;
·
Mejoramiento del bienestar
social; y
·
Garantías de la ciudadanía en
todas las categorías sociales, de género y étnicas.
Esta
definición del desarrollo tiene una base sólida y fue elaborada antes de que el
Huracán Mitch cayera en octubre-noviembre de 1998 sobre la región con efectos
devasatadores. No es que la definición ahora carezca de relevancia, pero Mitch
ha servido para recordarnos la vulnerabilidad de la región frente a los
desastres naturales y la poca capacidad que tiene el Estado para responder de
manera efectiva. En este contexto, la sostenibilidad adquiere un significado
especial en Centroamérica: los desastres naturales son inevitables, pero no
deben ser empeorados por la acción humana, ni sus consecuencias agravadas por
la incapacidad o incompetencia del Estado y sus instituciones.
El
proyecto Centroamérica 2020 tiene
como uno de sus objetivos principales el contribuir al proceso de integración
regional de los países centroamericanos, realizando un balance de los
resultados obtenidos hasta el presente y estudiando las dificultades actuales y
aquellas que previsiblemente pudieran surgir a mediano plazo en el ámbito político-institucional.
Los
objetivos particulares son:
1. Elaborar un estudio regional comprensivo sobre temas del
desarrollo contemporáneo. Los estudios deben tener en cuenta tres planteos
transversales acerca de
·
la relación entre Estado,
mercado y sociedad civil,
·
opciones en el nivel local,
nacional y regional
·
la viabilidad del desarrollo
sostenible en América Central.
2. Asegurar la participación y contribución de una amplia
gama de actores claves regionales en el transcurso de las investigaciones.
3. Proveer a los gobiernos y a otros actores de la región
con diversas opciones y recomendaciones de políticas.
4. Promover la identidad regional entre los actores públicos
y privados involucrados en el desarrollo.
5. Extender los resultados del proyecto a los actores internacionales
más activos en la dinámica del desarrollo en la región, incluyendo a las
organizaciones multilaterales y a las ONGs.
6. Hacer recomendaciones de políticas a los EE.UU. y a la UE
para programas de asistencia más eficaces.
Los
resultados del proyecto serán presentados en una gran conferencia
internacional en Centroamérica a mediados de 2000, así como en seminarios en
Washington D.C. y Bruselas. También serán distribuidos en una serie de
documentos de trabajo, monografías y libros publicados en inglés y español,
accesibles también a través de Internet: versión en español y alemán (http://www.rrz.uni-hamburg.de/IIK/za2020), versión en inglés (http://ca2020.fiu.edu).
Coordinación:
Klaus Bodemer, Instituto
de Estudios Iberoamericanos (Hamburgo)
Eduardo Gamarra,
Centro para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad internacional de
Florida (Miami)
Dirección Académica:
Sabine Kurtenbach,
Instituto de Estudios Iberoamericanos (Hamburgo)
Michael Shifter,
Diálogo Interamericano (Washington D.C.)
Consultores Principales:
Victor Bulmer-Thomas, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Universidad de Londres
Douglas Kincaid,
Centro para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad Internacional de
Florida (Miami)
Expertos Centroamericanos:
Fernando Durán, Fundación
Arias (Costa Rica)
Carlos Rosales, Secretario
de Comunicación (El Salvador)
Representantes de las Agencias
Donadoras:
Mendel Goldstein, Jefe
de la Dirección México, América Central y Cuba, Comisión Europea DG IB
(Bruselas)
Margaret Sarles,
Agencia Internacional para el Desarrollo de los EE.UU. (Washington D.C.)
# 1: Pablo Rodas-martini: Centroamérica:
Para afrontar con éxito la globalización del siglo XXI
ISBN
3-926446-73-0
# 2: Clarence Zuvekas, jr.: The Dynamics of
Sectoral Growth in Central America: Recent Trends and Prospects for 2020
ISBN
3-926446-74-9
# 3: Luis Guillermo Solís Rivera:
Centroamérica 2020: La integración regional y los desafíos de sus relaciones
externas
ISBN
3-926446-72-2
# 4: Sarah Mahler: Migration and Transnational Issues.
Recent
Trends and Prospects for 2020
ISBN
3-926446-71-4
# 5: Juan Pablo Pérez Sáinz: Las cuentas
pendientes de la modernización. Tendencias laborales y sus efectos sobre la
integración en el Istmo Centroamericano
ISBN
3-926446-70-6
# 6: Carlos Sojo: El traje nuevo del
emperador: La modernización del Estado en Centroamérica
ISBN
3-926446-69-2
# 7: Claudia Schatán: Desarrollo económico y
medio ambiente
ISBN
3-926446-68-4
# 8: Charles T. Call: Sustainable Development in Central America:
The
Challenges of Violence, Injustice and Insecurity
ISBN
3-926446-67-8
# 9: Günther Maihold / Ricardo Cordóva:
Democracia y ciudadanía en Centroamérica. Perspectivas hacia el 2020
ISBN
3-926446-75-7
# 10: Knut Walter: La educación en
Centroamérica: Reflexiones en torno a sus problemas y su potencial
ISBN
3-926446-66-8
Cuadro
2 Proxies de los factores de producción, 1980 y 1997
|
Belice |
Costa
Rica |
El
Salvador |
Guatemala |
Honduras |
Nicaragua |
Panamá |
Chile |
||||||||
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
1980 |
1997 |
|
Recursos naturales
|
||||||||||||||||
Tierra
arable (hás
por persona) |
0.31 |
0.27 |
0.12 |
0.08 |
0.12 |
0.11 |
0.19 |
0.13 |
0.44 |
0.29 |
0.39 |
0.54 |
0.22 |
0.19 |
0.36 |
0.24 |
Bosques
tot. (000 hás) |
2048 |
1962 |
1925 |
1248 |
156 |
105 |
5049 |
3841 |
5720 |
4115 |
7255 |
5560 |
3764 |
2800 |
8087 |
7892 |
|
Capital físico
|
|||||||||||||||
Ahorro
doméstico bruto (% PIB)1 |
4.4 |
20.6 |
20.1 |
23.1 |
13.5 |
3.1 |
13.1 |
9.0 |
16.5 |
20.8 |
9.4 |
-4.8 |
36.1 |
28.7 |
14.7 |
25.8 |
Inversión
doméstica bruta (% PIB)1 |
22.8 |
25.9 |
25.4 |
26.4 |
17.2 |
17.1 |
16.9 |
15.1 |
21.5 |
29.7 |
16.2 |
21.6 |
25.3 |
24.4 |
17.8 |
25.2 |
IDE,
flujos netos (%
PIB)1 |
.. |
3.0 |
1.6 |
3.2 |
0.3 |
0.2 |
1.4 |
0.7 |
0.5 |
1.6 |
0.1 |
2.0 |
0.4 |
2.4 |
1.0 |
4.1 |
Líneas
telef. princip. (por
1.000 habitantes) |
26.8 |
137 |
60.2 |
169 |
15.1 |
56.1 |
11.6 |
40.8 |
7.8 |
36.8 |
10.7 |
29.3 |
63.3 |
134 |
31.9 |
180 |
Consumo
electricidad (Kwh. per cápita) |
.. |
.. |
859 |
1349 |
293 |
516 |
212 |
364 |
225 |
350 |
302 |
256 |
828 |
1149 |
876 |
1864 |
Usuarios
de Internet por
10.000 hab. |
.. |
1.0 |
.. |
12.3 |
.. |
0.3 |
.. |
0.8 |
.. |
1.0 |
.. |
1.6 |
.. |
1.4 |
.. |
13.1 |
|
Capital humano
|
|||||||||||||||
Analfabetismo
(%
población 15+) |
.. |
.. |
8.3 |
5.0 |
33.8 |
22.9 |
46.2 |
33.4 |
39.1 |
29.4 |
41.9 |
36.6 |
14.4 |
8.9 |
8.6 |
4.8 |
Enrolamiento
escolar, Preprimario
(% bruto) |
13.6 |
26.2 |
39.0 |
72.2 |
11.0 |
33.9 |
21.0 |
33.0 |
9.0 |
14.6 |
8.0 |
21.3 |
33.0 |
70.8 |
71.0 |
92.5 |
Enrolamiento
escolar, Primaria
(% neto) |
.. |
98.9 |
89.4 |
90.7 |
.. |
78.1 |
58.5 |
.. |
77.9 |
90.2 |
70.4 |
77.6 |
88.8 |
91.4 |
.. |
88.0 |
Enrolamiento
escolar, Secundaria
(% neto) |
.. |
35.6 |
39.4 |
42.9 |
.. |
20.8 |
12.6 |
.. |
.. |
20.5 |
22.9 |
26.9 |
46.1 |
50.7 |
.. |
58.3 |
Enrolamiento
escolar, Terciario
(% neto) |
1.4 |
0.9 |
21 |
33.1 |
13 |
16.7 |
8.1 |
8.1 |
7.5 |
11.2 |
13 |
12.6 |
20.9 |
31.5 |
12.3 |
30.3 |
Esperanza
vida (años) |
71.5 |
74.7 |
72.7 |
76.5 |
57.3 |
69.4 |
58.0 |
64.2 |
60.0 |
69.4 |
58.7 |
68.1 |
70.1 |
74.0 |
69.3 |
75.2 |
1
En estos tres casos no se toma un valor anual, sino que
los promedios 1977-83 y 1990-97.
Fuente:
Word Development Indicators, Banco Mundial, con la excepción de bosques:
World Resources 1998-99, World Resources Institute
[1]
Esta es la versión final de un trabajo que
formará parte de “Centroamérica 2020”, un proyecto conjunto entre el Diálogo
Inter-Americano de Washington, la Universidad Internacional de Florida y el
Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, con el apoyo de la Agencia
Internacional para el Desarrollo de los EE.UU. y de la Comisión Europea. El
trabajo refleja exclusivamente la posición del autor, no necesariamente las de
las instituciones involucradas. Una versión incompleta se presentó en un
seminario en la Universidad de Massachusetts en Amherst en el mes de mayo; la
primera versión se discutió en un taller llevado a cabo en Antigua, Guatemala
en el mes de julio. El autor agradece los comentarios vertidos por los
participantes a ambos eventos, y aquellos otros recibidos por escrito, en
especial los de los consultores principales del proyecto.
[2] El IDH se construye con proxies para longevidad, logro educativo
y nivel de vida. En teoría su valor puede fluctuar desde 0 (sin desarrollo
humano) a 1 (máximo desarrollo humano).
[3] El IPC se basa en percepciones de
empresarios, analistas de riesgo y público en general. Los valores abarcan
desde 0 (altamente corrupto) hasta 10 (altamente honesto).
[4] El ILE toma en consideración 50
variables en los siguientes diez temas: política comercial, impuestos,
intervención gubernamental en la economía, política monetaria, flujos de
capitales e inversión extranjera, banca, salarios y control de precios, derechos
de propiedad, regulación y mercado negro. Existen cuatro clasificaciones:
libres (1.99 o menos), mayormente libres (2.00 a 2.99), mayormente no libres
(3.00 a 3.99), y reprimidas (4.00 o más).
[5] Esta clasificación de Moody’s se aplica
a bonos de largo plazo y va en orden decreciente: Aaa, Aa, A, Baa, Ba, B, Caa
hasta C. Los numerales 1, 2 y 3 son modificadores en cada rango, siendo 1 el
mejor y 3 el peor.
[6] Los riesgos ambientales pueden ser
bajos, moderados o altos.
[7] Sin embargo, esos valores altos no son
constantes pues fluctúan fuertemente de un año al otro.
[8] Aparte de los factores de producción
tradicionales habría sido ideal incluir alguna proxy de la capacidad y eficiencia institucional de los países,
pero lamentablemente no se encontró ninguna variable apropiada en el World Development Indicators.
[9] Si
bien el presente trabajo abarca a los siete países que geográficamente conforman
el Istmo Centroamericano, la mayor parte de los análisis serán aplicables solo
a seis de ellos; Panamá casi que será excluída implícitamente. Esta “discriminación” no responde a
motivos históricos, sino a que si bien Panamá también cuenta con una fuerte
dotación de recusos naturales y su nivel de mano de obra no difiere
sustancialmente de la del resto del área, desde hace varias décadas, y en gran
medida debido a la existencia del canal, optó por un modelo de desarrollo muy
peculiar, diferente no solo al del resto de Centroamérica sino al de la casi
todos los países del Sur. El canal moldeó el futuro económico de Panamá y la
convirtió en una nación comercial, que ofrece su bandera a inversionistas
navieros de remotos países, y lo cual complementa con un sector financiero muy
desarrollado. La adopción temprana del dólar como moneda de curso legal acentuó
ese modelo tan sui géneris de desarrollo. A Belice, por el contrario, sí se le
asume como parte intrínseca de Centroamérica, aún cuando su distanciamiento,
hasta la fecha, obedezca a otras razones: diferencias raciales y linguísticas
con el resto del área, pasado histórico y cultural diferente, y frías
relaciones con Guatemala a causa del reclamo territorial que esta última aún
mantiene sobre aquella. Se incluye a Belice en casi todos los análisis debido
a su similitud en estructura productiva, sin que eso evite reconocer que en su
caso el impacto del turismo es mucho más intenso.
[10] Por decisión de los gobiernos y a causa
de su misma estructura económica (más rezagada que la de otros países) el
modelo de sustitución de importaciones nunca llegó a suplantar al modelo
agro-exportador.
[11] Solo entre 1990 y 1994 se informó al
GATT de 33 nuevos acuerdos comerciales.
[12] Aún cuando no existan estadísticas confiables
se sabe que los inversionistas adquieren títulos en las bolsas de valores de
los otros países, y que esos movimientos de capital son muy sensitivos a los
cambios en las tasas de interés (principalmente de los títulos públicos). Otro tanto
ocurre con la inversión “extranjera” intra-regional, dándose cada vez más
inversiones conjuntas. En lo relativo la migración, la evidencia anecdótica
refleja flujos intra-centroamericanos altos en todos los estratos
socio-económicos, casi se podría afirmar que la migración intra-centroamericana
es superior a la existente en la UE ya que la lengua común y la alta cercanía
geográfica compensaría la inexistencia de un mercado laboral único, como el que
sí se da en aquella.
[13] Teniendo en cuenta la relación entre
población y número de monedas, sería equivalente a que en lugar del dólar
existieran 55 monedas diferentes en los EE.UU.
[14] Si se toma el PIB y no la población como
referencia, los EE.UU. tendrían ¡1.018 monedas diferentes en lugar del dólar!
[15] Se estima que uno de los rubros más
rentables de la actividad bancaria es el cambio de moneda al dólar y viceversa
en el turismo, remesas, exportaciones, importaciones, movimientos de capital, y
otros.
[16] La pérdida de seignoriage no impactaría mayormente pues no es considerable en la
región. Además, hay que tener en cuenta la evolución internacional del tema: ya
se encuentra en los EE.UU. una iniciativa de ley para que este país otorgue un
porcentaje de su seignoriage a
aquellos países que sustituyan su moneda por el dólar. Aún cuando todavía
falta mucho para que esa iniciativa se convierta en ley, ya representa un gran
avance.
[17] Ciertamente se reconoce que entre
una moneda nueva y común a los países centroamericanos y la adopción del dólar,
lo segundo tiene mucha mayor viabilidad práctica: a) ya se ha dado un proceso
amplio de sustitución de moneda en Centroamérica por el dólar, b) el principal
beneficio de la supresión de las monedas locales (la supresión del deadweight loss señalado arriba) no
tendría lugar sino con la dolarización ya que es con esta moneda con la que
toma lugar el mayor número de transacciones externas de cada país, c) países
como Costa Rica o Guatemala dificilmente aceptarían la sustitución de su Banco
Central por otro centroamericano por la percepción que existe del rezago económico
en Nicaragua o en menor medida en Honduras, d) Panamá jamás aceptaría la
reversión de su dolarización, entre otras razones.
[18] Como no hay riesgo de depreciación
cambiaria, los inversionistas se lanzan a la búsqueda del diferencial en la
tasa de interés.
[19] La snake
monetaria europea solo dificultó esa integración, pues países como el Reino
Unido no lograron sostener la rigidez de los tipos de cambio y optaron por
retirarse del entonces llamado European
Monetary System (EMS).
[20] Véase INCAE y Harvard Institute for International Development (1999).
[21] Por supuesto eso no impide que también
puedan existir algunas compañías en otros países de la región que en lo
individual también incursionen con éxito, pero serían “nichos” aislados más clusters.
[22] Es decir no existen tales ventajas
“competitivas”, como ellos las llaman.
[23] La dimensión considerable del proyecto
puede apreciarse en la lista numerosa de estudios publicados hasta la fecha;
véase www.incae.org.cr/clacd
[24] Negar la importancia del cluster por los bajos backward linkages que se dan en
actividades como la maquila no tiene sentido pues ignora nuevas tendencias de
los procesos de producción mundiales (véase la Sub-sección 2.1).
[25] Una experiencia reciente bastante
exitosa ha sido la aprobación del Código de Conducta por la industria maquilera
en Guatemala.
[26] Esto se discute más ampliamente en la
Sub-sección 4.1.
[27] Además hay que tener en cuenta que
maquilas en lo individual podrán ser “golondrinas”, no así el sector de la
maquila en su conjunto.
[28] Las excepciones se dan en el turismo y
en proyectos de infraestructura.
[29] El caso por excelencia son los
automóviles o las computadoras, cuyos componentes pueden fácilmente provenir de
diez o veinte países diferentes.
[30] En los EE.UU. se tiende a plantear como
ejemplos el caso de negocios de comida rápida: servicios muy eficientes y
exitosos, con mano de obra poco calificada pero adecuadamente adiestrada.
[31] Por eso, no será de extrañar que el menú
exportador de Costa Rica llegue a ser marcadamente diferente del de sus vecinos
en una o dos décadas, cuando mucho.
[32] Y sin duda alguna un porcentaje aún
mayor de sus exportaciones hacia los EE.UU.
[33] La derogación gradual del Acuerdo
Multifibras habría sido una de las principales cartas de negociación del Norte
para que los países del Sur aceptaran suscribir acuerdos en cuanto al comercio
en servicios y a la propiedad intelectual.
[34] Al final del período de diez años, los
aranceles todavía continuarán (Hoekman y Kostecki, 1995).
[35] Queda abierta la opción de medidas anti-dumping.
[36] Existe la preocupación de que llegado
ese momento algunos países del Norte se fuesen para atrás.
[37] Proyectos como los de la Fundación
Chile, a través de los cuales se lleva un monitoreo de la demanda del mercado
internacional y se desarrollan nuevos productos, aún están muy remotos de
cumplirse en nuestra área.
[38] Sin embargo, se descarta que vaya a
producirse una nueva “revolución verde” como la lograda décadas atrás pues se
ha incurrido en exceso de fertilizantes y deterioro de la tierra, en particular
salinización de la misma.
[39] El futuro, sin embargo, es menos
incierto para países agrícolas como Centroamérica que para países mineros,
pues la industria moderna pasa por un proceso de “miniaturización” (CEPAL,
1994) que hace que los productos manufacturados requieran cada vez de menos
componentes metálicos.
[40] En otro tipo de servicios -caso del data-processing- Centroamérica aún se
encuentra muy a la zaga. Países como México, India y los caribeños ya incursionan
muy exitosamente en ese sector, pero para eso requiere de mano de obra
semi-calificada y de un buen sistema de telecomunicaciones.
[41] Fue uno de los argumentos utilizados por
Raúl Prebisch y Hans Singer para explicar el deterioro de los términos de
intercambio de los países del Sur (ya fueran productos agrícolas o
manufacturados).
[42] En cuanto a proyecciones, la
Organización Mundial de Turismo (OMT) pronostica que el turismo mundial pasará
de 660 millones en el año 2000 a 937 millones en el año 2010; en el caso de
Latinoamérica, se cree que el crecimiento esperado en esa década llegará a ser
del 3.5% anual (OMT, 1997).
[43] También hay que tener en cuenta, por
supuesto, que, si se deja sin regulación, el turismo puede generar daños
sociales de consideración como aumento en el consumo de drogas y turismo
sexual.
[44] Richter (1992), entre otros autores,
muestra como los hechos violentos han afectado industrias turísticas crecientes
en Egipto (ante el ataque de fundamentalistas musulmanes), Nepal (al
suscitarse amenazas de guerra entre India y Pakistán), Islas Galápagos (cuando
Sendero Luminoso se encontraba en su apogeo en el Perú), y la misma Costa Rica
(con la crisis centroamericana de los 80).
[45] En países como Guatemala, la oferta
hotelera en la ciudad capital excede con creces a la oferta hotelera del
interior del país, creyendo falsamente que pueden llegar a desarrollar un
turismo de convenciones -un nicho en que es inmensa la competencia por parte
de ciudades norteamericanas, mexicanas y del caribe-, y que solo les ha
resultado en cuartos ociosos de hotel.
[46] Los ecoturistas enfatizan que el
ecoturismo debe cumplir, al menos, con los siguientes rasgos: 1) viajar a
destinos naturales, 2) tener un impacto ambiental mínimo, 3) despertar
conciencia ecológica tanto en los turistas como en las comunidades locales, 4)
generar recursos para conservar el ambiente, 5) proveer beneficios inmediatos
y directos para las comunidades locales, y 6) respetar la cultura local (Honey,
1999).
[47] La División de Población de la ONU
estima que la migración neta de Latinoamérica entre 1990 y 1995 fue de -1.2
por 1.000 habitantes, lo cual redujo la tasa de crecimiento poblacional de la
región en cerca del 7%. Visto desde el lado norteamericano, las estadísticas
reflejan el mismo fenómeno: la immigración ha sido la causa del 38% del
crecimiento poblacional hispano en los EE.UU.
[48] Bhagwati (1984) utiliza el modelo
Harris-Todaro de migración rural-urbana para explicar el fenómeno de migración
internacional con la diferencia de que el sueldo del país receptor (en lugar
del sueldo en el sector formal) se multiplica por la probabilidad de cruzar la
frontera (en lugar de la probabilidad de obtener un empleo formal), y
permaneciendo el “desempleado” en el país de origen (en lugar de estar
laborando en el sector informal de las urbe).
[49] Ese afán por lograr una utilización
“productiva” de las remesas ya tiene bastante años de antiguedad en la
literatura económica (Meyers, 1998), sin que a la fecha se hayan producido
mayores éxitos, ante ese patrón fuertemente sesgado hacia el consumo.
[50] También es difícil precisar cual
puede llegar a ser el impacto de una creciente minoría hispana en la migración
proveniente de Latinoamérica y en las relaciones económicas entre EE.UU. y
Latinoamérica. José ya fue el nombre más popular en California y Texas en 1998,
y los hispanos serán la “mayor minoría” (por encima de la población negra) - y
bastante joven - a causa de su elevada tasa de crecimiento anual (Cuadro 3).
[51] El índice de transnacionalidad se
construye como promedio de cuatro porcentajes: flujos de IDE como porcentaje
de la inversión bruta de capital fijo, stock
de IDE como porcentaje del PIB, valor agregado de las filiales extranjeras
como porcentaje del PIB, y empleo de filiales extranjeras como porcentaje del
empleo total.
[52] Un frontier
market es un mercado pequeño e ilíquido según los estándares de los emerging markets (no de los mercados de
los países industrializados), y cuya información disponible se estima que es
escasa (IFC, 1999).
[53] Pese a crisis financieras como la
asiática o la brasileña, los países del Norte siempre seguirán viendo hacia los
emerging markets para invertir. Las
razones son numerosas (Posner, 1998): a) los mercados emergentes usualmente han
superado el rendimiento de los mercados de los países industrializados, b) pese
al riesgo que implica invertir en mercados emergentes, hacerlo minimiza el
riesgo total del portafolio de un inversionista pues las correlaciones entre los
mercados de capitales del Norte y del Sur aún son bajas, c) las economías de
los mercados emergentes están creciendo más rápido que las economías del Norte,
d) si bien los mercados emergentes ya han sido inversiones en voga en la última
década, todavía se encuentran en una etapa temprana de desarrollo, e) casi
todos los mercado emergentes han llevado a cabo reformas económicas
importantes en los últimos años, f) en los mercados emergente los small caps aún se encuentran sin
descubrir, g) la información sobre los mercados ya es mucho más accesible, h)
el mismo mercado de los EE.UU. busca activamete listar más acciones
extranjeras a través de lo que se conoce como American Depositary Receipts (ADRs).
[54] En el pasado un presidente guatemalteco
ya se jactó de ser el único país del mundo colindante con NAFTA.
[55] La cual tendía, total o
mayoritariamente, a ser propiedad estatal.
[56] Curiosamente, no se dio la
bancarrota de las aerolíneas nacionales. Las pequeñas aerolíneas de cada país fueron
absorbidas por TACA, que a la fecha ya es la tercera aerolínea de
Latinoamérica.
[57] El transporte aéreo se diseñó
inicialmente para el transporte de personas y no de productos, con lo que no
habían las facilidades correspondientes en los aeropuertos (Hilling, 1996).
[58] Eso no es todo, sin embargo, el patrón
de comercio de los países del Sur (bienes mayoritariamente agrícolas en una
dirección y bienes manufacturados en otra) encarece el manejo portuario pues
hace que puertos pequeños requieran de sistemas diferentes de carga y
descarga. Y todavía queda agregar que la estacionalidad de la producción
agrícola impone un costo adicional: congestión portuaria en unos pocos meses y
capacidad ociosa en otros (Hilling, 1996).
[59] Es difícil afirmar si el transporte
marítimo es más competitivo en Centroamérica (y por ende menos costoso) que en
otros países del Sur. Sin duda existe la “conferencia” (el cartel) de las rutas
que llegan a Centroamérica, lo que afectará los precios del transporte.
[60] Las comunicaciones intra-centroamericanas
también facilitarían la integración política y cultural, como de hecho ha
ocurrido en países como Brasil.
[61] ¡Aunque turísticamente un
ferrrocarril centroamericano sería un rotundo éxito!
[62] Belice y Panamá no dejan de ser casos
especiales; uno por formar parte de los países African, Caribbean y Pacific (ACP), que han recibido tratamiento
especial por parte de la UE, y el otro por la presencia del canal.
[63] La diferencia entre las exportaciones a
los EE.UU. y Europa aún es mayor que lo que indica el Cuadro 4, pues no es sino
hasta entrados los 90 que algunos países del área ya incorporaron el valor
agregado de la maquila en la balanza comercial, y no en otros rubros de la
cuenta corriente, como era lo usual.
[64] Por supuesto, sí alertan a sus viajeros
sobre riesgos a su inseguridad interna.
[65] Aunque sí hay que reconocer que la
inversión española ha aumentado en los últimos años en proyectos de
infraestructura y en el turismo.
[66] Otro factor (más de naturaleza
macroeconómica) que también distingue a la UE de los EE.UU. es el balance
comercial: los primeros tienden a tener un equilibrio alto entre sus
exportaciones e importaciones - cerca al 100 - mientras que los segundos
incurren en continuos déficits comerciales, lo que por supuesto, es resultado
de una mucho mayor demanda de productos importados provenientes del Sur, entre
otras razones.
[67] Ocurre algo similar (o incluso peor) a
lo que se da con el GSP de los EE.UU.: sus efectos beneficiosos en el comercio
para los países en desarrollo es mínimo, y a ello obedece que los exportadores
de países caribeños y centroamericanos prefieran el CBI.
[68] En el caso de los EE.UU., esa es otra
ventaja del CBI norteamericano: mientras el GSP requiere que el 35% del valor
se agregue en el país beneficiario o en una asociación de GSP, el CBI también
incluye el contenido de origen de los EE.UU.
[69] No tiene la estabilidad de las
convenciones de Lomé.
[70] Un análisis más exhaustivo sobre el poco
éxito y dificultades del GSP europeo se encuentra en Stuven (1993).
[71] Los EE.UU. procuran apoyar a
sus industria declinantes a través de programas de re-entrenamiento para los
empleados despedidos, más que por medio de barreras para evitar la competencia.
[72] Un
riesgo existente en los EE.UU. aún consiste en los recursos anti-dumping que con mucha facilidad
pueden interponer las empresas norteamericanas, lo que, sin embargo, no
representa mayor riesgo para Centroamérica ya que su penetración de ese mercado
es ínfima.
[73] Incluso
hay que tomar en cuenta que aún cuando llegase a generarse una escasez de
tierras, la producción continuaría, pues son plantas con capacidad para crecer
incluso en tierras pobres.
[74] Se
estima que serán 30.8 millones: 900.000 más que el pico alcanzado en 1976 con
los adolescentes del baby boom.
[75] Hay
quienes creen que así se suprimirían sus facetas más negativas: el hampa y la
corrupción de las instituciones públicas, y que el dinero que hoy se dedica al
combate del narcotráfico podría utilizarse en programas de rehabilitación. El
principal argumento que utilizan los opositores de la medida es que la
legalización aumentaría el consumo. Además, aún cuando se legalizara, la droga
tendría que seguir siendo ilegal para los grupos más riesgosos: niños y
adolescentes (como ocurre con las bebidas alcohólicas y los cigarrillos), con
lo que todavía existiría un mercado negro muy considerable.
[76] En muchos casos, sin embargo, la ayuda
norteamericana no se dará en efectivo sino a través de alivios de deuda o
programas de debt swap, correspondiéndoles
el desembolso a los gobiernos locales.
[77] Una
discusión bastante más extensa sobre este tema se encuentra en Rodas-Martini
(1999 y 2000a).
[78] Como
core labor standards se tiende a
identificar: a) eliminación de trabajo infantil explotador, b) prohibición de
trabajo forzado, c) no discriminación en empleo, d) libertad de asociación
laboral, y e) derecho a organizarse y negociar colectivamente.
[79] Price
Waterhouse, Arthur Andersen y otras empresas de auditores ya efectúan
“auditorías laborales” para certificar que las empresas cumplan con estándares
mínimos.
[80] A
nivel teórico, se discute si los core
labor standards deben considerarse bienes públicos o privados. La
distinción es importante ya que de concluirse lo primero, se arribaría a la
conclusión de que deben ser objeto de regulación gubernamental en el nivel
doméstico e internacional; de ser bienes privados, por el contrario, se estaría
optando por soluciones de mercado como labeling
y codes of conduct para las
multinacionales. Aunque, por supuesto, también existe la posibilidad de mezclar
ambas soluciones.
[81] Valdría
la pena añadir que Centroamérica tiene razones para tener la mirada puesta en
el debate laboral que se suscita en el Norte: pese a la diferencia de
realidades y a que mucho no será aplicable, puede tomar ideas para avanzar en
saltos y adelantarse a las tendencias laborales que quizás se esparzan hacia
los países del Sur en una o dos décadas. Cuatro de esos aspectos son los siguientes: a) el entrenamiento es vital
para mejorar la preparación de la fuerza laboral; para evitar que los costos
incidan en la competitividad de las empresas, se pueden establecer programas de
aprendices a través de los cuales el trabajador joven recibe ingresos menores
mientras se encuentra en entrenamiento (el caso de Alemania); b) habría que
promover acuerdos de profit sharing
entre trabajadores y empresarios a través de los cuales se comparte el impacto
de los buenos y los malos tiempos, a la vez que se reduce la tendencia a los
despidos en tiempos de recesión; c) reconocer que los salarios mínimos no
pueden estar muy encima del salario promedio del país, pues de otra manera
impactarían en el empleo, y d) prepararse para afrontar la realidad del
trabajo contingente – p.ej., trabajos de medio tiempo o trabajos por contrato-,
que tienden a aumentar con la globalización, y encontrar mecanismos para
garantizar que las empresas no recurran a los mismos con el único fin de
reducir las prestaciones de los trabajadores.
[82] UNCTAD
(1999) afirma que para finales de 1998, el número de acuerdos bilaterales ya
llegaba a 1.726 habiendo pasado de 169 en 1997 a 174 en 1998 el número de
países que han firmado alguno de estos.
[83] Una
revisión rápida de todos los temas se encuentra en la Carpeta de Prensa que
entregó la OMC en su Tercera Conferencia Ministerial de Seattle de 1999.
[84] Los países centroamericanos, por ejemplo,
insistieron en la suscripción de un acuerdo de libre comercio con Chile, cuando
en ese caso más procedía la búsqueda de joint-ventures
con Chile en el sector agro-industrial; con República Dominicana también se
empecinaron por suscribir un acuerdo de libre comercio, cuando nuevamente
quizás más procedía unificar esfuerzos con este país para alcanzar hacer labor
de cabildeo en los EE.UU. o Canadá para alcanzar una paridad NAFTA, o con Corea
del Sur, donde si bien no existe aún en camino ningún acuerdo de libre
comercio, procedería centrar los esfuerzos en la discusión de una política
integral para las maquilas.
[85] A
principios de los 90, los aranceles todavía representaron un porcentaje
significativo de los tributos a causa de la arancelización de las barreras
no-arancelarias, la ampliación de la base tributaria al suprimirse exenciones y
el menor estímulo al contrabando que se logró con tasas arancelarias más bajas.
Para las siguientes décadas, sin embargo, todo indicaría a una erosión mayor de
los aranceles, máxime a medida que las mejoras administrativas al IVA eleven su
recaudación.
[86] La
dependencia de los países centroamericanos con respecto al comercio exterior se
evidencia aún en este caso pues el IVA sobre importaciones representa cerca
del 50% de la recaudación total de IVA.
[87] La
recaudación del impuesto sobre ingresos se concentra en los ingresos de las
empresas y no de las personas.
[88] Esto
aún es más extremo que la relación 2/3 vs 1/3 que ocurre en muchos países en
desarrollo; la relación inversa 1/3 vs 2/3 es la usual en los países
industrializados.
[89] Algunos
sostienen que los impuestos a la exportación deben ser considerados como
sustitutos del impuesto sobre la tierra.
[90] Sobre
la importancia de trazar lineamientos tributarios de largo plazo y comprender
en mejor forma las dificultades que confrontan los países en desarrollo en esta
área, véase Rodas-Martini (2000b).
[91] James
Tobin, Premio Nobel de Economía, propuso que se gravaran las transferencias
privadas de capital de un país al otro.
[92] Véase
Rodas-Martini (1998).
[93] De
nuevo el teorema Heckscher-Ohlin.
[94] Los
teoremas Heckscher-Ohlin y Stolper-Samuelson están en efecto.
[95] Ningún
país latinoamericano tiene un Gini menor a 40.
[96] Se
argumenta que un canal ocurre en forma directa al afectar el crecimiento, y el
otro, en forma indirecta pues incluso asumiendo que los beneficios del crecimiento
se distribuyen en forma proporcional a la porción inicial de ingresos, los
pobres reciben una tajada muy baja.
[97] Aunque sí se tiene la intención de introducir más información estadística en la siguiente versión del trabajo, con posibles proyecciones de algunas variables importantes.