Los hermanos lejanos salvadoreños:
La construcción de culturas e
identidades satélites
por
Ana Patricia Rodríguez
Universidad de Maryland, College
Park
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Presentado al Proyecto
"Centroamérica 2020"
San Salvador, El Salvador
5-6 de julio de 1999
Al entrar a San Salvador por la carretera
del Aeropuerto Internacional de Comalapa, lo primero que se ve es el monumento
dedicado al hermano lejano. Arco blanco
que parece un inmenso portal, el monumento remite a los arcos de triunfo que
conmemoran los héroes clásicos de la historia oficial. Al héroe de la historia político-militar se
le dedica un arco de triunfo. Al
inmigrante salvadoreño que ha salido del país y que se ha repatriado en otros
lugares se le dedica el monumento al hermano lejano. Estos nuevos héroes de la historia política y económica de El
Salvador retornan con trofeos de mercancía, regalos, billetes, y más aun con
las huellas de sus vidas repartidas a través del mundo. Ellos son los elogiados enviadores de
remesas que viven y trabajan fuera de su país natal, pero cuyas vidas
materiales y afectivas muchas veces giran como satélites en torno a
Centroamérica. Por lo tanto la política
de posguerra y la economía de reconstrucción nacional salvadoreña reconoce el
valor de estos inmigrantes. El letrero
rojo en el monumento les extiende un sencillo saludo, Hermano Lejano,
¡Bienvenido! Por esta puerta
metafórica pasan, pues, los miles de salvadoreños que viven por todo el mundo y
que, de vez en cuando, regresan desde lugares donde han reconstruido sus vidas.
Son gente que han tenido que salir a ganar y rehacer sus vidas en lejanías
espacio-temporales y psico-ambientales, en las cuales están surgiendo
extendidas e imaginarias comunidades salvadoreñas.
Los más acomodados viajan por aviones,
entran por la puerta principal y leen el rotulo de bienvenida en el monumento,
pero otros entran y salen por las puertas y los caminos traseros, en los buses
que atraviesan las carreteras polvorosas de Centroamérica. Ambos grupos regresan, como dice la escritora
salvadoreña-californiana Martivón Galindo, ya hechos "un puño de no soy de
aquí / ni soy de allá y ya en medio me quedé" (Galindo 81), o como diría
el crítico de la condición post-colonial Homi Bhabha, recompuestos como sujetos
intersticiales, o sea los que se quedaron en medio (Bhabha 1994). El espacio de en medio para ellos es
productivo, hecho y por hacer en los distintos lugares que ahora ubican. Centroamérica se reconstruye más allá del
istmo geográfico con los hermanos lejanos que radican como satélites culturales
a través del mundo. Aunque la
importancia del aporte económico de los inmigrantes centroamericanos se
reconozca en países como El Salvador, pocas veces se les ha considerado a los
centroamericanos de afuera como un componente cultural significativo en
sí. Rafael Cuevas Molina en su libro
titulado Traspatio florecido:
Tendencias de la dinámica de la cultura en Centroamérica (1979-1990)
(1993) examina las políticas culturales y las prácticas culturales después del
conflicto armado en la región sin mencionar una tan sola vez las culturas
centroamericanas en el exterior, en la lejanía. Hay centroamericanos, o más bien salvadoreños, en Australia,
Europa, Canadá y los Estados Unidos, así como en muchos otros lugares. Estas poblaciones y culturas diaspóricas y
lejanas surgen a partir de los conflictos de los ochenta y de las economías
violentamente neoliberales de los noventa.
Muchos inmigrantes centroamericanos, como
bien se sabe, forman parte de las poblaciones desplazadas por las políticas
internas y globales de la "década perdida de América Latina" (Escobar
ix), o sea de la "época de impresionante abundancia y terrible
miseria" (González 9), durante la cual se generan a través del istmo las
guerras civiles, las invasiones político-militares, las crisis globales y
locales, las crecientes deudas externas, los programas económicos de ajuste
estructural, el desgaste de la tierra, entre otros factores que empujan a los
sujetos a emigrar. Como explican las
investigadoras Nora Hamilton y Norma Stoltz Chinchilla la inversión de capital
extranjero en los países de América Central contribuyo a la producción de
condiciones propicias para los flujos migratorios de la región (76-79). Se produjeron patrones cíclicos de
inmigración que fundamentan el continuo movimiento de centroamericanos hacia
los "polos de atracción" en los Estados Unidos (79). De los 1.3 millones de inmigrantes
centroamericanos en los Estados Unidos, casi un 75% de ellos son salvadoreños
concentrados en ciudades como Los Ángeles, San Francisco, y el área
metropolitana de Washington, D.C. (99).
De acuerdo con el alto flujo de inmigración no tarda en hacerse visible
la presencia centroamericana en ciertos espacios culturales de los Estados
Unidos.
La inmigración de los centroamericanos
alcanza su punto máximo en los 1980s, durante la llamada Década perdida de
América Latina y la Década del hispano en los Estados Unidos. Se calcula que entre 1978 y 1993 más de 5%
de la población centroamericana fue desplazada dentro y fuera de América
Central. Edelberto Torres-Rivas ha
dicho que "El balance de intercambio demográfico internacional en
Centroamérica (entre 1960-1985) indica una pérdida de un millón y medio de
personas" (Torres-Rivas 165). Hubo
muertos y desaparecidos en cantidades.
Hasta recientemente, como indica Torres-Rivas, los desplazados y los
inmigrantes constituyeron otra pérdida menos reconocida y estudiada en la
región. A partir de los ochenta mucha
de la población flotante salvadoreña se mueve hacia los centros económicos de
los Estados Unidos. Ahí se juntan con
los grupos latinos o hispanos de más larga trayectoria en el país, los cuales
ahora componen una heterogénea presencia cultural, lingüística, y étnica de
diversas corrientes latinoamericanas.
Según algunos críticos, los Estados Unidos se están
"latinizando", configurándose en la quinta más grande agrupación de
latinos en el mundo (Klor de Alva 1989).
Se calcula que entre 1950 y 1980 la población latina estadounidense
creció por 265% (Marín vii), contando con treinta millones de personas en el
censo de 1990 (Flores 68), una suma que no incluye a los inmigrantes
"indocumentados" que diariamente quedan al margen de la sociedad.[1] Para el año 2020, 15% de la población de los
Estados Unidos será de descendencia latina (Morales 1). Los centroamericanos continuarán siendo un
componente significativo de la población latina estadounidense y del
"capital humano" laboral del norte, aunque su presencia actual apenas
se perciba en la producción cultural.
Dentro del contexto histórico de la
inmigración de centroamericanos y de la latinización de los Estados Unidos, en
los ochenta se empieza a debatir sobre Centroamérica en los Estados
Unidos. A partir de algunos textos de
escritores latinos, particularmente de chicanos, se representan las luchas y
los movimientos de resistencia. Algunos
textos de autoras latinas, como "The Cariboo Cafe" (1985) de Helena
María Viramontes, Sleep of the Innocents (1991) de Carole Fernández, In Search
of Bernabé (1993) de Graciela Limón, y MotherTongue (1994) de Demetria
Martínez, retoman las historias de Centroamérica a través de perspectivas
feministas. Escritoras chicanas como
Ana Castillo en su libro Sapogonia (1989) y Alma Villanueva en The Ultraviolet
Sky (1988) aluden a los conflictos centroamericanos para remitirse a las luchas
de las mujeres que se identifican politicamente como tercermundistas. Se puede decir que la cultura latina, a
partir de los ochenta, empieza a diversificarse, así abriendo el paso a otras
historias y otros discursos latinoamericanos, como los de los
centroamericanos. Por primera vez, los
escritores de origen o descendencia centroamericana hablan de Centroamérica
desde los Estados Unidos y hablan de los Estados Unidos desde las perspectivas
de los hermanos lejanos.
En su libro El enfrentamiento Norte-Sur:
Un polvorín en el mundo moderno (1993), Louis Emmerij explica que "las
desigualdades se intensifican, la ruptura entre ricos y pobres se generaliza
sin respeto de fronteras: en el sur existe un norte y en el norte existe un
sur: mundos de diferencia" (Emmerij 159).
Los escritores latinos en Estados Unidos presentan las luchas por la
supervivencia cotidiana de los centroamericanos en los espacios lejanos del
norte. En su novel The Ordinary Seaman
(1997), Francisco Goldman relata de manera alegórica la historia de unos
trabajadores centroamericanos, quienes viajan a los Estados Unidos en un barco
destartalado con registro Panameño. En
el Urus los centroamericanos son explotados y sus condiciones empeoran
diariamente. La pobreza, la explotación
laboral, y el hambre definen la experiencia de los centroamericanos en el barco
estancado entre mundos, entre el norte y el sur, en el espacio de en medio, en
cual radican los personajes de Goldman.
Héctor Tobar, otro autor latino de
descendencia guatemalteca como Goldman, en su libro titulado The Tattooed
Soldier (1998) narra las vidas de dos hombres cuyos caminos se cruzan dos
veces. En Guatemala, el sargento
Guillermo Longoria asesina a la esposa y al hijo del estudiante Antonio
Bernal. Los hombres se encuentran en
las calles de Los Ángeles, donde la víctima persigue al victimario y el pueblo,
por medio de Antonio, se defiende contra el militar, como ya había escrito
Roque Dalton en su poema titulado "Los policías y los guardias". La violencia que fue producto del conflicto
armado en Centroamérica se transforma en la violencia por la supervivencia en
las calles del norte. Al inmigrar al
norte después de la muerte de su familia, Antonio termina transformándose en
uno de los miles de homeless refugiados de la calle. Cuando se traslada a un campamento de homeless, Antonio asombrado
comenta que "Hay cientos de personas viviendo aquí, chapines y guanacos
también, viviendo aquí como si fuera lo más normal, como si hubieran estado
aquí por años y años" (13).
En la novela, el refugio político y económico que encuentran los
centroamericanos en los Estados Unidos es el símbolo del estado precario en que
viven los centroamericanos a través de la economía norte-sur. Es significativo, pues, que Antonio ataque
al asesino de su familia en el momento preciso de los motines raciales que
ocurren en Los Ángeles en 1991. La
novela parece decir que el espacio de la pobreza y la violencia paramilitar se
ha generalizado a través de las ciudades de los Estados Unidos y de
Centroamérica, en donde han vivido los centroamericanos de estas novelas. Las condiciones de lucha contra las fuerzas
económicas del capitalismo abrumante surgen en el norte así como en el
sur. En ese espacio transnacional se
ubican los centroamericanos y otros sujetos que son víctimas del conflicto
socioeconómico. De igual manera los
personajes de la novela titulada La odisea del norte de Mario Bencastro (1998)
se ubican en los espacios marginados de los Estados Unidos, donde es común
dormir doce en un cuarto, trabajar a toda hora, y enfrentarse diariamente a la
lucha por la supervivencia en las ciudades lejanas del norte, como lo hacen los
personajes de la novela. La odisea de
los salvadoreños de la novela los lleva a lugares donde hay poco ascenso
socioeconómico para los inmigrantes.
En conclusión, los textos brevemente presentados en este trabajo
conmemoran el heroísmo cotidiano de los hermanos lejanos en su lucha por la
supervivencia en el norte. También
plantean las nuevas solidaridades simbólicas que se están dando entre los
latinos en los Estados Unidos. Tal vez
estos textos que aluden a luchas comunes sean presagios de las luchas políticas
por hacer entre las comunidades
migratorias y étnicas del norte. Los
textos empiezan a articular las perspectivas de centroamericanos ya
transformados por su experiencia de inmigración y por su convivencia con los latinos estadounidenses. Como explica la narradora de la novela
Lengua Materna de la chicana Demetria Martínez, el recordar en estos textos es
un rememorar o remembrar de una historia colectiva del desplazo por el cual han
pasado varios grupos de inmigrantes latinoamericanos (Martínez 8). Los textos de solidaridad de las autoras
latinas ya mencionadas y los textos de los hermanos lejanos salvadoreños
inician, pues, una historiografía de la presencia latina en los Estados
Unidos.
Dentro de la historia más grande de los latinos estadounidenses se
debe contar la historia particular de los inmigrantes centroamericanos, los
hermanos lejanos que han tenido que ubicarse en otros espacios geográficos y
simbólicos. A partir de sus
inmigraciones en los ochenta los salvadoreños forman comunidades satélites que
rodan por el mundo, pero que aun mantienen conexiones materiales y afectivas
con Centroamérica. A la misma vez ellos
establecen relaciones con y en sus nuevos lugares, o sea participan en la
construcción de una identidad latina de gran impacto cultural y político en el
norte y en sur. El monumento al hermano
lejano marca el espacio simbólico de estar en medio, en el centro, de un mundo
en flujo, en donde se entrecruzan las fuerzas del capitalismo transnacional y
en donde se encuentran distintas generaciones y olas migratorias, cada una con
su legado histórico y su posición sociopolítica. De ahí que para hablar de Centroamérica en el año 2020 es
imprescindible considerar las contribuciones y las reconstrucciones de los
hermanos lejanos
Trabajos consultados
Bencastro,
Mario. Odyssey to the North. Houston: Arte Público P, 1999.
Bhabha,
Homi K. "Locations of Culture". The
Location of Culture. NY: Routledge, 1994. 1-18.
Cuevas
Molina, Rafael. Traspatio florecido: Tendencias de la dinámica de la cultura en
Centroamérica (1979-1990). Heredia, CR: EUNA, 1993.
Emmerij,
Louis. El enfrentamiento Norte-Sur: Un polvorín en el mundo moderno. Tr. Sandra
y Fernando Schiumerini. Barcelona: Ediciones Paidós, 1993.
Escobar,
Arturo y Sonia E. Alvarez. The Making of Social Movements in Latin America.
Boulder: Westview P, 1992.
Flores,
Juan y George Yúdice. "Living Borders/Buscando América: Languages of
Latino Self-formation". Social Text 24 (1990): 57-84.
Galindo,
Martivón. "Sanfranciscanos". Retazos. San Francisco: Editorial
Solaris, 1996.
Goldman,
Francisco. The Ordinary Seaman. NY: Grove P, 1997.
González,
Hernán. Centroamérica en crisis. Heredia, CR: EUNA, 1992.
Hamilton,
Nora y Norma Stoltz Chinchilla. "Central American Migration". Latin
American Research Review 26.1.
Klor de
Alva, Jorge. "Aztlán, Borinquen and Hispanic Nationalism in the United
States". Aztlán: Essays on the
Chicano Homeland. Eds. Rudolfo A. Anaya y Francisco A. Lomelí. Alburquerque: U
of NM P, 1989. 135-171.
Limón,
Graciela. In Search of Bernabe. Houston: Arte Público P, 1993.
Marín,
Gerardo y Barbara VanOss Marín. Research with Hispanic Populations. London:
Sage Publications, 1991.
Migration
World 21.5.
Morales,
Rebecca. "Dependence or Interdependence: Issues and Policy Choices Facing
Latin Americans and Latinos". Borderless Borders: U.S. Latinos, Latin
Americans, and the Paradox of Interdependence. Eds. Frank Bonilla, Edwin
Meléndez, Rebecca Morales, and María de los Angeles Torres. Philadelphia:
Temple U P, 1998. 1-13.
Tobar,
Héctor. The Tattooed Soldier. Harrison, NY: Delphinium Books, 1998.
Torres-Rivas,
Edelberto. "La sociedad: La dinámica población, efectos sociales de la
crisis, aspectos culturales y étnicos". Historia General de Centroamérica
IV. Ed. Edelberto Torres-Rivas. Madrid: FLACSO, 1993.
[1] El Immigration and Naturalization
Service (INS) y otras fuentes calculan que en los EE.UU. hay entre 3.5 millones
y 8 millones de personas indocumentadas, de los cuales la mayor parte es latina
y 60% es de origen mexicano. Se dice que los indocumentados le cuestan al
estado doce billones de dólares anualmente.
Datos en Migration World 21.5.