Centroamérica en la Economía Mundial en el Siglo XXI

Primera versión
 
 

Pablo Rodas-Martini

pablorodas@yahoo.com


 
 

 

Esta es la primera versión de un trabajo que formará parte de "Centroamérica 2020", proyecto conjunto entre el Diálogo Inter-Americano, la Universidad Internacional de Florida, y el Instituto de Estudios Iberoamericanos de Hamburgo, Alemania, con el apoyo financiero de la Agencia Internacional para el Desarrollo de los EE.UU. y la Comisión Europea. El trabajo refleja exclusivamente la posición del autor, no necesariamente las de las instituciones involucradas. La primera versión será presentada en un taller en Centroamérica en el mes de julio, y la final unos meses después. Una versión incompleta del mismo se presentó en un seminario de la Universidad de Massachusetts en Amherst. El autor agradece los comentarios expresados por los asistentes, en especial por los profesores James Boyce y Mohan Rao. Cualquier comentario adicional es bienvenido.

Introducción

Centroamérica puntea mal ante los ojos del mundo (Cuadro 1). Cuatro países en particular, Nicaragua, Honduras, Guatemala y El Salvador, presentan un pobre rendimiento, sea que se les mida por PIB per cápita, distribución del ingreso, desarrollo humano, credibilidad de las instituciones públicas, solvencia financiera, o riesgos ambientales. Costa Rica y Panamá se distancian de sus vecinos, con mejores calificaciones en casi todos estos rubros, pero quedándose aún a la zaga respecto a Chile, el país que para muchos representa la vanguardia en Latinoamérica y cuyos estándares actuales Centroamérica sin duda anhelaría emular en quince o veinte años plazo. Sobre Belice no se puede afirmar mucho a causa de las escasas estadísticas disponibles, pero tiende a ubicarse a medio camino entre el primer y el segundo grupo. Este patrón de tres peldaños se rompe solo respecto al afán por adherirse a los principios de economía de mercado constituyéndose El Salvador en el país más liberal según el Indice de Libertad Económica.

Cuadro 1 Evaluación económica, social y ambiental, último año disponible
 
 
PIB per capita

PPP

(cur $)

Razón del quintile superior al inferior
Indice de desarrollo 

Humano

Indice de

Percepción de corrupción

Indice de la libertad

Econom.

Rating soberano

bonos y notas 

Riesgos ambiental.
Belice
4,300
..
0.806
..
2.80
Ba2
..
Costa Rica
6,650
13.1
0.889
5.6
2.80
Ba1
Bajo
El Salvador
2,880
10.6
0.592
3.6
2.25
Baa3
Moderado
Guatemala
4,100
20.8
0.572
3.1
2.75
Ba2
Moderado
Honduras
2,220
27.8
0.575
1.7
3.15
B2
Moderado
Nicaragua
1,950
13.1
0.530
3.0
3.50
B2
Moderado
Panamá 
7,000
22.6
0.864
..
2.40
Baa1
Bajo
Chile
12,730
14.5
0.891
6.8
2.15
Baa1
Bajo

Fuentes: Columnas 1 y 2: World Development Indicators 1999, World Banco Mundial; columna 3: Human Development Report 1998, PNUD; Columna 4: 1998 Corruption Perceptions Index, Transparency International; Columna 5: 1999 Index of Economic Freedom, The Heritage Foundation; Columna 6: Moody’s Investors Service, Moody’s; Columna 7: World Resources 1998-99, World Resource Institute. Ver definiciones de los índices en el apéndice.

Lo anterior puede complementarse con un vistazo al grado de preparación de los países para afrontar los retos del Siglo XXI: su dotación de factores -recursos naturales, capital físico y, en especial, mano de obra-. Con el fin de no sobreestimar la capacidad de cambio de Centroamérica hacia el año 2020, también se incluye el valor que existía en 1980, cerca de 20 años atrás (Cuadro 2).

Se evidencia que Centroamérica sufre un deterioro acelerado de sus recursos forestales y que el crecimiento poblacional reduce la tierra arable per capita. El capital físico, ha aumentado; aunque la inversión extranjera no es significativa para ningún país, con la excepción de Nicaragua y Panamá. El ahorro doméstico supera el 20% del PIB en el caso de Costa Rica, Honduras y Panamá. La fuerza laboral presenta deficiencias de cara al futuro pues si bien el enrolamiento primario neto muestra niveles aceptables en varios países, el secundario es bastante bajo. Costa Rica y Panamá, una vez más, tienden a distanciarse del resto de Centroamérica en cuanto a sus posibilidades de construir una fuerza semi-calificada (nivel secundario) y calificada (nivel terciario). El peso del sector público varía sustancialmente de un país a otro, y el gasto militar, tomado como proxy inversa de ineficiencia en el gasto, representa ya un porcentaje mínimo del PIB.

El presente trabajo tiene la siguiente secuencia. Primero, se presentan dos escenarios probables para Centroamérica en el ano 2020. En uno, los "males" que brotan en la actualidad en el área se esparcen cual enfermedad y aniquilan cualquier posibilidad de progreso; en el otro, las "cualidades" se imponen y Centroamérica enfrenta con éxito los retos del Siglo XXI. Ambos escenarios intencionalmente "caricaturizan" a la región, no con el afán de pronosticar con certeza el futuro centroamericano (lo más probable es que el desempeño final se ubique en algún punto intermedio entre ambos extremos) sino de enfatizar la terrible incertidumbre, la banda anchísima de resultados, que es posible en Centroamérica. Segundo (ver la Figura 1), se discuten los vasos comunicantes que sostienen la relación entre Centroamérica y el Norte: los flujos comerciales (productos agrícolas y manufacturados y turismo) y el movimiento de factores de producción (inversión directa extranjera y migración de ilegales). En vista que tanto las personas como los bienes precisan del transporte para ser trasladados, se cierra esta sección con una discusión sobre las perspectivas que Centroamérica enfrenta en el transporte de aviación y marítimo. El énfasis, en otras palabras, es en medir la capacidad de intercambio que la región puede llegar a tener en las próximas décadas, identificándose escollos y oportunidades potenciales. Tercero, si hasta el momento he utilizado las palabras región, área o Centroamérica es porque no se puede olvidar que los países son vecinos entre sí, que sería posible pero irreal analizar estrategias aisladas para cada país. La geografía existe no solo para acentuar las relaciones entre unos y otros sino también para delinear estrategias comunes ante retos externos. En esta sección, por tanto, lanzo propuestas sobre la futura integración del área. Cuarto, las relaciones Norte-Sur en el Siglo XXI no serán las mismas que las existentes en la segunda mitad de este siglo. La agenda comercial y de inversión internacional se entremezcla cada vez más con la preocupación por el ambiente y los temas laborales; por ello, ya más de alguno ha indicado que la próxima ronda de negociaciones de la OMT vendrá pintada de verde y azul. Centroamérica tiene que prepararse para lidiar en ambos temas cuando negocie con el Norte y en sus mismos acuerdos intra-centroamericanos. Quinto, la globalización impacta en los países a través de múltiples canales. En esta sección analizo cuatro de los posibles efectos que Centroamérica experimentará: distribución del ingreso, recaudación tributaria, migración interna y narcotráfico. Se concluye el trabajo con unas consideraciones finales.

Es importante aclarar que si bien el presente trabajo abarca a los siete países que geográficamente conforman el istmo centroamericano, la mayor parte de los análisis serán aplicables solo a seis de ellos; Panamá casi que será excluída implícitamente. Esta "discriminación" no responde a motivos históricos sino a que si bien Panamá también cuenta con una fuerte dotación de recusos naturales y su nivel de mano de obra no difiere sustancialmente de la del resto del área, desde hace varias décadas y en gran medida debido a la existencia del canal, optó por un modelo de desarrollo muy peculiar, diferente no solo al del resto de Centroamérica sino al de la casi todos los países del Sur. El canal moldeó el futuro económico de Panamá y la convirtió en una nación comercial, que ofrece su bandera a inversionistas navieros de remotos países, y lo cual complementa con un sector financiero muy desarrollado. La adopción temprana del dólar como moneda de curso legal acentuó ese modelo tan sui géneris de desarrollo.

A Belice, por el contrario, sí se le asume como parte intrínseca de Centroamérica, aún cuando su distanciamiento hasta la fecha obedezca a otras razones: diferencias raciales y linguísticas con el resto del área, pasado histórico y cultural diferente, y frías relaciones con Guatemala a causa del reclamo territorial que ésta última aún mantiene sobre aquella. Se incluye a Belice en casi todos los análisis debido a su similitud en estructura productiva, sin que eso evite reconocer que en su caso el impacto del turismo es mucho más intenso.

Cuadro 2 Proxies de los factores de producción, 1980 y 1996
 
 
Belice
Costa Rica
El Salvador
Guatemala
Honduras
Nicaragua
Panamá
Chile
 
1980
1997
1980
1997
1980
1997
1980
1997
1980
1997
1980
1997
1980
1997
1980
1997
 
Recursos Naturales
Tierra arable

(has por persona)

0.31
0.27
0.12
0.08
0.12
0.11
0.19
0.13
0.44
0.29
0.39
0.54
0.22
0.19
0.36
0.24
Bosques tot. (000 has)
2048
1962
1925
1248
156
105
5049
3841
5720
4115
7255
5560
3764
2800
8087
7892
 
Capital físico
Ahorro doméstico bruto (% PIB)
10.9
21.5
16.2
25.0
14.2
4.5
13.1
8.1
17.0
21.8
-2.3
2.8
37.5
32.0
16.9
24.5
Inversión doméstica bruta (% PIB)
24.1
23.6
26.6
26.8
13.3
15.0
15.9
13.8
24.8
32.0
16.8
27.7
28.1
29.1
21.0
26.9
IDE, flujos netos 

(% PIB)

..
2.6
1.1
0.6
0.2
0.1
1.4
0.5
0.2
2.7
..
4.9
-1.2
4.9
0.8
7.0
Líneas telef. principal.

(por 1,000 habitantes)

26.8
137
60.2
169
15.1
56.1
11.6
40.8
7.8
36.8
10.7
29.3
63.3
134
31.9
180
 
Capital humano
Analfabetismo 

(% población 15+)

..
..
8.3
5.0
33.8
22.9
46.2
33.4
39.1
29.4
41.9
36.6
14.4
8.9
8.6
4.8
Enrolamiento escolar,

Preprimario (% bruto)

14
26
39
72
11
34
21
33
9
15
8
21
33
71
71
93
Enrolamiento escolar, 

Primaria (% neto)

..
98.9
89.4
90.7
..
78.1
58.5
..
77.9
..
70.4
77.6
88.8
..
..
88
Enrolamiento escolar, 

Secundaria (% neto)

..
..
39.4
42.9
..
..
12.6
..
..
..
22.9
..
46.1
46.5
..
58.3
Enrolamiento escolar, 

Terciario (% neto) 

1.4
0.9
21
33.1
13
16.7
8.1
8.1
7.5
11.2
13
12.6
20.9
31.5
12.3
30.3
Esperanza vida (años)
..
74.5
72.7
76.8
57.3
69.1
58.0
66.0
60.0
66.9
58.7
67.7
70.1
73.8
69.3
75.1
 
Instituciones públicas
Recaudación tributaria

(% PIB)

18.9
..
16.7
23.5
..
..
10.1
..
13.6
..
20.3
23.9
18.6
15.9
25.6
18.9
Gasto militar (% PNB) 
..
1.6
..
0.6
..
1.1
..
1.3
..
1.4
..
2.2
..
1.4
..
3.8

Fuente: Word Development Indicators, Banco Mundial, con la excepción de bosques: World Resources 1998-99, World Resources Institute.
 
 


































Sección 1

Dos centroaméricas: la del fracaso y la del éxito

El análisis de tendencias es importante pero peca en creer que el futuro puede predecirse con tener los ojos puestos en el pasado. Ante la debilidad de la simple extrapolación, cada vez está más en voga la construcción de escenarios, a través de los cuales, las tendencias se mezclan con intuición. Los escenarios no tratan de predecir el futuro, sino proveer un instrumento para pensar acerca de alternativas, de resultados posibles ante condicionantes o circunstancias diferentes (Hammond, 1998). A continuación se bosquejan dos breves escenarios: la Centroamérica del fracaso y la del éxito. Como se indicó arriba, de ninguna manera se pretende sugerir que uno de los dos sea el destino irreversible del área; el ejercicio, por el contrario, intenta evidenciar el "amplio margen de error" a que Centroamérica está sujeta, dependiendo de si predominan sus "males" o sus "cualidades".

Es el 1 de enero del 2020, las siguientes líneas narran brevemente los hechos que marcaron el destino de Centroamérica en las últimas dos décadas.

Una región sin esperanzas

Los enfrentamientos entre ladinos e indígenas, y entre estos últimos, continúan en Guatemala. Grupos armados, al igual que en los 80s existieron los movimientos guerrilleros, han proliferado en casi toda Centroamérica, con la diferencia de que ahora son bandas heterogéneas: unas exigen reclamos sociales, otras no son sino bandas delincuenciales. Los escuadrones de la muerte también retornaron y no buscan solo la "limpieza política" de antaño, también están detrás de la "limpieza social y étnica". Costa Rica, el país con menos dificultades internas, se vio forzado a crear su propio ejército con el fin proteger sus fronteras. Se podría afirmar que los carteles de la droga controlan el canal de Panamá y por consiguiente a ese país.

Las dificultades políticas y sociales son resultado y causa a la vez de profundos rezagos económicos y sociales. Los asaltos, secuestros y contaminación ambiental echaron por la borda el proyecto turístico del área. Ningún país mejoró significativamente los niveles educativos existentes en el 2000, lo que los condenó a permanecer estancados en la producción de la maquila de textiles, e incluso ésta terminó por migrar hacia otros países a causa de la violencia imperante, dejando sin empleo a cientos de miles de trabajadores. En todos los países estallaron conflictos locales por el control de una tierra que prácticamente no tiene ya ningún valor pues tanto el latifundio como el minifundio le robaron la fertilidad. La industria del azúcar se desmoronó en pocos años ante su sustitución por la Isoglucosa en los mercados del Norte; al café le ocurrió otro tanto una vez la biotecnología descubrió un sustituto de laboratorio mucho más económico.

La integración regional quedó para los libros de historia y para el recuerdo de los viejos. Cada país se enfrenta a tantos retos internos que hablar de integración resulta superfluo. Los EE.UU. se han visto inundados por miles de centroamericanos que cada semana intentan cruzar sus fronteras. Los EE.UU., la Unión Europea y los organismos internacionales dejaron hace mucho de proveer ayuda pues la mayor parte se dilapidaba en corrupción e ineficiencia. Centroamérica es una región sin esperanzas; la única política que el Norte aún apoya es el control de la natalidad, esperando que quizás así, llegado el año 2040, los problemas de la región centroamericana disminuyan por el simple hecho de que habrá menos habitantes.

El milagro centroamericano

Centroamérica es una de las novedades en los mercados financieros internacionales. Su tasa de crecimiento económico se ha mantenido entre el 8% y el 10% en las últimas dos décadas. Inversionistas extranjeros se ubican en Costa Rica con el fin de exportar software y otros productos y servicios que requieren de mano de obra muy calificada. El resto del área aún no se encuentra a ese nivel pero gracias a importantes mejoras educativas, especialmente en el nivel secundario, han logrado modificar sus ventajas comparativas. Centroamérica apostó por el ecoturismo selectivo, lo cual le ha permitido un aumento importante en el ingreso por turista y la conservación de sus recursos naturales. La tierra no tiene la relevancia de antes pero sigue siendo un sector muy productivo; los avances de la biotecnología y la contención del deterioro ambiental han permitido que Centroamérica se vuelva un exportador importante de vegetales y frutas hacia el Norte. La tierra ha dejado de ser motivo de tensión social: los campesinos que no la poseen encuentran empleo con facilidad en el campo o en las ciudades.

Centroamérica ha tomado ventaja del envejecimiento poblacional en el Norte. Se lanzó a atraer a los retirados ofreciéndoles lo que ellos más necesitan: "care", con mano de obra que sin ser muy calificada sí ha sido entrenada para dar las mejores atenciones. A través de complejos habitacionales atractivos, excelentes hospitales privados y servicios de telecomunicaciones de primera calidad para estar en comunicación con sus familiares en el Norte, han logrado que esta nueva "industria" se consolide.

La integración centroamericana marchó a pasos acelerados desde los 90s. Hoy en día es una unión económica con total libertad comercial, libre movilidad de capital y mano de obra, armonización de políticas macroeconómicas, e instituciones y proyectos de infraestructura común. La unión política completa está a la vuelta de la esquina, máxime después que Guatemala y El Salvador se acaban de convertir en un solo país.

La integración racial en Guatemala ha sorprendido a todos. A la fecha, Guatemala ha tenido dos presidentes indígenas. Esa creciente influencia política ha ido de la mano de la mejoría económica y educativa del indígena. Las tensiones también han disminuído en toda Centroamérica: la izquierda dejo el populismo distributivo de antaño y la derecha el radicalismo liberal. No solo el diálogo sino, aún más importante, los consensos y las agendas comunes dejaron de ser utopía.

Sección II

Los flujos que sostienen la relación de Centroamérica con el Norte

Los países centroamericanos son economías pequeñas y abiertas, sin excepción. Su relación con el Norte es vital en dos frentes: el comercio de bienes y servicios –incluyendo aquí el turismo- y el movimiento de factores de producción –tomando aquí en consideración la migración de ilegales-. Sin ambos flujos –en particular el primero-, Centroamérica retornaría, de un brinco, al siglo pasado pues carece de la tecnología, del nivel educativo y de los recursos financieros que le permitieran mantener el nivel de vida de que dispone en la actualidad. Esta sección concluye con la discusión de los medios de transporte que en gran medida hacen posible esos dos flujos principales.

A) El comercio con el Norte: esclavo de la dotación de factores

Una tendencia que ningún país en desarrollo logra modificar en un par de años es su patrón de comercio con el Norte; para eso se necesita una generación completa, cuando poco. Centroamérica tiene una abundancia relativa recursos naturales y mano de obra poco calificada. Por eso no es de extrañar que por décadas sus exportaciones hayan sido productos agrícolas, y en tiempos más recientes la industria de la maquila. A cambio recibe principalmente manufactura que requiere producción más compleja, intensiva en capital físico o en mano de obra calificada. No existe la más mínima evidencia de que ese patrón, apegado férreamente al teorema Heckscher-Ohlin, vaya a experimentar un cambio en el futuro cercano (al menos por los próximos diez o quince años). Costa Rica, gracias al nivel educativo sustancialmente mejor de su fuerza laboral, estaría siendo la excepción, como lo evidencia la inversión de Intel, y por lo que no sería de extrañar que el patrón exportador de Costa Rica llegase a ser marcadamente diferente del de sus vecinos.

La sugerencia sempiterna de que Centroamérica debe aumentar su inversión física y, sobre todo, construir capital humano, no deja a la vez de ser obvia pero también inútil, inútil en el sentido de rehuir la discusión del tema comercial al enfatizar que la solución se encuentra más allá del comercio mismo. La región por su puesto que debe mejorar su dotación de factores con tal de ir subiendo la escalera de las ventajas comparativas, pero a la vez debe aprender a exprimir, a extraerle el máximo de beneficios a cada peldaño de esa escalera. Al fin de cuentas, la falta de calificación de mano de obra puede sustituirse en parte con el adiestramiento básico.

El caso de la agricultura ilustra lo anterior e identificar algunos de los retos para el siglo XXI. Primero, del monocultivismo de antaño se pasó a la exportación de un puñado de productos tradicionales, y de esta, en años recientes, a una aún incipiente pero más amplia diversificación del menú exportador agrícola. El primer reto, por tanto, radica en afianzar una diversificación que evite la dependencia excesiva en unos pocos productos pero a la vez permita generar una producción considerable que de lugar a los beneficios de la especialización y, si las hubiera, a economías de escala. Ese balance entre diversificación y especialización no será algo sencillo de alcanzar; tampoco será algo en que los ministerios de agricultura de los países lleguen a ser de mucha utilidad, pero a la vez tampoco algo en que el simple laissez-faire conduzca a metas muy exitosas. La solución ciertamente tiene que estar en el sector privado pero se necesita más dinamismo y visión por parte de este. Segundo, la diversificación no suprimirá por completo la necesidad de afrontar la alta inestabilidad de los precios de los productos agrícolas. Los acuerdos internacionales de regulación de precios casi son asunto para la historia, y la globalización de hoy en día se terminó por llevar los pocos que quedaban, como el del café. Pese a que desde la década pasada se plantea que la estabilidad de precios hay que buscarla por el lado de los mercados de futuros, Centroamérica aún tiene mucho que recorrer en esa dirección pues hasta la fecha no pareciera existir una fuerte utilización de ese instrumento de mercado. Tercero, Centroamérica tiene que tener la atención puesta en las innovaciones continuas de la biotecnología. Estos avances deberían, en teoría, beneficiar a una región como la nuestra pues mejoras en semillas estarían llamadas a aumentar el rendimiento. La biotecnología, sin embargo, no deja de ser un arma de dos filos. Por un lado, tiene el inconveniente de que la invención continua de semillas más resistentes a enfermedades o al mal suelo, podrían reducir el interés por conservar el ambiente, con lo que la degradación ambiental continuara; por el otro, avances biotecnológicos muy importantes podrían conducir a la sustitución de productos agrícolas en los que se tuviera inversiones cuantiosas; basta con recordar que la Isoglucosa tomó ya 1/3 del mercado del azúcar en los EE.UU. y que productos como la vainilla se pueden producir ya en laboratorio.

La manufactura obligaría a una discusión similar o incluso más amplia. Lo mismo ocurre con los servicios, sector donde –con la excepción del turismo-, Centroamérica se encuentra muy a la zaga. El Caribe, México, India y otros países del Sur, por el contrario, incursionan ya exitosamente en el data-processing, actividad productiva que requiere de, al menos, mano de obra semi-calificada y buen sistema de comunicaciones.

B) Turismo: de industria inexistente a motor del crecimiento

A principios de los 70s el turismo era prácticamente inexistente en Centroamérica. En esa década creció en forma exponencial, pero con la excepción de Costa Rica volvió a caer a principios de los 80s a causa del conflicto armado que devastó a la región. En los 90s el turismo ha vuelto a repuntar, constituyéndose en la principal esperanza de crecimiento para las próximas décadas.

Razones importantes justifican el optimismo centroamericano. Por el lado de la oferta, el área tiene evidentes ventajas comparativas: bellezas naturales –playas, lagos, bosques tropicales-, diversidad cultural –la herencia maya-, y sitios arqueológicos –Tikal y Copán-. Por el lado de la demanda, se tiene el continuo turismo emisor de los países industrializados, la cercanía a los EE.UU. y Canadá, y la baja continua en las tarifas aéreas.

Los países en desarrollo siempre se quejaron en el pasado por la baja elasticidad ingreso que existía por sus productos de exportación, creyendo que eso los colocaba en una posición poco competitiva en el largo plazo. Con el turismo esto no ocurre: se estima que su elasticidad ingreso es superior a uno. A mediados de los 70s, solo el 8 por ciento de los turistas del Norte visitaban países en desarrollo; a mediados de los 80s, el número había aumentado a 17%, y para mediados de los 90s ya superaba el 20%. En cuanto a proyecciones, la Organización Mundial de Turismo pronostica que el turismo mundial pasara de 660 millones en el año 2000 a 937 millones en el año 2010; en el caso de Latinoamérica, se cree que el crecimiento esperado en esa década llegará a ser del 3.5% anual (OMT, 1997).

El turismo, asimismo, tiene tres ventajas adicionales para los países en desarrollo: es un generador masivo de trabajos poco o semi-calificados, el cual es el recurso abundante en la mayoría de estos; se constituye en una estrategia descentralizadora por excelencia pues el turista casi que por definición busca el interior del país, y es una inversión extranjera de muy largo plazo si se le compara con otras actividades como la maquila.

En los 90s, los sectores privados y públicos de los países centroamericanos han llevado a cabo cambios importantes en la actividad turística: aumento masivo de la oferta hotelera, desarrollo continuo de nuevos productos turísticos, reorganización de los institutos de promoción turística, declaratoria unilateral de cielos abiertos en varios países del área, crecimiento acelerado de TACA (ya se convirtió en la tercera aerolínea de Latinoamérica), mayor coordinación entre los países centroamericanos, y planteamiento de estrategias novedosas como el tratamiento de clusters de Porter.

Todavía, por supuesto, falta mucho por hacer. La experiencia evidencia que la inestabilidad política y la violencia en general son su talón de Aquiles. Richter (1992), entre otros autores, muestra como los hechos violentos han afectado industrias turísticas crecientes en Egipto (ante el ataque de fundamentalistas musulmanes), Nepal (al suscitarse amenazas de guerra entre India y Pakistán), Islas Galápagos (cuando Sendero Luminoso se encontraba en su apogeo en el Perú), y Costa Rica (con la crisis centroamericana de los 80s). Estos tres últimos casos incluso evidencian que el turismo se afecta no solo con la violencia doméstica sino que también con la que ocurre en países vecinos. Eso se debe a que muchos países en desarrollo no constituyen destinos turísticos por sí solos sino que el turista los adquiere en paquetes turísticos con países cercanos. En los próximos años Centroamérica no afrontará la violencia política de los 80s pero con toda seguridad seguirá sufriendo las embestidas de la violencia común de los 90s: asaltos y secuestros, y ambos podrían conducir al declive a la industria turística de no aminorárseles .

Segundo, si bien Centroamérica ha logrado desarrollar nuevos productos turísticos como el turismo de playa en Honduras y Belice, el turismo de aventura en Guatemala y Costa Rica o el ecoturismo en Costa Rica, con la excepción de esta última aún no se aprecia una clara estrategia de hacia donde apuesta el sector privado y público centroamericano. En países como Guatemala la oferta hotelera en la ciudad capital excede con creces a la oferta hotelera del interior del país, creyendo falsamente que pueden llegar a desarrollar un turismo de convenciones –un nicho en que la competencia por parte de ciudades norteamericanas, mexicanas y del caribe es sencillamente inmensa-, y que solo les ha resultado en cuartos ociosos de hotel.

Centroamérica, al igual que lo ha hecho Costa Rica, debería apostar por el ecoturismo. Por éste se entiende un turismo responsable hacia áreas naturales y por el cual se logra conservar el ambiente y mejorar las condiciones de vida de las comunidades locales. El ecoturismo, por tanto, no se limita a una simple estrategia "preservacionista" de áreas naturales, que mantiene a las comunidades locales a distancia, sino que se caracteriza por promover hacia ellas una tesis de stakeholder (Honey, 1999). El ecoturismo incluso evitaría que Centroamérica terminase como destino turístico de masas revasando la "capacidad de carga" de las reservas naturales y de otros lugares turísticos. El ecoturismo estaría, asimismo, en sintonía con las proyecciones poblacionales del Norte pues es un atractivo para los turistas de tercera edad.

C) La inversión extranjera:

(pendiente)

D) Migración: el lazo humano con norteamérica

Los EE.UU. reciben un flujo continuo de immigrantes latinoamericanos. La División de Población de la ONU estima que la migración neta de Latinoamérica entre 1990 y 1995 fue de –1.2 por 1,000 habitantes, lo cual redujo la tasa de crecimiento poblacional de la región en cerca del 7%. Visto desde el lado norteamericano, las estadísticas reflejan el mismo fenómeno: la immigración ha sido la causa del 38% del crecimiento poblacional hispano en los EE.UU.

Centroamérica desempeña un rol apreciable en estos movimientos migratorios y todo indica que continuará ejerciéndolo. Ni el comercio norteamericano con el área, ni la inversión extranjera, ni las deportaciones detendrán el flujo migratorio. La elevada tasa de fertilidad centroamericana y la brecha salarial con los EE.UU. continuarán siendo razones push y pull que sostendrán el flujo migratorio, aunque ciertamente del futuro económico del área dependerá que esos flujos sigan siendo "ríos" manejables y no se conviertan en "inundaciones" (Escobar, 1998).

Las remesas familiares enviadas por los migrantes seguirán representando una porción considerable del ingreso de divisas extranjeras, y pese a la insistencia de investigadores por señalar que esos recursos debieran utilizarse no solo para el consumo sino con fines más productivos (Meyers, 1998), es difícil que se lleguen a producir cambios sustanciales en su utilización ya que los ingresos arriban a familias pobres, para quienes la capacidad de ahorro es muy baja y la de consumo alta. El tipo de recipientes también seguirá sirviendo para amortiguar la inequitativa distribución del ingreso que prevalece en la región.

Es difícil precisar si con el tiempo se relajará o se volverá más estricta la política norteamericana hacia los immigrantes ilegales. Por un lado, el envejecimiento de la población es un factor que quizá atenúe la oposición pues se "estaría vaciando espacio futuro para el crecimiento rápido de grupos étnicos" (McRae, 1994). Sin embargo, la immigración de mano de obra poco calificada se enfrenta a la demanda decreciente por trabajadores sin calificaciones que existe en los países de la OECD, con lo que la oposición política en los EE.UU. también podría aumentar en un futuro. La immigración tiende a ser un tema mucho más sensitivo que el del comercio con países del Sur debido a que los migrantes ejercen presión en todos los sectores de la economía, no solo en la de sectores transables (el caso de las importaciones). Los trabajadores norteamericanos saben, asimismo, que no es lo mismo competir contra trabajadores del Sur que cuentan con equipo e infraestructura obsoleta y por ende con menor productividad, a competir contra esos mismos trabajadores en el mercado local bajo las mismas condiciones (Burtles et al., 1998).

También es difícil precisar cual puede llegar a ser el impacto de una creciente minoría hispana en la migración proveniente de Latinoamérica y en las relaciones económicas EE.UU.-Latinoamérica. José ya fue el nombre más popular en California y Texas en 1998, y los hispanos serán la "minoría mayor" –y bastante joven- a causa de su elevada tasa de crecimiento anual (ver Cuadro 3).

Cuadro 3 Proyecciones demográficas en los EE.UU.
 
 
Población (%)
Tasa de crecimiento anual
Edad promedio
 
Hispanos
Anglos
Hispanos
Anglos
Hispanos
Anglos
2000
11.4%
71.8%
3.9%
0.4%
27
38.4
2020
16.3%
64.3%
2.6%
0.3%
28.8
42.1

Fuente: Hispanic Business (1999)

En síntesis, los países centroamericanos no tienen mayor control sobre los flujos de migrantes hacia los EE.UU. Su reducción en el largo plazo solo ocurrirá si la región se desarrolla y si las tasas actuales de fertilidad disminuyen. Mucho también dependerá de las tendencias demográficas y laborales en los EE.UU. Las remesas seguirán siendo importantes para el área, máxime porque sufre de menos volatilidad que los ingresos de exportaciones tradicionales como el café, aunque ciertamente el impacto no es uniforme para todos los países, llegando a darse casos de gran dependencia como ocurre en El Salvador.

E) ¿Se encuentra Centroamérica lejos o cerca de Norteamérica?

El comercio, el turismo, todo aquello que sea tangible necesita ser transportado de un país al otro. La inserción de Centroamérica en la economía mundial no puede, por tanto, obviar la mención de sus vínculos con el exterior. Centroamérica cree estar cerca de los EE.UU., e incluso en el pasado un presidente guatemalteco se jactó de ser el único país del mundo colindante con NAFTA; la relativa cercanía geográfica, sin embargo, no garantiza que Centroamérica esté cerca de los EE.UU. cuando de determinar costos se trata.

Centroamérica tiene dos medios de transporte principales para el envío de sus productos y recepción de turistas al área: el aéreo y el marítimo. En cuanto al primero, Centroamérica ya ha adoptado decisiones importantes cuyos efectos se harán sentir en las próximas décadas. Primero, prácticamente todos los países abandonaron el afán –que fue moda en los países del Sur por un buen número de años- de tener, con fines nacionalistas, su propia aerolínea. El cambio respondió a que esa política "nacionalista", que iba acompañada con la imposición de obstáculos al funcionamiento de aerolíneas extranjeras, solo restringió la competencia, generó ineficiencias y provocó tarifas aéreas altas que desestimulaban el turismo.

En la última década, Centroamérica se lanzó no solo a la privatización de las aerolíneas sino que también a una desregulación importante, incluyendo una política unilateral de cielos abiertos por la cual no esperan reciprocidad de otros países para con la línea nacional. En cierta medida, Centroamérica no hizo sino adoptar políticas iniciadas en los EE.UU. en 1978 y seguidas por otros países del Norte durante los 80s de retirar al sector público de una actividad productiva que se juzgó debía corresponder al sector privado. Asimimo, Centroamérica se percató que políticas de turismo y de aviación sencillamente eran contradictorias, y optaron por la segunda, como muchos otros países del Sur también lo han hecho en los últimos años (OMT, 1995). La desregulación incluso fue bastante profunda pues no se limitó a la aviación "irregular" (la aceptación de vuelos charter) sino que incluyó los vuelos regulares.

Hoy en día la aviación es importante no sólo para el transporte de turistas, del servicio postal o de productos con alto valor; la exportación normal de productos cada vez demanda más el transporte por aviación, en términos relativos, que el transporte marítimo. Esto responde a la baja en precios provocada por la desregulación y el aumento en la competencia, y a cambios técnicos que han facilitado el transporte de carga. Además el transporte de mercancías por aire tiene dos ventajas sobre el marítimo: el empacado de los productos no es tan exigente y el costo del seguro tiende a ser más barato. Como resultado, los países del Sur recurren con más frecuencia al transporte aéreo para el envío de sus productos, sean estos productos agrícolas perecederos o no-perecedoros, textiles u otro tipo de manufactura liviana (Hilling, 1996).

En base a estas nuevas tendencias y los cambios promovidos en Centroamérica, se puede afirmar que la región, en lo que a distancia aérea respecta, sí se encuentra cerca de Norteamérica. Eso, por supuesto, no significa que los países no tengan que incurrir en el futuro a inversiones multi-millonarias para el desarrollo de nuevos aeropuertos, máxime en casos como el de Guatemala, donde el aeropuerto se encuentra dentro de la capital y por ende poco propicio para el transporte de mercancías.

En cuanto al transporte marítimo, la historia es bastante diferente. Allí se dan fuertes economías de escala que hacen que un barco de 15,170 dwt en un viaje de 1,000 millas (la distancia aproximada de Costa Rica a **) sea tres veces más costoso por tonelada de cargo que a través de un barco de 120,000 dwt (Stopford, 1997). Centroamérica, en ese sentido, se encuentra en clara desventaja ya que sus puertos -con la excepción del Canal de Panamá- no son apropiados para barcos de gran calado, y además tampoco tiene sentido inversiones cuantiosas para permitir que esos barcos arriben pues nuevamente por razones de economías de escala sería difícil que los países centroamericanos –incluso unidos- lograran generar el tráfico de mercancías que hicieran rentable su llegada.

Eso no es todo, sin embargo, el patrón de comercio de los países del Sur (bienes mayoritariamente agrícolas en una dirección y bienes manufacturados en otra) encarece el manejo portuario pues hace que puertos pequeños requieran de sistemas diferentes de carga y descarga. Y todavía queda agregar que la estacionalidad de la producción agrícola impone un costo adicional: congestión portuaria en unos pocos meses y capacidad ociosa en otros (Hilling, 1996). En síntesis y marítimamente hablando, Centroamérica se encuentra tan lejos de los EE.UU. como lo podrá estar Taiwán o Argentina.

Un proceso que tendrá que darse con el tiempo será el cierre de algunos puertos en el área: su cercanía geográfica sencillamente es irracional desde un punto de económico (el caso de Santo Tomás de Castilla en Guatemala y Puerto Cortés en Honduras). Las paradas continuas de los barcos en cada puerto atrasan los recorridos, con el consiguiente aumento de costos. Ese proceso de racionalización, sin embargo, no será sencillo pues obviamente ninguno de los países desea cerrar sus puertos en beneficio de los de otro país. Lo más probable es que se llegue a un punto muerto, y la decisión termine "siendo tomada" por las navieras, las cuales tienden a utilizar puertos pivotales (hubs) (evitando así otros secundarios) con el fin de reducir costos de operación.

Para competir en la economía mundial, Centroamérica no necesita solo conectarse con el exterior; también requiere una buena red de comunicación interna y regional. En ese respecto, nuestros países no cuentan sino con dos opciones: la misma aérea y la terrestre. El transporte fluvial, el medio de transporte más económico que existe y con menor daño ambiental, casi que seguirá siendo inexistente pues los ríos son pequeños y no conectan los países sino que van de las montañas de cada uno hacia el océano más cercano (la excepción podría ser Nicaragua). El transporte por ferrocarril tampoco es una alternativa seria pues la topografía montañosa lo convierte en un medio lento y costoso.

Sección III

Para reinventar la integración

La creciente globalización ciertamente le resta importancia a las fronteras y distancias pues achica al mundo. Eso, sin embargo, no indica que la geografía deje de ser relevante. Los países centroamericanos no son islas que se encuentren a miles de kilómetros de distancia unas de otras. Para Guatemala, El Salvador siempre será más importante que Sri Lanka o incluso hasta quizá que la misma Alemania. Es casi imposible que las relaciones intra-centroamericanas lleguen a ser la determinante primaria del crecimiento de la región; eso, sin embargo, no indica que un mercado único sea irrelevante. Su inserción en la economía mundial, y en particular sus relaciones con el Norte, permite, por tanto, que a la estrategia "individual" de cada país se adicione la posibilidad de gestar una agenda "colectiva".

A) La unión económica es necesaria pero no suficiente

En los 60s y principios de los 70s el regionalismo estaba en voga a causa de la reciente creación del Mercado Común Europeo. Centroamérica no fue la excepción: adoptó la misma senda con el fin de lograr a nivel regional las economías de escala, requeridas por el modelo de sustitución de importaciones, que otros países más grandes como México, Argentina o incluso Colombia ya habían alcanzado en lo individual. La integración, sin embargo, tropezó con serios obstáculos que la llevaron a la pérdida de vigor (Bulmer-Thomas, 1997, 1988): se volvió dependiente del sector agro-exportador tanto para la obtención de obtención de insumos como para la demanda por manufacturas, no se logró que los beneficios se distribuyeran equitativamente terminando con ello por automarginar a Honduras, y se desestimuló la exportación de productos industriales hacia fuera del área a causa de la alta progresividad arancelaria, entre otros. La crisis política de principios de finales de los 70s y principios de los 80s no fue el inicio sino la conclusión de un proceso de desgaste.

En los 90s, la integración regional reinició con gran vigor. La finalización de las guerras internas y la necesidad común de reconstruir los países es una motivación importante; sin embargo, el renovado interés responde en gran medida a que la integración regional está una vez más de moda. Este "segundo regionalismo" (Bhagwati, 1993) responde en gran medida a la decisión europea de profundizar su integración que inició con la publicación del "libro blanco" y que concluyó con la suscripción del Tratado de Maastricht. Lo más novedoso, sin embargo, sobrevino con la sorprendente decisión norteamericana de combinar el enfoque multilateralista que habían defendido desde la creación del GATT en 1948, con la decisión de dar paso al NAFTA con Canadá, en un inicio, y luego con México. La respuesta norteamericana puede interpretarse como una reacción al fortalecimiento de la Unión Europea o a la toma de conciencia de que ya no eran la super-potencia económica de antaño que podía prescindir de "alianzas" con otros países. Una tercera razón en favor del regionalismo fue la percepción que éste permitía arribar a acuerdos más rápidos que el multilateralismo. Centroamérica se encontró en la cresta de la nueva ola integracionista sintiendo que si no se integraba quedaría en desventaja competitiva con respecto a otros países del Sur. La Figura 2 evidencia el número considerable de lazos integracionistas que se han creado en los últimos años en Latinoamérica (Frankel, 1997).

En otras palabras, la integración de los 90s en Centroamérica no es vista con el afán de substitución de importaciones de los 60s, sino como una vía preparatoria para exportar y competir en el mundo globalizado. Ese fenómeno se aprecia con claridad en el hecho de que la nueva inversión extranjera no arriba con el fin de "saltarse la barrera" de los aranceles o barreras no-arancelarias, sino con el de invertir en la industria de la maquila, el ensamblaje, el turismo o la provisión de infraestructura en telecomunicaciones o energía eléctrica.

En Centroamérica prácticamente se asume que no pueden ni deben existir barreras comerciales al comercio intra-regional, y se ha optado por una zona de libre comercio –con aranceles diferenciados- más que por una unión aduanera –aranceles uniformes para todos los países-. El riesgo de triangulación, sin embargo, es mínimo ya que el nivel arancelario es bajo.

La movilidad de capital y de mano de obra también es considerablemente alta, con lo que casi se podría hablar que Centroamérica se consolidará en la primera década del Siglo XXI como un Mercado Común –libre comercio más movilidad de los factores de producción-. A eso hay que añadir numerosos esfuerzos integracionistas que están teniendo lugar en otros frentes: en el ambiental, el corredor centroamericano; en el turístico, la Ruta Maya (con México) y la discusión del "cluster" de turismo; en infraestructura, la interconexión eléctrica; en finanzas, la coordinación entre las bolsas de valores; en el político, las continuas reuniones presidenciales y el (muy criticado) Parlamento Centroamericano, y más.

B) La moneda única será inevitable

Siete monedas en un estrecho trozo de tierra y para solo 34 millones de habitantes resulta más que absurdo, máxime si se tiene en cuenta la baja cobertura efectiva de cada moneda ante el escaso poder adquisitivo de la mayoría de la población. Centroamérica necesita una unión monetaria, entendiendo por esta una moneda única con un único banco central. La unión monetaria permitiría economías de escala en la utilización de la moneda, reduciría las incertidumbres de los empresarios que comercian en la región ante movimientos en los tipos de cambio, suprimiría el deadweight loss existente a causa de los costos de transacción de la moneda, e integraría en forma más efectiva los siete mini-mercados, aún muy segmentados y proclives a la discriminación de precios. Hay que remarcar que una pseudo-unión monetaria donde cada país mantuviera su moneda y la fijara con respecto a las monedas vecinas, no tendría credibilidad de largo plazo y terminaría por romperse.

Esos serían los beneficios prácticos. Las pérdidas, según la teoría del optimum currency areas (De Grauwe, 1994; Corden, 1994), serían casi inexistentes. Las siete economías son pequeñas y abiertas, lo que reduce los beneficios de una devaluación nominal: a medida que la porción de bienes transables es mayor, aumenta la probabilidad de que un un aumento en los salarios nominales contrarreste la devaluación. Además hay que tener en cuenta que en Centroamérica –quizá con la excepción de Costa Rica- los mercados laborales son bastante flexibles provocando que no solo los salarios reales (a lo Keynes) sino también los nominales (a lo neoclásico) se acomoden hacia abajo ante la necesidad de restaurar la competitividad, y dándose por esa vía y no necesariamente por la del tipo de cambio nominal, el reajuste en el tipo de cambio real; a eso aún habría que añadir que la movilidad de capital y mano de obra en el área es bastante elevada (y aumentará más en el futuro), con lo que también entra en efecto otro mecanismo importante para reajustar la competitividad.

La unión monetaria, por supuesto, también tendría sus riesgos. Los países podrían verse afectados por asymmetric shocks (e.g., El Salvador depende en gran medida de remesas, Costa Rica ya incursiona en la exportación de productos más sofisticados, Guatemala y El Salvador tienen un sector manufacturero más amplio que Honduras y Nicaragua) y carecerían de la flexiblidad para responder en forma individual. Asimismo, en toda unión monetaria existe el riesgo de que alguno de los países se embarque en una política fiscal más expansionista que los demás y obligue al banco central único a aumentar la tasa de interés para contener cualquier tendencia inflacionaria. Estos dos últimos aspectos, sin embargo, no parecieran ser factores que anulen los beneficios, pues con todo y las diferencias entre países, las economías muestran más similitudes que diferencias, y en cuanto a lo segundo, siempre es factible alcanzar una coordinación en la política fiscal.

¿Representa lo anterior que los países centroamericanos deben seguir la senda europea y crear su moneda y banco central comunes? No necesariamente. La "unión monetaria" podría darse en otras formas: un currency board, por el cual se ataría la emisión monetaria a la tenencia de una moneda extranjera que podría ser el dólar o éste y el ECU, o incluso llegar al extremo panameño de la dolarización, (en la práctica ya existe una alta dolarización efectiva en la región que no se ha revertido pese a que se ha contenido la inflación).

Otro asunto más "mundano" pero no por ello menos importante es la transición hacia esa moneda única. Una posibilidad es que la unión monetaria se lleve a cabo de una sola vez, sin tener que recurrir a un largo proceso de negociación entre los diferentes países; la segunda es que sea un proceso gradual y concertado, donde sin embargo, se corre el riesgo de que "el convoy se mueva a la velocidad del barco más lento, que incluso podría representar no movimiento en lo absoluto" (Corden, 1994), y el tercero es que se siga un proceso gradual pero no concertado, y cada país se una a medida que se sienta preparado.

Moneda única y banco central, moneda única y currency board, o dolarización plena son algunas de las alternativas monetarias que la región tendrá que analizar en los próximos años. Lo que es innegable es que la situación actual con mercados atomizados y multiples monedas solo dificulta la integración intra-regional y la integración de Centroamérica con el mundo globalizado.

C) Tras un solo mercado de capitales

La banca centroamericana se encuentra segmentada, llegando a extremos de atomización bancaria en países como Guatemala, y arrastrando con ello la consiguiente ineficiencia que representa el exceso de sucursales bancarias. Mientras los gobiernos del área deben tender hacia la unión monetaria, los sectores privados de los diferentes países tendrán que avanzar en paralelo con fusiones en el sector financiero, nuevamente con el fin de alcanzar economías de escala, de integrar en mejor forma sus mercados y de enfrentar en mejor forma la globalización financiera.

Un tema que merece particular atención es el de los mercados de capitales (hasta ahora solo mercados de dinero) del área. A la fecha, Centroamérica se encuentra muy a la zaga como para ser considerado un emerging market; incluso, ninguno de los países llega a la categoría que se conoce como frontier market.

La tendencia mundial indica que mercados de capital regionales reemplazarán a mercados individuales (Posner, 1998). En el pasado proliferaron los mercados nacionales debido a que existían innumerables diferencias nacionales, pero a medida que la globalización uniformiza procesos y que la legislación económica se vuelve más similar, se esfuman las diferencias nacionales y cobra más sentido organizar mercados de capitales regionales que faciliten la compra y venta de acciones. Centroamérica ciertamente no posee aún mercados de capitales sino solo mercados de dinero; eso en gran medida responde a la naturaleza familiar de las empresas pues se resiste al accionamiento ante el temor a perder el control sobre la misma (por el contrario, existe mayor propensión a la contratación de deuda como método de financiamiento). En el largo plazo, sin embargo, esos rasgos "aldeanos" tenderán a borrarse, como de hecho ya ocurre en gran medida en los países de industrialización reciente, lo que aunado a la existencia de un único mercado regional podría convertirlo en un auténtico emerging market. La integración de los mercados de capitales tendrá que ir de la mano de la creación de la moneda única o de la dolarización de la región.

Pese a crisis financieras como la asiática o la brasileña, los países del Norte siempre seguirán viendo hacia los emerging markets para invertir; las razones son numerosas (Posner, 1998): 1) los mercados emergentes usualmente han superado el rendimiento de los mercados de los países industrializados, 2) pese al riesgo que implica invertir en mercados emergentes, hacerlo minimiza el riesgo total del portafolio de un inversionista pues las correlaciones entre los mercados de capitales del Norte y del Sur aún son bajas, 3) las economías de los mercados emergentes están creciendo más rápido que las economías del Norte, 4) si bien los mercados emergentes ya han sido inversiones en voga en la última década, todavía se encuentran en una etapa temprana de desarrollo, 5) casi todos los mercado emergentes han llevado a cabo reformas económicas importantes en los últimos años, 6) en los mercados emergente los small caps aún se encuentran sin descubrir, 7) la información sobre los mercados ya es mucho más accesible, 8) el mismo mercado de los EE.UU. busca activamete listar más acciones extranjeras a través de lo que se conoce como American Depositary Receipts (ADRs).
 
 

Sección IV

Las condicionantes para el Siglo XXI:

los estándares laborales y el ambiente


Los flujos de comercio y de factores de producción descritos en la Sección II no tendrán en el Siglo XXI la "autonomía" que han tenido a lo largo del presente siglo. Cada vez más se insiste en que la nueva agenda comercial incluya consideraciones ambientales y en estándares laborales, que al comercio se le pinte de verde y azul. En la reunión de la OMT en Singapur, y ante la protesta de muchos países del Sur, ciertamente se concluyó en que ésta institución no debía incursionar en temáticas "ajenas" como la laboral. La práctica, sin embargo, evidencia que los países del Norte efectúan esa vinculación en sus políticas individuales.

A) Con un ojo sobre el comercio y el otro sobre los estándares laborales

NAFTA estuvo a punto de no concretarse a causa de la oposición de diferentes sectores en los EE.UU.; los sindicalistas, en particular, gritaron fuertemente para protestar contra lo que juzgaban competencia injusta a causa de los bajos salarios mexicanos, y por que creyeron que se daría una movilidad masiva de empresas hacia México. El tiempo se encargó de mostrar el error en ambos planteamientos: los bajos salarios son reflejo de la menor productividad mexicana, y ninguna reubicación masiva de empresas ha tenido lugar (el PIB mexicano representa solo cerca del 5% de la economía norteamericana y sus exportaciones no-petroleras apenas si llegaban al 1% del PIB de los EE.UU. en 1993). En la actualidad la inversión de los EE.UU. en México llega a cerca de 3 millardos de dólares, cerca de 1 millardo más de lo que fluía antes del acuerdo, pero muy por debajo de los 700 millardos anuales que las empresas norteamericanas invierten en los EE.UU (Burtless et al, 1998).

Lo anterior, sin embargo, no significa que el tema laboral haya desaparecido de la agenda comercial. Ya surgió un debate más sofisticado y serio que gira alrededor de la necesidad de vincular o no el comercio a con políticas laborales, específicamente a aquellas que se relacionan con los core labor standards. Varias son las tesis que se argumentan: a) los bajos estándares en un socio comercial podrían considerarse como subsidios hacia la exportación; b) podría darse una race-to-the-bottom que obligue en a los países del Norte a reducir prestaciones laborales y otro beneficios alcanzados por los trabajadores; c) los países del Norte tienen el derecho de prohibir la importación de aquellos bienes cuyo proceso de producción sea censurable pues equivaldría a aceptar la inmigración de trabajadores del Sur y hacerlos trabajar bajo condiciones miserables; d) la OIT carece de poder efectivo para velar por el cumplimiento de las convenciones laborales que suscriben los países (Brown et al., 1997; Krueger, 1996; Maskus, 1997; Rodrik, 1996).

Centroamérica no puede ignorar esas tendencias, en particular porque unos de ellos ya han sido amenazados con la cancelación del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) o con perder el trato favorable que permite la Sección 301 de la legislación comercial de los EE.UU. de no mejorar sus condiciones laborales, en particular en la industria de la maquila. Otra razón es que NAFTA finalmente logró ratificarse a raíz de que México aceptó subscribir dos acuerdos complementarios, uno de ellos en temas laborales, el North American Agreement on Labor Cooperation (NAALC). A través del mismo se aceptó la adopción de sanciones comerciales ante violaciones al trabajo infantil y estándares en salud y seguridad en las plantas, entre otros. Si Centroamérica aspira a la paridad NAFTA o a integrarse al posible Tratado de Libre Comercio de América debe estar preparada para incluir puntos como esos.

El trabajo infantil, en particular, estará bajo un ataque evidente en Centroamérica. Ese es un tema que trasciende la frontera de los estándares laborales y pasa a abordar derechos humanos y aspectos éticos. Ante la escasez de estadísticas que usualmente existen sobre el trabajo infantil, lo usual es que se extrapole su número como el inverso de los niños que se encuentran en edad escolar y que asisten a la escuela. Esta relación tiende a ser baja en Centroamérica, de lo cual se deriva que el trabajo infantil ha de ser cuantioso. Su vinculación con el comercio, sin embargo, no implica que se le pueda suprimir con facilidad pues el trabajo infantil involucrado en actividades de exportación como la maquila tiende a ser una porción reducida del trabajo infantil total (Grottaert y Kanbur, 1995).

Centroamérica está ante un equilibrio delicado, ya que las fuerzas de la globalización la empujan hacia mercados laborales flexibles con baja tasa de sindicalización; por el otro, aumenta la preocupación del Norte por temas ambientales y laborales y por el afán de vincularlos con a las negociaciones comerciales. Centroamérica tendrá que balancear ambas tendencias en forma muy hábil para evitar caer en posición no competitiva ante otros países en desarrollo, y a la vez complacer a los consumidores del Norte, pero sobre todo lograr una cohesión social interna en donde los trabajadores sientan que están participando de las ganancias de la globalización.

Para concluir, solo habría que apuntar que Centroamérica haría bien en tener la mirada puesta en el debate laboral que se suscita en el Norte, ya que si bien las realidades son muy diferentes y mucho no será aplicable, puede tomar ideas para dar de brincos y adelantarse a las tendencias laborales que quizá lleguen a predominar en los países del Sur en una o dos décadas. Tres de esos aspectos son los siguientes: 1) El entrenamiento es vital para mejorar la preparación de la fuerza laboral. Para evitar que los costos incidan en la competitividad de las empresas, se pueden establecer programas de aprendices a través de los cuales el trabajador joven recibe ingresos menores mientras se encuentra en entrenamiento (el caso de Alemania). 2) Habría que promover acuerdos de profit sharing entre trabajadores y empresarios pues así se logran que ambas partes reciban el impacto de los buenos y los malos tiempos, a la vez que se reduce la tendencia a los despidos en tiempos de recesión. 3) Reconocer que los salarios mínimos no pueden estar muy encima del salario promedio del país, pues de otra manera impactarían en el empleo. 4) Preparse para afrontar la realidad del trabajo contingente –e.g., trabajos de medio tiempo o trabajos por contrato-, que tienden a aumentar con la globalización, y encontrar mecanismos para garantizar que las empresas no recurran a los mismos con el único fin de reducir las prestaciones de los trabajadores.

El tema ambiental no se discute en este paper pero ameritaría comentarios tan extensos como los planteados para los estándares laborales. Me limito a los siguientes comentarios. Mientras en el caso anterior Centroamérica se estaría enfrentando al stick del Norte, todo indicaría a que en lo ecológico recibirá la carrot, como de hecho ya comenzó a experimentarlo a través de los debt-for-nature swaps. El Norte sabe que el daño ambiental del Sur también les afecta y están anuentes a compartir el costo para proteger sus bosques y otros recursos naturales. Sin embargo, esta mención no debe exagerarse, pues si Centroamérica se empecina en usar el ambiente como herramienta de negociación, creyendo que puede lograr que el Norte lo "soborne", se puede llevar la sorpresa de que éste no le termine por preocupar en lo más mínimo si nuestra área se convierte en desierto. Además, los centroamericanos deben comprender que la defensa ambiental no hay que efectuarla por lo que se pueda obtener del Norte, sino por la defensa misma del ambiente, por las generaciones futuras, algo similar a lo que ocurre con la democracia que se ansía por sí misma. En ese sentido, es mejor Centroamérica vea el tema ambiental más como un reto para tratar de obtener las tecnologías de punta que se vayan en inventando en el mundo, y lograr pasar con rapidez la fase "café" del desarrollo industrial por la que los países hoy industrializados tuvieron que pasar.



Sección V

Impactos de la globalización

La globalización llegó para quedarse. Los países no pueden sacarla de casa: deben aprender a convivir con ella. Eso obliga a que nunca se deje de monitorear sus efectos en variables que se consideran críticas y en las cuales impacta de manera o indirecta. Esta sección discute solo algunas de esas implicaciones; la lista podría ser aún mucho mayor.

A) ¿Adelgazará la globalización las billeteras de los gobiernos?

En la última década, Centroamérica ha reformado sus sistemas tributarios en consonancia con la tendencias mundiales. Primero, los impuestos sobre exportaciones se han suprimido de tajo con el fin de estimularlas, y los impuestos sobre importaciones han reducido su participación relativa en la estructura total a causa de la desgravación arancelaria continua que bajó las tasas máximas y disminuyó la dispersión arancelaria. Segundo, el impuesto al valor agregado, innovación tributaria relativamente reciente que se introdujo en Francia en los 50s, ha pasado a sustituir a impuestos indirectos de naturaleza de cascada, convirtiéndose en el impuesto principal ante sus ventajas técnicas de recolección. Tercero, los impuestos específicos se circunscriben a productos cuyo consumo desea desestimularse y cuya demanda es altamente inelástica como los cigarrillos, combustibles y bebidas alcohólicas. Cuarto, los impuestos sobre ingresos han perdido mucha de su progresividad nominal (la progresividad real era escasa pues eran muy fáciles de evadir) al bajarse las tasas máximas y reducirse el número de tasas marginales (en el caso de las empresas se ha tendido a una tasa única). Quinto, la recolección de otros impuestos directos como el de la propiedad siguen siendo de difícil recolección. Sexto, se han suprimido numerosos incentivos fiscales en vista de que dificultaban la recolección. Septimo, se han introducido importantes reformas administrativas –llegándose al punto de declarar autónoma a la autoridad tributaria- con el fin de reducir la evasión y la elusión tributaria.

Con la excepción de la baja en los aranceles y el ascenso del IVA, los anteriores cambios legislativos no han ejercido mayor impacto en la estructura tributaria: ¾ de impuestos indirectos y ¼ de impuestos directos. En ese sentido, los países centroamericanos siguen la tónica de otros países del Sur; lo contrario ocurre en el Norte, donde la relación inversa tiende a existir. La estructura tributaria refleja en gran medida la estructura económica de los países: el sector agrícola es amplio y difícil de fiscalizar, con lo que contribuye poco a la tributación, y el bajo ingreso per cápita, aunado a la deficiente administración tributaria, dificulta la recolección del impuesto sobre ingresos y de otros impuestos directos (Burgess y Stern, 1992; Weiss, 1995).

Los países centroamericanos han adoptado las reforma tributarias en voga pero quizá sin mayor precisión respecto a la estructura tributaria que aspiran a alcanzar en el futuro. Las reformas no cuentan con fuertes consensos nacionales ya que tienden a ser aprobados exclusivamente por el gobierno de turno, teniendo como fondo la oposición generalizada de la población, y con el único respaldo de los organismos internacionales. Asimismo, ante la ausencia de un claro paradigma tributario, los países no tienen una clara dirección hacia donde ir, lo contrario de lo que ocurre en el comercio con el paradigma del libre comercio (Tanzi, 1995).

Aunado a lo anterior, se tiene que la globalización, sin duda alguna, complicará el manejo fiscal de Centroamérica en el Siglo XXI. Ante el espejismo de atraer inversionistas extranjeros, los gobiernos se encuentran tentados a conceder incentivos fiscales. Asimismo, se sabe que las tasas máximas del impuesto sobre la renta a las empresas no pueden distanciarse de la tasa prevaleciente en los países exportadores de capital (y hasta tienen que estar por debajo a causa del mayor "riesgo país"). Adicionalmente, se sabe que las multinacionales amenazan no solo con el reubicamiento real de operaciones por razones tributarias sino también con el ficticio a través de transferencias de precios que le disminuyan sus compromisos tributarios. Y por si eso no bastara, las presiones por el lado de los ingresos se enfrentan a mayores demandas de gasto social.

En los próximos años, Centroamérica tendrá que consolidar las reformas iniciadas desde mediados de los 80s, en particular las de carácter administrativo y de consenso político. Eso, sin embargo, no será suficiente. Ante el reto de la globalización se impone la coordinación e incluso hasta la armonización de políticas fiscales en el área, de otra manera los países centroamericanos caerán en la tentación de "robarse" a los inversionistas extranjeros, terminando todos ellos por perder en el largo plazo. La misma movilidad de capital centroamericano y mano de obra también forzará a una uniformización tributaria en el área. Esa coordinación se hace mas urgente ante el vacío institucional que existe en el terreno tributario a nivel internacional: al igual que no hay un paradigma, tampoco existe una Organización Mundial de Tributación, ni un acuerdo internacional equiparable a la Ronda Uruguay. La puesta en vigor de impuestos globales como el Tobin tax o impuestos sobre la utilización de global commons como el mar o las órbitas geostacionarias también luce muy remoto.

B) ¿Hacia una mayor o menor inequidad a causa de la globalización?

En los países del Norte, las fuerzas de la globalización presionan hacia la ampliación del wage premium entre los graduados de universidad y los graduados de high-school, con lo que se impacta en la distribución del ingreso.

Una revisión rápida de esas fuerzas permite evidenciar las causas: 1) las nuevas tecnologías de la información tienen el rasgo de ser skilled-biased-technological change, pues tienden a aumentar la demanda por trabajadores calificados y disminuyen la de trabajadores poco calificados; 2) las relaciones Norte-Sur inciden en varios frentes: la importación de bienes causan un "viaje ficticio" de trabajadores del Sur hacia el Norte a través de los productos; el outsourcing y reubicación de plantas hacia el Sur ha llevado a que algunas industrias como los textiles prácticamente que "pertenezcan" al Sur; incluso amplios sectores no-transables como el data-processing tienden a convertirse en transables; la immigración aumenta en forma directa la oferta de mano de obra poco calificada; 3) la desindustrialización (entendiendo por ésta la alta productividad alcanzada por la industria y que ha llevado a que cada vez requiera menos empleados) reubica a los trabajadores hacia el sector de servicios, donde trabajos muy bien remunerados coexisten con trabajos mal remunerados.

En los países del Sur, las tendencias anteriores no apuntan necesariamente hacia la misma dirección, y por ello es que resulta muy difícil precisar a priori si la inequidad disminuirá o aumentará a causa de una mayor inserción en el mundo globalizado. Por un lado, el comercio Norte-Sur debería contribuir a una menor inequidad en el Sur, ya que al aumentar la demanda por productos intensivos en mano de obra poco o semi-calificada estaría poniendo en funcionamiento el teorema Stolper-Samuelson (e.g., la maquila está reduciendo el servicio doméstico). El mismo efecto estaría ocurriendo con la mayor demanda por turismo y por servicios como data-processing pues también son intensivos en ese tipo de mano de obra. El skilled-biased-technological change, sin embargo, estaría principiando a ejercer la tendencia opuesta al favorecer a las minorías calificadas del Sur. Otro tanto podría ocurrir con las presiones hacia la baja de la recaudación tributaria y el aumento del rol del sector privado pues no solo el gasto social para compensar a los menos favorecidos sería más escaso sino que el despliegue pleno de las "fuerzas del mercado" ejerce una presión natural hacia la concentración de la riqueza.

El reto para Centroamérica será evaluar continuamente los efectos que la globalización ejerza en la inequidad en las próximas décadas, máxime porque la inequidad latinoamericana -en particular del decil más rico al más pobre- es la más alta del mundo, y además, la experiencia de las últimas dos décadas no ha contribuido a atenuarla: empeoró durante la década perdida de los 80s sin todavía recuperarse en los 90s. Asimismo, una inequidad alta dificulta el combate a la pobreza y provoca inestabilidad y descontento social a la vez que aumenta las demandas por una agenda redistributiva que afecta al crecimiento.

C) Del campo a las capitales y de estas hacia las ciudades secundarias

Las ciudades en los países del Sur se expandieron enormemente en las últimas décadas. Se estima que para el año 2000 el mundo tendrá 28 mega-ciudades con más de 8 millones de habitantes cada una. De éstas, 22 estarán localizadas en los países del Sur, 5 de las cuales, en Latinoamérica. Ante el crecimiento desmesurado de las metrópolis, muchos creyeron que éstas terminarían por sucumbir al crimen, la polución, el desempleo y la pobreza. Se creía que las grandes urbes "drenaban el corrente sanguíneo de los países" (Gilbert, 1996), sin que se apreciara forma en que pudiera revertirse esa tendencia. Ese determinismo era más evidente por el hecho de que el principal contribuyente al crecimiento dejó de ser la migración rural-urbana y pasó a serlo el crecimiento natural provocado por el fuerte componente poblacional joven que las urbes ya habían alcanzado.

El modelo de inserción económica con el mundo tiene una fuerte dosis de responsabilidad en la evolución demográfica de los países. Ese crecimiento acelerado de las urbes respondía en gran medida a las políticas de substitución de importaciones que estuvieron en voga hasta los 70s y principios de los 80s. Las capitales crecían a causa del sesgo anti-exportador agrícola imbuído en las políticas macroeconómicas, a la ubicación de plantas manufactureras cerca del consumidor final y a causa del crecimiento en la burocracia que se requería para administrar ese modelo de crecimiento (Gilbert, 1996, y Villa y Rodríguez, 1996).

A mediados de los 80s, sin embargo, el modelo de substitución de importaciones ya había quedado en desuso, dándose paso a un modelo de crecimiento hacia afuera. Ese cambio incidió inmediatamente en el patrón de crecimiento de las grandes urbes: ciudades como México D.F. perdieron cerca de un cuarto de sus trabajos industriales en los 80s y con ello también perdió población. Las política de estabilización y ajuste también afectó a las grandes urbes más que a ninguna otra; el campo, por el contrario, vio con complacencia la supresión del sesgo anti-exportador agrícola.

Los habitantes urbanos, sin embargo, no necesariamente retornaron al campo sino que comenzaron a movilizarse hacia las llamadas "ciudades secundarias". Muchas de las nuevas industrias no necesitan estar cerca del consumidor citadino ya que se concentran en la exportación. La mejora en las redes de transporte y comunicación que han registrado los países del Sur facilitó esa movilización hacia ciudades secundarias.

Centroamérica no llegó a sufrir la macrocefalia de otros países como México, Brazil o Argentina; su población rural siguió siendo significativa. La región entra ahora al Siglo XXI en medio de ese "reflujo" hacia ciudades secundarias. Los beneficios podrían llegar a ser considerables en términos de reducción de pobreza urbana, polución y crimen si se sabe aprovechar las nuevas tendencias.

D) El narcotráfico: la inserción pecaminosa con el mundo

En un trabajo sobre Centroamérica en la economía mundial del 2020 no se puede ignorar lo que quizá esté siendo una de las inserciones más "exitosas" de las últimas dos décadas: el narcotráfico, pues nada garantiza que ese crecimiento ininterrumpido y hasta exponencial esté por revertirse en los próximos años.

Centroamérica no es un productor importante de drogas pero sí una ruta natural para el tráfico de cocaína desde Sudamérica hacia Norteamérica; a ello obedece que la droga haya hecho sentir su impacto en todos los países de la región, yendo desde el tráfico hacia el Norte, el lavado de dinero y booms en la construcción a causa de ese lavado, hasta la corrupción de las instituciones públicas (sistema judicial, policía y ejército) y la vinculación con otros hechos criminales como asaltos y secuestros.

Centroamérica, en otras palabras, se encuentra prisionera entre la oferta que surge de Sudamérica y la demanda que emana de Norteamérica. En ese sentido, se podría afirmar que el destino del área en lo que a la droga respecta, casi que está fuera de sus manos, y dependerá de lo que ocurra en los extremos de la "cadena productiva".

En relación a la oferta, pese a las luchas anti-drogas por gobiernos sudamericanos como Perú o Colombia, todo indica que existe la capacidad productiva para proveer cualquier cantidad que la demanda norteamericana requiera. Se estima, por ejemplo, que solo Perú tiene dos millones de hectáreas apropiadas para el cultivo de coca, y que su producción actual se lleva a cabo en solo 100,000 de esas hectáreas (Stares, 1996). Incluso hay que tomar en cuenta que aún cuando se llegase a generar una escasez de tierras, la producción continuaría pues son plantas con capacidad para crecer incluso en tierras pobres.

La respuesta a la ecuación de la droga, por tanto, tendrá que provenir por el lado del consumo. Hacia el año 2006 se cree que los EE.UU. alcanzarán el pico de adolescentes (30.8 millones, 900,000 más que el pico alcanzado por los adolescentes del baby boom en 1976); no será, sin embargo, sino hasta el año 2015 que el número total de adolescentes comenzará a declinar (Stares, 1996). La información sobre adolescentes es vital para hacer proyecciones sobre el consumo potencial de droga pues se estima que es el segmento poblacional con mayor riesgo al consumo. Esta proyección no-lineal indicaría que la demanda norteamericana por droga continuará, como mínimo, al mismo nivel que en la actualidad, y que no sería sino hasta dentro de unas dos décadas en que se podría apreciar una baja en la demanda.

Esto último todavía habría que matizarlo, pues el envejecimiento de la población en el Norte no se traducirá necesariamente en la extinción del negocio de la droga. A medida que los países del Sur se desarrollen, también aumentará su poder de consumo, y regiones que hoy son mayoritariamente lugares de tráfico –e.g., México, o la misma Centroamérica- podrían llegar a convertirse en demandantes importantes de droga. Esas tendencias incluso no tendrían que esperar una o dos décadas para ocurrir; de hecho, el consumo actual de drogas en Centroamérica ya es considerable. Esto ocurre debido a que el costo de producción y el de transporte y distribución entre países del Sur es relativamente bajo. Los narcotraficantes pueden perfectamente "segmentar sus mercados", y vender a precios "de descuento" fuera de los EE.UU.

En los EE.UU. no faltan los plantemientos sobre la posible legalización de la droga. Hay quienes creen que así se suprimirían sus facetas más negativas: el hampa y la corrupción de las instituciones públicas, y que el dinero que hoy se dedica al combate del narcotráfico podría utilizarse en programas de rehabilitación. El principal argumento que utilizan los opositores de la medida es que la legalización aumentaría el consumo. Además, aún cuando se legalizara, la droga tendría que seguir siendo ilegal para los grupos más riesgosos: niños y adolescentes (como ocurre con las bebidas alcohólicas y los cigarrillos), con lo que todavía existiría un mercado negro muy considerable. Estas no son sino menciones rápidas de una discusión por demás polémica.

En términos prácticos, la legalización de la droga en los EE.UU. luce muy remota. Centroamérica, por tanto, puede proyectar que las políticas de los EE.UU. continuarán en el futuro: apoyo humano y en equipo para combatir el narcotráfico; apoyo financiero para fortalecer instituciones públicas como el sistema judicial, la policía o las prisiones; apoyo financiero para promover que agricultores del área puedan dedicarse a cultivos alternativos; tendencia hacia menos barreras comerciales y al estímulo de la inversión extranjera en el área con el fin de que los países tengan mecanismos alternativos de desarrollo (Stares, 1996). En muchos casos, sin embargo, la ayuda norteamericana no se dará en forma efectiva sino que a través de alivio de deuda o programas de debt swap, por los cuales los gobiernos locales efectúan los desembolsos respectivos.

Comentarios finales

El documento remarcó desde un inicio la tesis de que nuestros países pueden "despegar hacia el cielo" o irse de "pique al infierno": nada está garantizado, de todo puede suceder en los próximos años. No se intentó cansar al lector con series interminables de datos de las últimas dos o tres décadas que no garantizan, en lo absoluto, que una extrapolación vaya a continuar; tampoco se llenó el documento con multiples sugerencias de políticas cual si fuera programa de gobierno de un partido político.

El trabajo, por el contrario, se limitó a presentar un par de fotografías de la situación actual de Centroamérica, y de allí trató de interpretar cada uno de los temas que se fueron abordando, de "tomarle el pulso" a tendencias mundiales, de identificar cambios que estas tendencias pudiran experimentar. Siempre se intentó tener la mirada hacia adelante, de pensar cómo la generación actual no se conforma solo con no descalabrar a la Centroamérica de hoy en día, sino que realmente se esfuerza, y en dos décadas logra pasarle la estafeta con orgullo a aquellos que hoy son solo unos niños.



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